miércoles, 14 de noviembre de 2012




     ¿Qué otra cosa hacer que deambular por internet cuando mi inmovilidad forzosa me tiene entumecida y apática, con las neuronas a media asta y mi preciosa biblioteca quince insalvables escalones sobre mi cabeza? Como si estuviera de huelga de todo, no navego por los temas que me interesan sino que me avoco a cuestiones que en un estado normal ni siquiera registraría mi radar. En algún momento de entusiasmo cibernético (o para acallar a un insistente consejero, ya no me acuerdo) vinculé este blog a la página de análisis de tráfico de Google (Analytics). 

     Sin nada mejor que hacer mientras atravieso el período en el que le pongo almohadones a la pierna para subirla en beneficio de mi gordo tobillo, me dedico a estudiar el informe del último mes. De primeras diré que tanta data no me dice mucho. Tantas visitas, tantas visitas nuevas, visitantes frecuentes, tantos rebotes (¿que serán?), tiempo promedio de visita, datos demográficos de los visitantes: idioma, país, ciudad. Sé que es poco probable que esa información sea cierta. De hecho no me consta que nadie más que yo deambule seguido por acá (¿por qué habría alguien más de hacerlo?). Pero, insisto (¡otra vez!), mi santuario está escalera de por medio y yo acá tumbada en el sofá con la notebook en la falda no tengo mejor que hacer…






     La página de Analytics de Google dice que en el último mes la persona que más tiempo estuvo de visita en Espacio Farnelliano (unos 19 minutos 30 segundos) es de Azul, Provincia de Buenos Aires. Me genera admiración ya que observando la nómina de los restantes visitantes la mayoría no llega ni al minuto. Impresionante, me digo. Enseguida sospecho que puede haberse quedado dormido sobre la compu y de ahí la permanencia. Mi yo escéptico duda que exista ese alguien de Azul y de lo incomprobable del dato. Pero, bueno, por las dudas y por si en una de esas es todo verdad lo de la web, gracias visitante de Azul por el tiempo y el interés dispensado. No conozco tu ciudad, espero poder subsanar esa ignorancia en breve.






     Sigo en mi análisis y me encuentro que en tiempo promedio de visita siguen dos visitas de Barcelona, con 8 minutos 31 segundos. ¿Cómo se mide cuando son dos visitas? Si es promedio probablemente uno mas y otro menos, dudo que los dos iguales. Pero igual es un tiempo. Acá –si fuera verdad- lo encuentro fundado en mi debilidad por Pepe Carvalho. Suelo transcribir fragmentos de Vázquez Montalbán con cierta frecuencia, ya que el disfrute de releerlo en cualquier circunstancia es un placer del que jamás me privo y las buenas cosas hay que compartirlas para prolongar el goce. Hace diez años pasé unos días en Barcelona pero no cuentan, apenas vivencié nada. De mis lecturas aprendí que hay que ir con tiempo para poder catar la cocina catalana, pausadamente. Espero volver y hacerlo. Mismo digo: gracias visitantes de Barcelona por el tiempo tomado en deambular por estos párrafos.






     Una vista de Belo Horizonte estuvo 6 minutos con 34 segundos. El tiempo le habrá llevado traducir los textos. O habré sido su lectura de práctica de español. No conozco esta ciudad, aunque por su cercanía he ido varias veces a Brasil. Gracias por el tiempo y el esfuerzo de tratar de leer este blog. (Acá me doy cuenta que estoy prejuzgando que las personas que visitan desde otros países son ciudadanos de ese lugar; bien podría tratarse de argentinos que por cualquier razón estén fuera. O podría no ser nadie y todo esto es una ficción, que se yo…).






     Dice que dos visitas de Bucaramanga estuvieron un tiempo medio de 5 minutos 22 segundos. Y yo que ni sé donde queda Bucaramanga… ¿Colombia? Perdón mi ignorancia y gracias por la atención. Cuando salga de acá busco un Atlas (que están, obviamente, arriba. Supongo que sucumbir a Wikipedia en este contexto no implica la renuncia de mis principios…).






     Y siguen varios vecinos de Avellaneda, con un promedio de 4 minutos 4 segundos. Y eso me parece normal, porque Avellaneda está cerca (¿qué tendrá que ver eso?) y es una ciudad que me gusta.  
     Avellaneda es vieja y su estructura arquitectónica en sus fábricas y casonas de la década del 30 y 40 del siglo pasado es maravillosa aunque esté medio derruida. Nadie cuida las fachadas, ya se sabe, pero si pese al deterioro uno se detiene a observarlas encuentra el resabio de lo que fue en origen un derroche de belleza. Sé que sonará raro, pero cuando viajando en un colectivo desde Sarandí hacia la City (el 22, el 24, el 277 a Lomas) y circulo por Mitre entre la Plaza y la subida al Puente Pueyrredón me dedico a redescrubrir frisos y arcos exquisitos en edificios herrumbosos, mal pintados y con cartelería publicitaria que los degrada, y reconstruyo en mi cabeza los tiempos de esplendor cuando esos edificios eran jóvenes y toda esa zona resplandecía de señorial pujanza industrial. El lado elegante del Riachuelo frente a La Boca portuaria… 

      Algún día, cuando tenga tiempo (y no esté renga) voy a dedicarme a fotografiar esas fachadas y tratar de reflejarlas sobre papel tal como puedo verlas en mi cabeza cuando paso frente a ellas. Demasiada belleza que pasa desapercibida. Decía que el interés de mis vecinos de barrio resulta casi lógico, aunque tal vez ellos desconozcan la vecindad y mi proximidad física. Pero es así. Yo lo encuentro más fácil de entender (dentro de lo que uno entiende en el misterioso e inconmensurable enigma de la web). Gracias por las visitas y en cuanto pueda caminar restituyo la gentileza admirando los lindos y coloridos pájaros que pintaron bajo el puente ferroviario sobre Pavón.






     De cualquier manera mi yo escéptico sigue meneando la cabeza con incredulidad. Arguye contundente que es una farsa, que no han tenido ninguna de mis mas de 70 entradas comentario alguno. Nunca nadie dio señal de vida, sencillamente porque nadie hay del otro lado (o por ahí, o por donde sea). Mi yo escéptico argumenta (y me suena razonable) que cuando subí La Santa Inquisición si hubiera tenido las mas de 400 visitas que registra el sitio un insulto como mínimo debería haber recibido. Tamaña dimensión del silencio no puede tener otra lectura que la soledad. 

      Mi yo crédulo (entre todos mis yo y mis voces somos tanta gente inmovilizada lejos de la biblioteca que esto va a acabar mal…) dice que soy demasiado intrascendente para que Google (o el Sr. Google que está detrás de todo) genere una ficción en mi beneficio. ¿Para qué mentirme? ¿Cuál es el beneficio de hacerme creer que alguien en Bucaramanga estuvo cinco minutos leyendo mis divagues? Es tan absurda la imagen de que alguien se tome la molestia de engañarme que todo, aunque increíble, debe ser verdad. 

      Diré en mi defensa que los antinflamatorios y los analgésicos son muy fuertes. Mi adicción a los corticoides es de larga data. Mi cerebro no funciona como debiera y lo que escribo merece la indulgencia de la lástima. Si hay alguien ahí leyendo esto, por favor sepa disculpar.








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