jueves, 9 de julio de 2015




     Un par de días atrás recibo en este blog, como comentario de mi trabajo, el siguiente mensaje: “Tu "arte" es bastante malo... Imágenes comunes y corrientes que no tienen NADA que decir.” 

     No es la primera vez que recibo un rechazo despectivo tan directo, y si bien no diré que no me dolió ciertamente no me sorprendió tampoco.  Es un hecho que a mucha gente no le gusta lo que hago.  Pero lo que me detuvo a reflexionar largo rato sobre la cuestión fue la identidad del emisor de la crítica: una asociación de Historiadores del Arte (así se presentan), que se dedica a dar cursos y a organizar viajes culturales.  La crítica no venía con firma individual sino con el logo de la institución, así que supongo que el repudio era de todos los integrantes del Centro de Cultura y Arte “XXXX” (nombre que me reservo para no lucir tan vengativa).


   Aun a riesgo de que se interprete que hablo con malicia, movida por el rencor a su juzgamiento negativo (lo que probablemente sea el punto), lo primero que concluí es que –¡vaya novedad!- estos historiadores y críticos de arte viven de cobrarle a los artistas por los cursillos que imparten y de fungir como agencia de viaje especializada en itinerarios seudo-intelectuales (no necesito que me señales el David de Michelangelo, lo se reconocer, gracias). Cito de su página web oficial:

“…XXXX, Centro de Cultura y Arte es una entidad académica que nace de la inquietud de profesionales en Historia del Arte para difundir los conocimientos en esta disciplina. (…) Así pues, aquí ofrecemos ilustrados recorridos por la historia del arte, conociendo las causas que provocaron la creación de las principales obras y su significado en cada cultura, de la mano de especialistas, en su mayoría, egresados del Instituto de Investigaciones Estéticas y la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad XXXX (…)  Nuestros viajes son guiados por historiadores de arte, con quienes, no sólo se conocerán las ciudades y se contemplarán paisajes espectaculares, sino que, rebasando por mucho a los guías tradicionales, se aprenderá sobre las corrientes de pensamiento y los estilos artísticos admirando las obras en vivo…”




   ¿Cómo llegué a que me den una crítica gratis de mi obra (el quid aquí es “gratis)?  Pura casualidad.  Ellos me enviaron una gacetilla de prensa publicitando sus cursos y yo tengo por costumbre a cada entrada que ingreso a mi blog remitirla por mail a tres o cuatro contactos de mi correo personal, a modo de difusión personalizada.  Se ve que no les gustó ni mi mensaje ni mi obra y, probablemente, ni mi existencia en el planeta.  Y me lo hicieron saber generosamente (¡sin cobrarme nada por su valoración estética!).

     De todas maneras, siendo personas formadas en la disciplina y yo no, ellos académicos diplomados y yo lega autodidacta, evidentemente deben tener razón y lo mío es muy malo, ergo estoy perdiendo el tiempo (y mucho dinero) con mi empecinamiento necio en el arte.  ¿Pero qué tengo que hacer?  ¿Dejar de pintar?  ¿Tomar un curso con ellos?  ¿Qué se hace frente a la crítica nefasta, negativa y de clara intención destructiva?  ¿Qué se hace?

     La primera reacción es la tristeza -no niego que un poco tinta de enojo-.  Uno lo siente como una injusticia, como algo dado sin debido fundamento.  Pero toda mi obra está en el blog, y si esta gente me informa que lo mío es bastante malo precisamente en el blog es porque han considerado mi trabajo en su integridad.  Mi argumento de que es injusto o sin fundamento se cae.  

     Después, cuando a uno se le pasa un poco el fastidio, empieza a analizar más racionalmente la cuestión.  ¿Soy vulgar?  ¿No trasmite nada mi trabajo?  ¿Es algo corriente, simple, prescindible?  Y si lo fuera, ¿es menos auténtico?  Quizá yo no tenga nada que decir, que mi única misión sea dejar un legado de simpleza y vulgaridad. 


     Al rato, uno pasa a considerar qué mueve a alguien, quién sea, a dar una crítica tan contundentemente negativa.  Suena como reacción a una ofensa.  ¿Tan grave fue enviarles una entrada de mi blog?  ¿Qué dije tan terrible que provocó una réplica de tal violencia destructiva?  Y si sigo  el análisis en esa línea de pensamiento, ¡que confianza hay que tener en la certeza de las propias capacidades para poder  defenestrar sin piedad al otro!  Que infalibilidad, que conciencia de la propia superioridad, ¡que ser sabedor de su propia absoluta superioridad!  Que alguien de tan elevada existencia se tome la molestia de criticarme es algo que debería honrarme.

     Una de mis voces se mete en mi análisis y, con aburrimiento, me dice que si yo me la paso arguyendo que críticos e historiadores viven de sacarle plata a los artistas, como no van estos a ponerse en mi contra a ver si dejo de cascotearles el rancho. 

     Otra de mis voces cita a George Steiner “Al mirar hacia atrás, el crítico ve la sombra de un eunuco. ¿Quién sería crítico si pudiera ser escritor?”  Gran verdad...  Puesta a elegir prefiero seguir siendo una artista muy mala, vulgar, sin nada que decir, antes que subirme a un pedestal donde no haré nada más que criticar a los otros que sí hacen algo, que sí se arriesgan, que sí intentan crear -aunque al cabo no lo logren-.

     Y la tercera de mis voces, la más amable y rubia, me recuerda  la sabiduría de Twain“Nunca discutas con un estúpido, te hará descender a su nivel y ahí te vencerá por experiencia.”






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