Sobre los artistas y el arte o de cómo sólo se trata de llamar la atención.
Fernando Savater, Las preguntas de la vida Editorial Ariel S.A. Barcelona 2008 Pág. 239/249.
Umberto Eco, Historia de la belleza Lumen S.A. Milan 2006, pág. 334.
Charles Baudelaire, El pintor de la vida moderna, 1869.
“Empecemos por aclarar que Platón desconfía de los artistas y nos previene contra ellos porque está convencido de su fuerza, es decir de su capacidad de seducción. Si el arte no fuese más que una trivial pérdida de tiempo, Platón no le hubiese dedicado probablemente la menor atención crítica. (…) La ética lleva las de perder en materia de diversión frente a la estética. ¿Por qué? Pues porque sabemos de antemano cómo deben ser las personas decentes –su actuación se rige por principios, es decir por normas que conocemos aun antes de conocerles a ellos-, en tanto que los malos resultan variados en su transgresión y sorprendentes. Sólo hay unas cuantas maneras de portarse bien, mientras que las de portarse mal son innumerables; de aquí proviene que la ética –la cual no hace más que recordar una y otra vez lo fundamental- sea estéticamente “aburrida”, mientras que la estética –que pretende ante todo la novedad y lo insólito- sea moralmente sospechosa. Tal como resume Murdoch, ´el artista no puede representar ni encomiar lo bueno, sólo lo demoníaco, lo fantástico y lo extremo; mientras que la verdad es tranquila, sobria y limitada, el arte es sofistería, en el mejor de los casos una mímesis (imitación) irónica cuya falsa veracidad es un astuto enemigo de la virtud.´ (…) El juego del arte nos convierte en dueños de un mundo propio y así nos hace manifiesto un destino social pero también personal más allá de las coacciones naturales o legales, en el que tendremos que decidir sin culpas ni disculpas lo que queremos llegar a ser. (…) ¿En qué sentido decimos que un artista es “creador”? …Un poco ´divinos´ sí que son, porque su obra no se explica sin ellos –sin su vocación y personalidad-, o sea que si cada uno de ellos no hubiera existido lo que han hecho nunca hubiese llegado a ser. Me explico: si Colón no hubiese llegado en 1492 al continente americano, antes o después otro hubiera hecho este viaje desde Europa tal como los vikingos los realizaron en épocas más remotas… En cambio, si Mozart o Cervantes hubieran muerto en la cuna nadie habría compuesto La flauta mágica ni contado la historia de Don Quijote. No nos habrían faltado música o novelas, pero no esa música o esa novela. Podemos imaginar el teléfono sin Graham Bell o la teoría de la relatividad sin Einstein, pero no Las Meninas sin Velázquez. (…) El artista no es el primero en descubrir o lograr algo, sino el único que podía ´crearlo´ a su insustituible modo y manera… (…) La atracción del arte no nos llega siempre como una suave caricia sino a menudo como un zarpazo. Alain, un pensador contemporáneo que escribió mucho sobre el proceso artístico, señala que ´lo bello no gusta ni disgusta sino que nos detiene´. El primordial efecto estético es fijar la atención distraída que resbala sobre la superficie de las cosas, las formas, los sentimientos o los sonidos sin prestarles más que una consideración rutinaria. Según este criterio, es realmente hermoso todo aquello en lo que no hay más remedio que fijarse. Más que buscar nuestra complacencia o nuestro acuerdo, el arte reclama nuestra atención.”
Fernando Savater, Las preguntas de la vida Editorial Ariel S.A. Barcelona 2008 Pág. 239/249.
“Mientras algunos artistas del siglo XIX entienden el ideal del arte por el arte como culto exclusivo, paciente, artesanal, a una obra a la que dedicar la propia vida para plasmar la belleza en un objeto, el dandi (e incluso artistas que pretenden ser a la vez dandis) entiende este ideal como culto a la propia vida pública, que hay que ´trabajar´, modelar como una obra de arte para convertirla en un ejemplo triunfante de belleza. No es que la vida esté dedicada al arte, es el arte el que se aplica a la vida. La vida como arte.”
Umberto Eco, Historia de la belleza Lumen S.A. Milan 2006, pág. 334.
“El dandi no aspira al dinero como a algo esencial; tendría bastante con un crédito infinito; de buen grado deja esta trivial pasión a los hombres vulgares. (…) Es, antes que nada, la necesidad ardiente de crearse una originalidad, contenida en los límites externos de las conveniencias. Una especie de culto a sí mismo, que puede sobrevivir a la búsqueda de la felicidad que se encuentra en los demás, en la mujer por ejemplo: que puede sobrevivir incluso a todo lo que se llama ilusión. Es el placer de sorprender y la satisfacción de no sorprenderse nunca.”
Charles Baudelaire, El pintor de la vida moderna, 1869.
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