sábado, 26 de septiembre de 2015

        Así se desarrolla mi línea de pensamiento un sábado a la mañana.

    Agrego el reloj con su linda cadena dorada a mi Conejo y,  ¿a quién puede caberle duda?, se mantiene erguido los cincos segundos que requiere el más estricto suspenso y allá se va de panza al suelo.





   -Si yo hubiera estudiado arte sabría cómo solucionarlo- me digo con reproche. –En Escultura I debe haber una materia específica sobre los contrapesos…

    Porque evidentemente el problema es el contrapeso… contrapeso… peso… ¡un peso!  Y por pura lógica le inserto una moneda de un peso en el pompón del rabo.




     Contrapeso con un peso.  Hasta ahora mi Conejo no volvió a irse de panza.  Así funcionamos los autodidactas: prueba/error.  ¿Suena tan descabellado?



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