Allá
donde se cruzan los caminos,
donde el mar no se puede concebir,
donde regresa siempre el fugitivo,
pongamos que hablo de Madrid...
donde el mar no se puede concebir,
donde regresa siempre el fugitivo,
pongamos que hablo de Madrid...
Joaquín
Sabina
Cruzar el
Atlántico lleva su tiempo, más a los
que venimos desde el Fin del Mundo vía São Paulo. Demasiadas horas (y demasiadas turbulencias), las baterías de los equipos se agotan y
la señal de internet se pierde en el movimiento constante. Imposible hacer mucho más que quejarse y
añorar tierra firme.
Cuando el
wi-fi responde, veo las alertas de menciones en Facebook y en Ello…
Y una
tonelada de mails que no llegué a leer por lo que desde acá me disculpo con la
promesa de ponerme al día mañana (¡aunque haya tanto con qué distraerse!; Madrid
está aún más linda de lo que la recordaba -y la recordaba muy pero muy linda- y es tan fácil sentirse en casa por
estos lados…)
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