miércoles, 26 de febrero de 2014

  


     "The Silk Road was the continental, overland equivalent of the maritime route. It was not a single thoroughfare but rather a series caravan route beginning at Xi´an, China, in the east, following the Great Wall to the northwest, and circumventing the Taklamakan Desert in present-day western China. It then crossed the Pamir Mountains to Sogdiana and Bactria, the central Asian provinces conquered in the fourth century B.C. by Alexander the Great, the first European traveler in Asia. This area was later subjugated by Genghis Khan, traversed by Marco Polo, and overrun by Tamerlane. Continuing across the Persian plateau, the route ended at the eastern Mediterranean coast. Caravans consisted of one hundred to one thousand camels each carrying five hundred pounds of freight, which made them attractive targets for bandits. Security considerations, including the careful selection of campsites and armed guards, added to the logistical planning. The final leg was by ship, initially to Alexandria and later to Venice. Natural stopping places along the primarily desert Silk Road were oases, where autonomous city-states gradually grew. Usually controlled by a military ruler, many became legendary marketplaces: Kashgar, Tashkent, Samarkand, Bukhara, Rhagae (Tehran), Damascus, and Palmyra. Among alternative routes was a trail south across the Karakorum Mountains, through the Hunza and Gilgit tributaries to the “Father of Rivers”, the Indus. It then passed Taxila, the ancient Buddhist center, and descended to the Arabian Sea, where at the Indus delta it joined the maritime route. For European traders the luster of silk was not its only appeal. Unlike cotton and wool, silk did not provide a haven for body lice, a troublesome pest of medieval and Renaissance times. Apart from silk, coming west from China were furs, jade, bronzes, lacquer, ceramics, gunpowder, and iron. Europe sent wood, gold, silver, precious stones, ivory, and glass to balance the trade. "







 


(La Ruta de la Seda era el equivalente continental terrestre de la ruta marítima. No había una sola vía, sino una serie de rutas de caravanas que comenzaban en Xi'an, China, en el este, detrás de la Gran Muralla en el noroeste, y circunvalaba el desierto de Taklamakan, en la actual China occidental. Luego cruzaban las montañas de Pamir a Sogdiana y Bactria, las provincias de Asia central conquistadas en el siglo IV AC por Alejandro Magno, el primer viajero europeo en Asia. Esta zona fue luego sometida por Genghis Khan, atravesada por Marco Polo, e invadida por Tamerlán . Continuando por la meseta persa, la ruta finalizaba en la costa oriental del Mediterráneo. Caravanas consistentes en hasta cien mil camellos llevando cada uno 500 libras de carga, eran blancos atractivos para los bandidos. La seguridad requería especial consideración, con la cuidadosa selección de los lugares de campamento y la guardia armada, más una escrupulosa planificación logística. El tramo final se hacía por mar, en un principio hacia Alejandría y más tarde a Venecia. Lugares de parada naturales a lo largo de la Ruta de la Seda en el área desértica eran principalmente los oasis, donde las ciudades-estado autónomas crecieron gradualmente. Por lo general controlado por un dictador militar, muchos se convirtieron en mercados legendarios: Kashgar, Tashkent, Samarcanda, Bujara, Rhagae (Teherán), Damasco y Palmira. Entre las rutas alternativas estaba un sendero sur que atravesaba las montañas del Karakorum, a través de los afluentes de Hunza y Gilgit hacia el "padre de los ríos", el Indo. Pasando por Taxila, el antiguo centro budista, descendía hasta el mar Arábigo, donde en el delta del Indo se incorporaba a la ruta marítima. Para los operadores europeos el lustre de seda no era su único interés. A diferencia del algodón y la lana, la seda no proporcionó un refugio para los piojos del cuerpo, una plaga problemática de la época medieval y renacentista. Además de la seda, que viene del oeste de China había pieles, jade, bronces, lacas, cerámicas, pólvora y hierro. Europa envió madera, oro, plata, piedras preciosas, marfil y cristal, para equilibrar el comercio.) 


  Kenneth Nebenzahl Mapping the Silk Road and Beyond, Phaidon Press Inc. New York 2004, Pág. 7 y 8.




 


    Mañana (u hoy, no tengo muy en claro que horario tiene determinado el blog y cual mi computadora) se inaugura en Córdoba, España, la muestra colectiva “Arte para 4” donde estará mi versión personal de The Silk Road. Será la primera vez que una serie de siete de mis obras se exhibirán juntas fuera de la Argentina. Sin ser una “individual”, la integridad de la serie puede acercar al circunstancial espectador una idea más acabada de lo que hago y de lo que pretendo transmitir. Lamentablemente, no estaré allí para evaluar la reacción, pero tengo fe que de algún modo algo pueda llegar hasta mí vía el inefable milagro de la internet. No puedo evitar la ansiedad pero tampoco la euforia. Pese a estar en este “fin del mundo” y de las trabas y despropósitos que hacen hoy de Buenos Aires un laberinto kafkiano, las cosas pueden hacerse cuando prima la pasión y la convicción. Y el sólo hecho de que mañana mis chicas se cuelguen en una distante pared andaluza es, definitivamente, una ROTUNDA VICTORIA.









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