martes, 4 de febrero de 2014

 



     Parece que mis chicas de la Silk Road ya andan deambulando por tierra española. ¿Cómo? Siguiendo el Camino de la Seda, obviamente. 

     Una de mis voces –sin gran interés habré de reconocer- cuestiona si es prudente que escriba al respecto acá, presuponiendo la posibilidad de “público” de un blog. Me abstengo de confesarle mi sospecha de que blogger es una ficción colectiva y que a nadie interesa lo que escribe el otro, ya que todos los que frecuentamos la especie nos concentramos en lo nuestro, lo que en definitiva resultará absolutamente privado al no haber quién más lo lea. No quiero darle una nueva oportunidad de burlarse de mí llamándome paranoica –en el mejor de los casos- o ignorante blasfema –en el peor-. Sí le recuerdo que por deformación práctica jamás dejo por escrito nada que pueda ser utilizado en mi contra. 

      La “alusiones” no son “afirmaciones” y en ese margen dialéctico surge la duda razonable que como todos sabemos desde Perry Mason hace millonarios a los abogados (o, al menos, a los escritores de best seller sobre abogados).

-¿Ya están en Córdoba?-, pregunta en concreto la voz de anteojos, también sin demasiado interés en mi respuesta. Me acosan, pero realmente no me prestan mucha atención. -¿Te lo confirmaron ya?- En parte, podría decir. Según una de mis fuentes. Cierto criterio científico me obliga a esperar la duplicidad de confirmación por referentes independientes para cerrar la certeza. Pero la experiencia (los previos procesos de “teletransportación” desde la Enterprise) me indica que ¡ya está!. Nivel superado. 

      La voz rubia capta mi satisfacción y se ríe, comentando suavecito como confidente: 
-Le ganaste a esa chusma ordinaria de La Cámpora. Pudiste montar una exposición en el exterior sin pedirles permiso ni pagarles peaje… Esa victoria es superior a cualquier logro de la muestra en sí.- ¡Por supuesto que no!, me indigno. Lo importante es poder mostrar mi trabajo en Europa. Proyectar mi obra fuera de las fronteras domésticas (o sencillamente mostrarla en algún lado dada la poca simpatía que me tienen por estas tierras).

      Las trabas y estorbos habituales de la burocracia (acrecentados desde que se implantó el régimen nefasto de los K) son parte habitual del juego de “emerger”. Por eso se nos llama “artistas emergentes”: hay que salir a flote en el mar embravecido de los “no se puede” y los “no es posible”. Levantar cabeza por encima de la mediocridad de la máquina pública de impedir. Claro que los argentinos (y más los porteños) ya venimos con un código genético condicionado para buscar las salidas alternativas. Buenos Aires ha sido desde su fundación tierra de piratas y contrabandistas. Lo que se hereda no se roba. Ahora siento la risa de mis tres voces. Siempre se ríen las muy hienas cuando bordeo la cornisa. Pero ahí estoy, todavía, haciendo equilibrio.










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