“Existe,
en las sociedades de los tiempos históricos un tema inquietante y recurrente…
Dios y la guerra…
Se siente más fuertemente el contraste casi
insuperable entre la guerra efectiva y la paz soñada, cuando se observa cómo se
han colocado las religiones ante la guerra.
Las religiones más antiguas salían
cómodamente del paso creándose para cada sentimiento una divinidad
especial. Así podían, en esa pluralidad,
poner fácilmente junto al dios de la paz y del derecho al dios de la guerra y
la violencia, o como hicieron los prácticos romanos: proveerse de un dios con
dos cabezas, que era simplemente volteado al declararse la guerra y al
concretarse la paz.
Pero cuando se llegó a un solo Dios, que
debía resumir en sí todos los atributos, surgió una cierta dificultad y muy
raramente ha acentuado una religión –como por ejemplo la islamita- sus
aspiraciones militares. El Islam fue
inventado por Mahoma y sus medinenses propiamente para hacer la guerra; se
imaginaron nuevas reglas para poder atacar y saquear la Meca hostil incluso en
el mes sagrado. Ese origen bandolero no
lo ha superado nunca la religión mahometana.
Como Mahoma tenía siempre a mano versos del Corán que le permitían
supuestamente el disfrute sin límites de mujeres ajenas, así encontró también las
palabras apropiadas para poner de acuerdo la esclavitud y la guerra con la
voluntad de Dios. Es característico y en
el Corán se siguen uno al otro, inmediatamente pegados, los capítulos sobre el
derecho a los esclavos y a la guerra; lo que es una indicación sobre lo
íntimamente confundidas que están estas dos instituciones. Estos tres impulsos básicos: la sensualidad
disoluta, la guerra santa y la más brutal subyugación de los extranjeros (que
culminaron en el harem, en la economía de los jenízaros y en el mercado de
esclavos de Aleppo) condicionaron la fuerza del imperio islamita.
Hubo un tiempo en que se creía que esta
trinidad árabe era anterior a la cristiana.
En ese momento el triunfo de las armas otomanas pesaba gravemente sobre
Europa. Hoy, exteriormente, el árabe ha
sido casi hecho retroceder hacia Asia; pero moralmente ha conquistado Europa y
la bandera verde del profeta flamea invisible sobre cada casa europea en donde
se habla de la “guerra santa”, que antes sólo había conocido el Islam, y que
hoy se llama terrorismo. (…)
…Budismo
y cristianismo se han propuesto en el fondo una armonía general del mundo y,
por tanto, para ellos la guerra tiene que ser –o tendría que ser-, algo
anormal, simplemente una perturbación.
Pero, “como es uno, así es su Dios”, por eso se convierte a Dios tan a
menudo en escarnio. Y como los
descendientes de los creadores de las religiones fueron en general muy poco
pacíficos –divinos tal vez, pero en cambio, tanto más bárbaros-, así han
llegado finalmente las religiones a una aprobación de la guerra… (…)
Cuando Caín
después de su crimen siente miedo y sostiene que debe huir, pues de lo
contrario, se le matará si se le encuentra, el Señor lo tranquiliza: “Si se
matase a Caín, será siete veces vengado”.
Esta proclamación directa de la impunidad práctica del asesinato llama
la atención, y Caín aparece aquí como el primer “asesino” grato a Dios, un
concepto que hoy en lo esencial sólo aplica a los soldados. (…)
…La
Biblia prohíbe el asesinato y muy severamente, pero, por lo menos en el Antiguo
Testamento, sólo el asesinato de judíos.
La Biblia en correspondencia con el tiempo de su aparición tiene un
carácter completamente nacional. Sólo el
judío era propiamente hombre: el ganado y el extranjero podían ser matados sin
que al asesino lo matasen. En
consecuencia, la guerra era naturalmente permitida y el judío es tan poco
inconsecuente como el islamita cuando mata al gojim o al gjaur. (…)
También en tiempos de Cristo se sostenía el
viejo principio jurídico de que debe morir por la espada el que mata con la
espada. (…) Ni siquiera pudo Jesús,
durante su vida, deshabituar a sus doce apóstoles del manejo de la espada. Simón Pedro cortó la oreja derecha del
sirviente de Malcho, y si Jesús no se hubiera puesto de por medio, es probable
que hubiera seguido cortando orejas a su alrededor. Y es justamente este Simón Pedro a quién
escogió la Iglesia como símbolo; y desde la “silla de Pedro”, el cristianismo
nacido como un canto de “paz en la tierra de los hombres de buena voluntad”, se
transformó cada vez más en “ecclesia militans”. (…) …La verdad es que desde el
siglo I las legiones de Roma se convirtieron en focos de la nueva secta y para
cumplir con sus deberes de soldados se atuvieron a la famosa frase de Cristo en
el Evangelio de Lucas: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de
Dios”… (…) El viejo dios de la guerra, Marte, fue aceptado alrededor del año
400 entre los santos con el nombre de Martin y los pacíficos misioneros cristianos
se acostumbraron a ser precedidos por la espada. Así comenzaron las guerras, amparadas por el
pensamiento eclesiástico y tal vez basadas en la coincidencia de que el dios
céltico de la guerra recibiera el nombre de Hésus. (…)
Gustavo
Frías, Paradigmas –Dios y la guerra
paginas Nueva
Lente S.A. Madrid 1987 39/49
P.D. La obra del encabezamiento es Ruinas
Religiosas (de 1998 creo, se
vendió hace años y pertenece hoy a una colección privada en México) y la de cierre La
Santa Inquisición (2012, aquí está, frente a mí en mi biblioteca). Y la realidad me sigue confirmando cuanto mal
los fanatismos religiosos hacen a la humanidad.
Es demasiado, demasiado triste
todo.
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