sábado, 11 de enero de 2014

Sobre discusiones inútiles.

 
 
 
 
     Debo reconocer que es fácil discutir conmigo porque, básicamente, no discuto. Hago como que escucho, dejo hablar al otro, que se explaye, que se justifique, y cuando la falta de argumentos o el simple cansancio lo silencia, vuelvo amable y contundente a pronunciar un claro “no” o un “no me interesa” y doy por finalizada la cuestión. Cualquier discusión conmigo es decididamente inútil. ¿Arrogancia? ¿Omnipotencia? No. Simplemente la costumbre de tomar decisiones sola, porque hasta hace muy poco a nadie le interesaba mi vida y lo que hacía con ella.
 
      Veamos: mi “vocación” por el arte siempre fue tildada de “excentricidad pasajera”, como esa tontería juvenil que se iría con la madurez. “Haciendo dibujitos no vas a llegar a ningún lado”. Cumplí con los mandatos convencionales, me gané la vida con algo aceptable y productivo, y seguí en paralelo y solitario con mis “dibujitos”. No diré que ese abandono no fue a la larga beneficioso: estando solo uno desarrolla una voz necesariamente personal, sin interferencias ni influencias. Emocionalmente puede no ser grato pero afianza la voluntad y desarrolla la personalidad. Uno termina siendo un cascajo psíquico, un despojo desolado de desamparo afectivo, pero profesionalmente decanta en un yo personal y definido que en un artista se aproxima mucho al estilo y a una “escuela” propia.
 
      Ahora, cuando ya nadie puede considerar mi inclinación al arte una “berretín juvenil y trasgresor” y mis obras un mero “pasatiempo”, mucha de las mismas personas que nunca me tomaron en serio vienen a darme consejos de como “no desperdiciar mi talento” y de la mejor manera de “encausar mi carrera en el arte”. Y ahí, claro, los dejo hablar y los ignoro cuál ellos mismos me enseñaron a hacerlo a lo largo de los años. Yo ya no necesito que me “alienten” y que me “apoyen”. Ese “hombro amigo” que pedía entre llantos cuando la angustia me asfixiaba.
 
     He estado sola tanto tiempo que hoy la compañía me molesta. Hago y deshago, bien y mal, me equivoco mucho y seguido y lo tomo con la misma racional imperturbabilidad que cuando algo sale muy bien. Sigo, con menos estorbos y menos angustias, pero sigo por dónde vengo desde hace largo rato. Cuento sólo conmigo, pero ahora eso ya es más que suficiente.


 
 
 
 
     ¿Y a qué viene recalcar esto? A otra nueva andanada de “bien intencionados consejos” acerca de:
 
1) No enviar mis trabajos a Europasin control”, a "tontas y locas". ¿Quién los recibe? ¿Y cómo te los devuelven? ¿Y si los venden y no te avisan? ¿Y si se los queda alguien? Esos papelitos pintados que antes no tenían ningún valor y sólo ocupaban espacio, parece que de golpe se han vuelto “valiosos”. Su preocupación es, obviamente, interesada. Que bien, los felicito por la iluminación, pero me tienen sin cuidado. Mi obra está desarrollando su propio camino. Van en búsqueda de espectadores que puedan valorarlas y que influyan en su futuro individual. Cada obra es un fin en sí, un lenguaje y un mensaje. Si no vuelven (como le sucede a muchos de mis trabajos que salen a mostrarse lejos de aquí) es porque están donde deben estar. Confío en que sabrán hacerse de un lugar donde las aprecien y disfruten. Por estos lados todavía no entienden que jamás me fue mi intención al acatar mi vocación artística el “hacer dinero”.
 
Y 2)  mi inexplicable empecinamiento lúdico en intervenir mueblecitos de pino. Estoy en el séptimo cielo jugando con una mesita circular de pino barato (la pagué $ 120.- algo así como dólares 11.-) y la estoy trabajando con cordones, vidrios y cristal líquido, y una lámpara de escritorio sobre una versión personal de un rostro clásico de Mucha en grafito y esmalte de uñas. Realmente estoy hecha un jolgorio trabajando en ella. Y ahí viene toda esta gente que de pronto parece recordar mi existencia con sus para qué, pero no pierdas el tiempo, y eso como lo exhibís, no tiene nada que ver con lo que estás haciendo ahora, ¡tenés que concentrarte y tomar en serio lo que estás haciendo! (já)… y bla, bla, bla.   Me aburren, me hastían, los ignoro, ¡se los demuestro!, y siguen… Se ve que les gusta perder el tiempo.



 
 
 
     News sobre mi Silk Road. La licencia de exportación sigue sin dar noticias. Tengo el expediente número 77/14, pero me acaban de informar por teléfono, con tono de fastidio, que : “¡Pero no, señorita! De este año no salió nada. Llame en una semana.” Voy a seguir con mis buenas intenciones una semana más, a ver si puedo hacer todo como se debe. Sino, tomaré al toro por las astas, lo ataré con alambre en una clásica porteñada, y veré como puedo hacer que lo que debe ser sea.



 
 
 
 
 

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