Pese a
las paupérrimas consideraciones sobre el mérito de mi trabajo y aun cuando lo
aconsejable sería que me replantee dedicarme a algo que se me dé mejor, mis Bandejas
enmascaradas son una cuestión a medio hacer y como soy muy disciplinada
(léase: obsesiva), aunque se caiga el mundo yo tengo que ocuparme de la
#
9.
Arrancamos
con una máscara muy fea, otra de las traslúcidas. Y para peor, no una sino tres. ¿Para qué?
Para una máscara que transcurra, una que sea hombre, mujer y un estadio
intermedio que sería la duda o la sabiduría dual. O algo así.
Para el
rostro de la base de la bandeja, de nuevo usé un recorte de revista que retoqué con óleo. Un rostro levemente andrógino, de rasgos sutiles, mínimo, como para
contrarrestar al armatoste.
Uno de los
problemas será sujetar esa trilogía mascaril sólo por los bordes a la bandeja, que no hay demasiados puntos de apoyo que aseguren que no se desbaratará todo al primer movimiento de cuelga. También habrá que cuidar de lograr equilibrio
en el conjunto porque hacia arriba quedará tal vez demasiado despojada (hacia
abajo está el truco de las cintas que siempre compensan).
Y los
ángulos (¡los dichosos planos!), para
que pueda leerse desde distintos enfoques, predominando la máscara masculina, predominando
la femenina, predominando las tres o ninguna. Me gusta mucho la boca con
glitter, sobre ese punto quiero centrar la visión, que obliguen los
brillosos labios al circunstancial espectador a descubrir "que demonios es esa cosa…"
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