sábado, 7 de noviembre de 2015


     Después de año y medio (en realidad, más tiempo aun) fui a buscar las obras que estaban en Martín Coronado.  Es vergonzosa mi desidia, pero alego en mi defensa la falta de espacio para guardarlas.  De vuelta en casa sólo pueden amontonarse. 

     Aun así, son bienvenidas.  A Las Gracias Americanas le reservo un caballete por la sencilla razón de que con doble marco y vidrio resulta muy pesada y, por ende, muy frágil.  A Alicia en el Principio y A través del espejo les fue bien un par de clavos libres en un altillo.  






     El presunto abandono al que las sometí les da una circunstancial prioridad (al menos por un rato), y vuelven (tarde) de una actividad que supo ser interesante: 


                                            http://www.ramona.org.ar/node/52324




    Mientras tanto, haciendo alarde del poco espacio que normalmente tengo, me desparramo para terminar la escenografía de la ambientación de Alicia a escasa semana del evento.  Entre las piezas de ajedrez a cubrir con leve cartapesta para darles solidez, las tazas que  barnizo con vitrificante, y mi Gato al aguardo de sus bigotes y detalles finales, mi taller es en estos momentos zona de desastre por completo intransitable.






     A mí no me cabe duda: el verdadero lujo es el espacio.








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