Así se desarrolla mi línea de pensamiento un
sábado a la mañana.
Agrego el reloj con su linda cadena dorada
a mi Conejo
y, ¿a quién puede caberle duda?, se
mantiene erguido los cincos segundos que requiere el más estricto suspenso y
allá se va de panza al suelo.
-Si yo
hubiera estudiado arte sabría cómo solucionarlo- me digo con reproche. –En Escultura I debe haber una materia específica
sobre los contrapesos…
Porque evidentemente el problema es el
contrapeso… contrapeso… peso… ¡un peso!
Y por pura lógica le inserto una moneda de un peso en el pompón del
rabo.
Contrapeso
con un peso. Hasta ahora mi Conejo
no volvió a irse de panza. Así
funcionamos los autodidactas: prueba/error.
¿Suena tan descabellado?
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