Puede que
suene como una tontería, pero hasta este momento lo que más me satisface de mis
Postales
Victorianas es su capacidad de mutación según cambie el fondo sobre el
que se apoyen. Ya que las montaré entre
vidrios o en cajas de acrílico (según
donde sea que alguna vez las exhiba y mis recursos a ese tiempo), la pared
que circunstancialmente las acoja será parte conformativa de su estética ante
el espectador. Un total albur. Algo que gobernará el destino. Un auténtico trabajo en colaboración constante.
Y mientras
trato de conseguir un real código de etiqueta victoriana (léase, libro de la época) para completarlas (texto, sigo buscando texto, aunque ahora siento también la creciente
amenaza de incluirles estampillas… de la reina Victoria ob-via-men-te), me divierto jugando a fotografiarlas
aquí y allá registrando sus primerizos y cambiantes avances.
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