En otro blog (www.loveartnotpeople.org) hablábamos hace un par de días sobre lo “popular” en el arte, y me quedé con la sensación de que lo “popular” se ha teñido de un absurdo matiz romántico y épico, como si fuera el fin y el cúmulo de todas las virtudes. Aunque lo que sí quedó claro (al menos para mí) es que el término “popular” carece de un único y concreto significado y que nuestro actual régimen de gobierno lo ha utilizado de modo tan ruin que probablemente acabe siendo, con el tiempo, una mala palabra.
Hoy amanezco escuchando a nuestro Jefe de Gabinete y al anacrónico (sorry, es “marxista”, digo anacrónico por no decir caricaturesco) Ministro de Economía tratando la más urgente cuestión de Estado: el tomate. Que si se va a firmar un tratado internacional para traerlo desde Brasil; que si se va a crear un comité de crisis para analizar la cuestión; que se va a establecer por decreto de necesidad y urgencia el precio del cherry y del perita. Que el que coma tomate será considerado traidor a la patria. La heroica lucha del pueblo contra el infame tomate.
Entonces vuelvo a preguntarme: ¿cuál es la verdad? ¿Qué el precio del tomate puede desestabilizar un gobierno “popular”? ¿Eso es lo que nos está diciendo nuestro séquito K -porque a la faraona la tenemos desaparecida en acción-? Acuden a mi memoria las nefastas frases de Goebbels (ministro de propaganda de Hitler): "Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad". Y “Más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad inverosímil". ¿Cómo es posible que hayamos llegado a estos niveles de absurdo? Lo ignoro, pero evidentemente es la realidad del día de hoy y lo real es verdad, por lo tanto, todo este asunto disparatado del tomate es LA VERDAD.
Ganas me dan de tirarle por la cara a un par de camporistas recalcitrantes el Mein Kampf al grito de "Leé algo antes de repetir burradas." Pero debe ser incompatible la acción racional con la afiliación partidaria.
Reconozco que vista desde fuera la realidad económica argentina puede resultar más increíble que lo que nosotros, que estamos adentro, lo percibimos cotidianamente. Nuestras crisis y nuestros pintorescos disparates son cíclicos, vemos estas cosas tan seguido que no nos sorprenden tanto y tenemos mecanismos inconscientes para sobrevivirlos. Cada argentino es un economista especializado en la supervivencia. Nos escandalizamos un rato, rezongamos fuerte, pero seguimos adelante porque ¿qué otra cosa se puede hacer? Con anteojeras de percherón seguimos tirando del carro.
En lo personal, uno trata de mantener la mirada en la verdad verdadera, pero se hace sumamente difícil cuando se vive rodeado de tamaño discurso falaz, el nefasto “relato”, el constante tratarnos como estúpidos por parte del gobernante de turno. ¿Qué hacer? No mucho (aparte de aguantar y hacer malabares para reducir los estragos de la inflación y la violencia social que va en ascenso), pero tomando conciencia de que todo, absolutamente todo lo que nos dicen los gobernantes que nos maltratan y degradan a la Nación es UNA MISERABLE E INJURIOSA MENTIRA, y que habrá un día en que les haremos rendir cuentas por ello aunque más no sea con la pública y elocuente sanción social.
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