sábado, 4 de julio de 2015



     “Puede juzgarse el grado de civilización de un pueblo por la posición social de sus mujeres.”   Domingo Faustino Sarmiento.



     “La Declaración sobre la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer… de Naciones Unidas… (…) insiste en que se deben tomar medidas enérgicas en todos aquellos sitios en que la mujer no goce de la facultad de elegir libremente su ocupación, no reciba igual paga por igual trabajo, sea objeto de discriminación por causa de matrimonio o de maternidad (como el despido cuando llega ésta) o goce de ventajas sociales insuficientes.  El Secretario General de las Naciones Unidas, U Thant… dijo: ´La discriminación contra la mujer –sean políticas, legales, sociales o económicas- no llegarán a superarse sin la cooperación activa de hombres y mujeres, que deben aunar fuerzas para persuadir a los gobiernos y a la sociedad de que garanticen el acceso de la mujer a la plena igualdad y le pongan en condiciones de participar plenamente en el desarrollo y progreso de su país¨”. (1969).  (…)

    “Empecemos por la mujer (siempre pospuesta).  Tomemos... pensamientos sobre ella, de muy distinto origen:
Gandhi:  “Comprendí que la esposa no es la esclava del marido, sino su compañera y su colaboradora, y una socia que comparte igualmente sus alegrías y sus penas; tan libre como su marido de elegir su propia vida.” (El subrayado es mío.)

Lenin: “La revolución bolchevique-soviética ha cortado más profundamente que cualquier otro partido político o cualquier revolución del mundo, las raíces de la opresión y las desigualdades de la mujer.  Ya no quedan rastros, en las leyes soviéticas, de la desigualdad entre los hombres y las mujeres.”

     En Seneca Falls (Estados Unidos), el 19 de julio de 1848, se hizo solemnemente esta declaración: “Se han difundido ideas falsas en el público; se le dan al mundo códigos morales diferentes para los hombres y las mujeres, de manera que ciertos delitos morales excluyen a las mujeres de la sociedad mientras que no sólo se toleran en los hombres, sino que se les juzga insignificantes.”  

     Les debemos  a las ridiculizadas sufragistas el haber combatido estas difundidas y erróneas ideas.  Las pobres y sacrificadas sufragistas que la ignorancia, o la mala voluntad, o el rencor, se empeñan en mostrar siempre como ejemplares grotescos o ´ratés´ de humanidad femenina.  La leyenda, a ese respecto, es inconmovible, parecería.  Se pasa por alto que los más ilustres miembros de este “Partido” fueron, además de beldades de su época, esposas y madres ejemplares (adoradas por sus maridos).  Lady Astor, primera mujer miembro del Parlamento Británico, junto con sus dos hermanas (una era casada con el célebre dibujante Dana Gibson; ella le inspiró el tipo de la encantadora ´Gibson girl´), tuvieron fama mundial, como hoy las estrella de cine, también bajo ese aspecto encantador y frívolo.  Mrs. Pankhurst fue una linda mujer (estaba a la cabeza del movimiento sufragista de Gran Bretaña).  Desde luego, entre las sufragistas, como entre las actrices (todos los tipos son necesarios), había representantes de nuestro sexo que nada le debían a la hermosura.  Han abundado ilustres actrices que estaba en ese caso y lucharon triunfalmente con ese hándicap.  Claro que tenían talento.  Además de fea, algunas eran gordas (pecado capital, en Occidente) y viejas (las viejas también hacen falta en las comedias o tragedias). (…)”

Victoria Ocampo  Testimonios Octava Serie 1968-1970,  Ideas Fijas- El derecho de ser hombre, Editorial Sur S.A. Buenos Aires 1971 páginas 184/190.-



     Yo nací en 1967, casi contemporáneamente al momento en que Victoria Ocampo escribía el texto transcripto supra. He crecido y me he educado dando por hecho la igualdad de género (pese a que aun en mi país hay importante márgenes para superar y alcanzar una plena igualdad de derechos).  No he vivido bajo ningún tipo de opresión o marginación a este respecto. Nada me ha sido vedado por ser “mujer”; lo que eventualmente  me ha limitado ha sido mi propia incapacidad o mis temores intrínsecos.  Por ello, la igualdad me parece algo natural, obvio, que doy por descontado en cualquier contexto y en cualquier lugar.  Pero no soy necia, sé que no es así para muchas mujeres.  Eso hace que sienta como ineludible deber ético colaborar por todos los medios a mi alcance y dar mi apoyo incondicional a toda aquella persona (mujer u hombre, pues la discriminación alcanza hoy también a aquellos que hacen una elección individual de su género o preferencia sexual) a la que no se le permite ejercer plenamente sus derechos en absoluta igualdad.  






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