viernes, 7 de febrero de 2014

 


     A lo largo de la vida uno se encuentra con historias o personajes literarios que sospecha podrían devenir del eficaz espionaje de la propia vida y persona. Paranoia descartada, uno comprende que ese personaje pinta con fidelidad patologías compartidas y en la identificación uno empieza a temer sufrir las mismas vicisitudes prácticas. 

      Durante años me sentí la versión barata de Funes el memorioso, hasta que descubrí al Casaubon de El Péndulo de Foucault y lo ví entretenerse en el mismo juego de asociaciones y referencias bibliófilas que es mi desvarío cotidiano. También ví lo mal que terminan él y Balbo, pero quiero creer que ese desenlace era necesario para que las casi mil páginas de Eco tuvieran sentido y que en mi caso mi inofensivo pasatiempo no tendrá peor destino que convertirme en una persona insufriblemente pesada de soportar en reuniones sociales y bastante difícil de entender en la convivencia diaria. Partiendo de cualquier cosa me es imposible no buscar vinculaciones con la información que almaceno en mi memoria y de ahí perderme en líneas convergentes hacia cualquier lado. Lo hago todo el tiempo y con todas las cosas. A veces acabo sin saber exactamente de donde salí para llegar a tal lado. Y lo peor: para que se suponía que iba.






"Decidí inventarme un trabajo. Me había dado cuenta de que sabía muchas cosas inconexas, pero que era capaz de conectarlas en pocas horas con algunas visitas a la biblioteca. Cuando me marché era imprescindible tener una teoría, y yo sufría por no tenerla. Ahora, en cambio, bastaba con tener nociones, todo el mundo estaba ávido de ellas, y más aun si eran inactuales. (...) El criterio era riguroso, y creo que es el mismo de los servicios secretos: no hay informaciones mejores que otras, el poder consiste en ficharlas todas, y después buscar las conexiones. Conexiones siempre existen, sólo es cuestión de querer encontrarlas."

 Umberto Eco, El Péndulo de Foucault, Debolsillo Buenos Aires 2004, pág. 291-293.-






    Estábamos discutiendo (a mi manera, muy tranquila y amablemente) sobre el fin del mundo, los rayos nuestros de cada día que dios nos libre, y la ruptura del Séptimo Sello que protegía a La Cámpora y adláteres. Algo tuvo que ver Oxford (obvio para mi: Boudou y el Gato de Cheshire) y de por qué la Unidad de Análisis de Conducta Criminal que da pie a la serie Criminal Minds tiene su origen en el detective belga de Agatha Christie: "La psicología, Hasting."

     Para cualquiera un delirio errático pero para nosotros un debate con pleno sentido y lógica encadenante. Se tomó la molestia de pasarme la data de un certamen de arte erótico para artistas mujeres que se convoca en Sevilla vía un blog y una página en Facebook (http://sublimaeros.jimdo.com/ y https://www.facebook.com/sublimaeros). Pese a que hay una limitación de medida que me obliga a preparar una obra ad hoc que cumpla los requerimientos de la convocatoria, automáticamente vislumbré algo en la línea de Imagen Barcelonesa (un trabajo que realicé tomando de modelo a una mulata de un póster que escamotié a una pared en Las Ramblas durante mi breve paso por Barcelona), por lo que acabé agradeciéndole la información, saltando de una ciudad a otra, comentando que bien podría hacer algo rápido y divertido sobre una vista de un puente de Brujas mientras le citaba lentamente –con mi lastimosa pronunciación- un fragmento del libro que estoy actualmente tratando de traducir del inglés a la par que brego por entenderlo correctamente:






By this time in the development of witchcraft studies, a pattern of denial is clear. Historians were denying that misogyny and patriarchy are valid historical categories and were refusing to treat women as a recognizable historical group. Reading these works is like reading accounts of the Nazi holocaust in which everyone would agree that the majority of victims were Jewish, but no one would mention anti-Semitism or the history of violent persecutions against Jews, thereby implying that it was “natural” for Jews to be victims. Without mentions of a tradition of oppression of women, the implication for the sixteenth century is that of course women would be attacked –and that it must somehow have been their fault. This is what historians conclude when they have no awareness of traditional misogyny or traditional oppression of women. (…) …”all women were potential witches,” “the witch hunt was part of the sex war,” and “witch-hunting is woman-hunting.”” 


Anne Llewellyn Barstow Witchcraze – A new history of the European witch hunts HarperColins Publishers San Francisco CA 1995, pág. 4 – 7.-






(Traducción personal poco confiable: "En ese momento, en el desarrollo de los estudios sobre brujería, un patrón de negación resulta evidente. Los historiadores niegan que la misoginia y el patriarcado sean categorías históricas válidas y se niega el considerar a las mujeres como un grupo histórico diferenciado. La lectura de estas obras es como leer las reseñas sobre el holocausto nazi en el que todo el mundo está de acuerdo en que la mayoría de las víctimas eran judíos, pero nadie menciona el antisemitismo o la historia de las persecuciones violentas contra los judíos, dando a entender con ello que era "natural" para los judíos el ser víctimas. Sin considerarse una tradición de opresión sobre las mujeres, el análisis del siglo XVI colige que, por supuesto, las mujeres serían atacadas, y que de alguna manera debe haber sido su culpa. Esto es lo que los historiadores concluyen cuando no tienen conciencia de la misoginia tradicional o la opresión tradicional de la mujer. ( ... ) ... " Todas las mujeres eran brujas potenciales", " la caza de brujas era parte de la guerra de los sexos " y " la caza de brujas es la caza de las mujeres".”)





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