Fracaso del lícito éxodo de mi Silk Road a su breve destino español. El seudo “Muro de Berlín” vernáculo o como La Cámpora tiene por deporte joderme la vida.
Finalmente hoy volvió a atender el Correo de Retiro con su delegación de Aduanas y AFIP.
Pese a la sensación térmica de 41 grados centígrados (que llegó a 45 mientras yo andaba dando vueltas en mi noria) marché a despachar las siete obritas de mi Silk Road rumbo a España, rogando su arribo antes del 27 de Febrero, día de inauguración programada por la Sala Aires.
La misma empleada que había presenciado mis tres horas y media de plantón del día lunes vino a atenderme y ¡amable! me acompañó al área de Aduana y buscó a un empleado (de los ocho que había dando vueltas con guardapolvos de inscripción “AFIP-ADUANA", ninguno atendiendo a nadie y sí parloteando entre ellos) que supiera del tema de exportación de obras de arte. Finalmente uno se hace cargo de mí y la gentil empleada me pide que cuando termine ahí la busque directamente. Realmente un encanto.
Entrego al caballero de Aduana mi licencia de exportación laboriosamente obtenida en la Dirección de Artes Visuales de la Nación y amago a abrir el bulto donde llevaba mi obra para que cotejara que se trataba de las mismas pinturas que referían las fotos de la licencia. El me detiene presuroso. No, todavía no –me dice-, esto es el principio del trámite, faltan varios pasos antes de la verificación de la obra. Me sorprendo, yo ya antes envíe obra por esta vía, normalmente la delegación de Aduana del Correo verifica obra con licencia y se hace el despacho como encomienda. Asunto concluido. Se lo digo, con la certeza de la experiencia. Si –reconoce- pero estaba mal antes cuando se hacía así. La licencia de Artes Visuales es una parte, ahora hay que tramitar el expediente de Aduana, y ver si Aduana autoriza la exportación.
Trato de argumentar sobre el absurdo de sus dichos, pero no me hace caso, y en un papelito me escribe mi próximo destino: Azopardo 350 Planta Baja, Dirección Registro de Exportación, Sección Registro, Mesa Temporales. Hace mucho calor para discutir y además él luce lo suficiente obtuso como para cambiar su speach ante mi lógica. ¿Qué puedo hacer?
Voy a Azopardo casi Belgrano, entro al majestuoso (a que negarlo) edificio de Aduanas y busco la Mesa de Exportaciones Temporales. Primero me atiende un muchacho de barba espesa, en sus veinte años, quien muy cortes y solícito me suelta el decálogo de elementos que tengo que presentar, además de la licencia de Artes Visuales que llevo en mis manos, para poder “tramitar” la autorización para exportar: documentación que avale mi propiedad de la obra (¿?), copia de la invitación de la galería a la que viaja para la muestra y certificado de domicilio (¿?). Tras esto se inicia un expediente y SI (condicional) se me autoriza a la exportación, luego tengo que ir a la calle Hipólito Yrigoyen (frente a Casa de Gobierno) donde me “verifican” (¿qué?), lugar a dónde no tengo que llevar la obra, y recién –si me verifican positivamente- vuelvo al Correo y la Aduana de ahí me verifica materialmente la obra y ¡finalmente! se hace el envío.
Trato otra vez de argumentar, pero el muchacho evidentemente no habla el mismo español que hablo yo. Pido que me atienda su superior, le indico que tengo una fecha de inauguración, que estuve tres días aguantándole – literalmente- la vela a la Aduana del Correo que por estar sin luz no me pudo decir que tenía que ir por ahí primero para obtener este otro “permiso”. Que no me dan los tiempos. Que me está diciendo estupideces: que tengo que “verificar” sin verificar en un tercer lugar para sí “verificar” en el mismo lugar del que vengo; que le tengo que traer un certificado de domicilio cuando el domicilio que denuncio en toda la documentación es el mismo de mi documento (pero el documento es del año pasado, me dice negando con la cabeza; estoy a 23 de enero: el año pasado es a menos de un mes, protesto; no está actualizado, no sirve, insiste inconmovible).
Él se mantiene en sus treces y yo en las mías. Que me atienda su superior, que no me voy. Dice que espere que va a derivarme “a la Jefatura”. Espero, total, al menos ahí adentro hay aire acondicionado, el lunes esperé al rayo del sol (lamentablemente, tan en vano en una y otra oportunidad).
Al rato viene una chica, más joven todavía, evidentemente un “cuadro” de La Cámpora. Me dice lo mismo pero con más contundencia: todo para nosotros es mercadería. Todo lo que se exporta es para la Aduana una mercadería y hay que hacer este trámite así y basta. Pero una obra de arte que sale para una muestra no es “mercadería” –trato de explicar despacito, a ver si capta el significado. –La licencia de exportación temporaria que me da Artes Visuales de la Nación (la misma “Nación” de la que depende Aduana) es por 12 meses. Si al cabo de ese plazo la obra no volvió es correcto que me pregunten por el paradero, y que si no volvió por su eventual venta que me exijan explicaciones y los pagos que procedieran. Pero si sale por un mes para una exposición no tiene nada en común con una mercadería, que es por definición un bien de cambio y que pretende un rendimiento económico. Son cosas distintas, no se pueden tratar igual.
Para la aduana todo es mercadería, hay que tramitar el expediente y se acabó. ¿De qué ley sale eso? Sigo insistiendo más terca pero un poco más instruida que ella. Tanto la ley de exportación de obras de artes como los Códigos Civil, Comercial y Penal llevo años conociéndolos. El sentido común me ha venido con el pulgar prensil. Una obra de arte no es una mercadería y ya en el pasado he enviado mi obra al exterior para diversos eventos, esto de un permiso de la Aduana es nuevo y absurdo. La chiquita que no puede argumentarme con lógica pero que tiene todo el poder de la burocracia a su favor me imprime la misma ley que yo conozco: la 24.633. La bendita ley no agrega nada nuevo o distinto: según el texto (que releo en mi indignación) la verificación del empleado de Aduana de Correos de la licencia de Artes Visuales y el DNI del exportador es suficiente, todos los requisitos de la norma se cumplen con ello. Quise hacérselo entender o, que al menos, cotejaran el papelerío ahí y en ese momento (sin mi “certificado de domicilio”), pero no, imposible.
Que presente todos los papeles y se me abrirá el expediente, y después se verá. ¿Cuánto tiempo? Y, depende, aproximadamente cinco días hábiles. Acá. Después en verificaciones de Hipólito Yrigoyen no sé, depende de ellos. ¿Qué verifican? Verifican. ¿La obra? No, la obra hay que llevarla directamente al Correo de Retiro. ¿Cómo antes? Sí. ¿Y que verifican en Hipólito Yrigoyen? Verifican la documentación. ¿No la pueden verificar ustedes y es un paso menos? No, nosotros tramitamos el expediente y Aduana autoriza la exportación, ellos verifican.
Ahí llegamos a un punto muerto del absurdo abstracto. Recogí mis cosas (obviamente, yo todas estas vueltas las realicé arrastrando mi bulto con mis siete obras de la Silk Road a cuesta, ya que soy tan ingenua que cada día que arranco y salgo de casa creo que voy a poder realizar el envío) y me fuí.
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