domingo, 15 de noviembre de 2015






     “Existe, en las sociedades de los tiempos históricos un tema inquietante y recurrente… Dios y la guerra…

  Se siente más fuertemente el contraste casi insuperable entre la guerra efectiva y la paz soñada, cuando se observa cómo se han colocado las religiones ante la guerra.

  Las religiones más antiguas salían cómodamente del paso creándose para cada sentimiento una divinidad especial.  Así podían, en esa pluralidad, poner fácilmente junto al dios de la paz y del derecho al dios de la guerra y la violencia, o como hicieron los prácticos romanos: proveerse de un dios con dos cabezas, que era simplemente volteado al declararse la guerra y al concretarse la paz.

  Pero cuando se llegó a un solo Dios, que debía resumir en sí todos los atributos, surgió una cierta dificultad y muy raramente ha acentuado una religión –como por ejemplo la islamita- sus aspiraciones militares.  El Islam fue inventado por Mahoma y sus medinenses propiamente para hacer la guerra; se imaginaron nuevas reglas para poder atacar y saquear la Meca hostil incluso en el mes sagrado.  Ese origen bandolero no lo ha superado nunca la religión mahometana.  Como Mahoma tenía siempre a mano versos del Corán que le permitían supuestamente el disfrute sin límites de mujeres ajenas, así encontró también las palabras apropiadas para poner de acuerdo la esclavitud y la guerra con la voluntad de Dios.  Es característico y en el Corán se siguen uno al otro, inmediatamente pegados, los capítulos sobre el derecho a los esclavos y a la guerra; lo que es una indicación sobre lo íntimamente confundidas que están estas dos instituciones.  Estos tres impulsos básicos: la sensualidad disoluta, la guerra santa y la más brutal subyugación de los extranjeros (que culminaron en el harem, en la economía de los jenízaros y en el mercado de esclavos de Aleppo) condicionaron la fuerza del imperio islamita.

  Hubo un tiempo en que se creía que esta trinidad árabe era anterior a la cristiana.  En ese momento el triunfo de las armas otomanas pesaba gravemente sobre Europa.  Hoy, exteriormente, el árabe ha sido casi hecho retroceder hacia Asia; pero moralmente ha conquistado Europa y la bandera verde del profeta flamea invisible sobre cada casa europea en donde se habla de la “guerra santa”, que antes sólo había conocido el Islam, y que hoy se llama terrorismo. (…)

…Budismo y cristianismo se han propuesto en el fondo una armonía general del mundo y, por tanto, para ellos la guerra tiene que ser –o tendría que ser-, algo anormal, simplemente una perturbación.  Pero, “como es uno, así es su Dios”, por eso se convierte a Dios tan a menudo en escarnio.  Y como los descendientes de los creadores de las religiones fueron en general muy poco pacíficos –divinos tal vez, pero en cambio, tanto más bárbaros-, así han llegado finalmente las religiones a una aprobación de la guerra… (…)

  Cuando Caín  después de su crimen siente miedo y sostiene que debe huir, pues de lo contrario, se le matará si se le encuentra, el Señor lo tranquiliza: “Si se matase a Caín, será siete veces vengado”.  Esta proclamación directa de la impunidad práctica del asesinato llama la atención, y Caín aparece aquí como el primer “asesino” grato a Dios, un concepto que hoy en lo esencial sólo aplica a los soldados. (…)

…La Biblia prohíbe el asesinato y muy severamente, pero, por lo menos en el Antiguo Testamento, sólo el asesinato de judíos.  La Biblia en correspondencia con el tiempo de su aparición tiene un carácter completamente nacional.  Sólo el judío era propiamente hombre: el ganado y el extranjero podían ser matados sin que al asesino lo matasen.  En consecuencia, la guerra era naturalmente permitida y el judío es tan poco inconsecuente como el islamita cuando mata al gojim o al gjaur. (…)

  También en tiempos de Cristo se sostenía el viejo principio jurídico de que debe morir por la espada el que mata con la espada. (…)  Ni siquiera pudo Jesús, durante su vida, deshabituar a sus doce apóstoles del manejo de la espada.  Simón Pedro cortó la oreja derecha del sirviente de Malcho, y si Jesús no se hubiera puesto de por medio, es probable que hubiera seguido cortando orejas a su alrededor.  Y es justamente este Simón Pedro a quién escogió la Iglesia como símbolo; y desde la “silla de Pedro”, el cristianismo nacido como un canto de “paz en la tierra de los hombres de buena voluntad”, se transformó cada vez más en “ecclesia militans”. (…) …La verdad es que desde el siglo I las legiones de Roma se convirtieron en focos de la nueva secta y para cumplir con sus deberes de soldados se atuvieron a la famosa frase de Cristo en el Evangelio de Lucas: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”… (…) El viejo dios de la guerra, Marte, fue aceptado alrededor del año 400 entre los santos con el nombre de Martin y los pacíficos misioneros cristianos se acostumbraron a ser precedidos por la espada.  Así comenzaron las guerras, amparadas por el pensamiento eclesiástico y tal vez basadas en la coincidencia de que el dios céltico de la guerra recibiera el nombre de Hésus. (…)

Gustavo Frías, Paradigmas –Dios y la guerra paginas  Nueva Lente S.A. Madrid 1987 39/49





P.D.  La obra del encabezamiento es Ruinas Religiosas  (de 1998 creo, se vendió hace años y pertenece hoy a una colección privada en México) y la de cierre La Santa Inquisición (2012, aquí está, frente a mí en mi biblioteca).  Y la realidad me sigue confirmando cuanto mal los fanatismos religiosos hacen a la humanidad.  Es demasiado, demasiado triste todo.






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