viernes, 4 de septiembre de 2015

     Como tantas otras veces, le envié por mail a una amiga –redactora de oficio y profesión- el texto tentativo de un catálogo para su consejo.  La idea  es distribuirlo al público  durante la exhibición de mis Bandejas Enmascaradas.  Le comento la posibilidad de un tríptico, con la #12 en la tapa, montaje de fragmentos y máscaras base para la contratapa y detalles de las once bandejas restantes insertas entre el texto.  Algo así:


#12
(tapa)



(contratapa)

(Interior / texto)



# 1

     Las doce obras que componen la serie “Bandejas Enmascaradas” responden a una discusión: ¿alcanza con hacer obras pequeñas y simples y ponerlas a la venta a un precio muy bajo para lograr que un artista trascienda y venda masivamente su trabajo?  En lo personal creo que la respuesta es un contundente NO.




# 2



     Pero en la discusión que inició la serie me porfiaron mi ignorancia tinta de testarudez, alegando en mi contra la (¿irrevatible?) prueba de que muchas galerías de Buenos Aires están dedicando su espacio a obras pequeñitas que valúan al equivalente de cuatro hamburguesas con queso en combo con papas fritas grandes.



# 3


     ¿La mera accesibilidad (tamaño, movilidad, precio) es lo único que determina el “consumo” (“éxito” en parámetros del mercado) de una obra de arte?



# 4


     Sigo contestando: NO.  Pero también sigue siendo verdad que las galerías de moda no coinciden con mi opinión y descuelgan de sus paredes imponentes bastidores de dos metros de lado para reemplazarlos por una cincuentena prolija de telitas de 15X15.-



# 5


     En resumen: de esa discusión surgió el desafío: hacer una docena de obras “menores” para poner a la venta a valor bajo y uniforme.  En alguna parte sé que acepté limitarme a un tamaño pero que dificultaba la simpleza...




# 6

     Después el asunto del low cost intrínseco de cada obra se volvió un chiste personal.  Varias de mis Bandejas Enmascaradas tienen en su composición (lacas, craquelantes y pátinas; cintas, pompones y cascabeles; partituras, cartas y estampillas) una inversión en materiales similar a su precio de venta.




# 7


     Pero nada de esto se trata de si es o no un “negocio rentable” para el artista, sino si el eventual espectador adquiere una obra de arte sólo porque le resulta “barata” o “cómoda para el traslado” o si entra en juego algo más (¿la capacidad de la obra de conmoverlo, quizá?).




# 8


     Las Bandejas Enmascaradas son una experiencia de campo, mi modo de corroborar en los hechos si la mera accesibilidad pesa sobre la emoción estética al momento de motivar una compra de arte.



# 9



     Y ver también –en la hipótesis de que alguna de ellas efectivamente se venda- cual de mis Bandejas prima sobre las otras, ya que a igualdad de precio el espectador deberá optar privilegiando en exclusiva su más íntimo disfrute.




#10

     Será interesante –al menos para mí- quien tenía la razón en aquella discusión.





# 11



     Mi amiga me contesta en otro mail: “¿Te volviste completamente LOCA?”.  Y ya llevo 15 horas intentando comprender en qué estoy mal.  Y no me doy cuenta todavía…





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