jueves, 30 de enero de 2014

Crossover de mi errante Silk Road con Star Trek.



 
 
 
     Mirándome con inocencia, como quién no quiere la cosa (aunque yo sepa que sí quiere apuñalarme por la espalda), me pregunta que voy a hacer con “lo de España”. Si voy a cancelarlo o a pedir una postergación de fechas a la espera de ver si Aduana me autoriza la exportación transitoria de las obras. Pienso –mientras que yo también lo miro con inocencia- que difícilmente Aduana me autorice nada porque jamás presenté la documentación que se me requería para abrir un expediente. Sacudo la cabeza como si mi respuesta fuese un no y encogiéndome de hombros digo al pasar “qué se yo… no sé. Voy a esperar… un milagro…



 
 
 
     Ahí se deschava y sonríe con un gesto de ladino lobo feroz y amablemente -¡somos siempre tan amables!- me recuerda por si me olvidé: “Pero vos no sos creyente, los milagros no alcanzan a los ateos.”
 
      Le devuelvo la sonrisa, que jamás habré de quedarme con nada que haya sido suyo, y le explico: “Yo sí creo. En otras cosas, pero creo. Por ejemplo, creo en el Capitán Kirk y en la eficacia de la teletransportación. Mis chicas estaban por acá pero se accionaron las palancas correspondientes y se teletransportaron. Espero que en unos días se materialicen en Andalucía.” “¿El Capitán Kirk?” me pregunta, supongo que confundido por una fracción de segundo. Ampliando mi sonrisa le explico: “Crecimos con ellos, ¿te acordás? Kirk, el Señor Spock, el Doctor MacCoy. Todas las tardes en la tele. Ellos se teletransportaban de la Enterprise a los planetas y volvían operando un aparatito triangular con una media esfera en el centro donde fijaban las coordenadas de ubicación. No puede ser que no te acuerdes. ¿tan viejo estás? La teletransportación nunca les falló. Se desintegraba la materia en el lugar de salida y se recomponía en el de llegada. Es un concepto sencillo. Teletransportación.” “Teletransportación” repite, haciéndose cargo de que no voy a darle más datos sobre el paradero de mi Silk Road. “Teletransportación” confirmo.


 
 
 
 
     Y es -en cierta forma- escrupulosamente cierto. Mis chicas andan actualmente por la “dimensión desconocida”, teletransportándose hacia su destino final. Y si mi memoria no me falla, allá a fines de los sesenta principio de los setenta, Twilight Zone precedía a Star Trek en la programación del viejo Canal Once, el que tenía de logo un leoncito con corona. Así que, dentro de mi lógica, todo está como debe ser.
 
    Parafraseando sobre una frase hecha, diré que es la infancia el único paraíso del que no podemos ser expulsados. “La verdadera patria del hombre es la infancia” ha dicho Rainer Maria Rilke. Como corresponde –Freud y sus secuaces deben haberlo señalado ya, pero yo lo ignoro por mi falta imperdonable de terapia- cuando nos vemos agobiados en la realidad de nuestra madurez por problemas que no podemos solucionar, huimos hacia atrás y apelamos a los recursos en los que supimos poner toda nuestra fe en la niñez. ¿Regresión? No. Viaje a las Estrellas y teletransportación. 


 
 
 
 
 
 
 
 

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