viernes, 27 de enero de 2017






     Como corresponde –porque somos personas muy prolijas- hacemos el recorrido previsible: las Ramblas hasta el mar (¿cómo no pasar a saludar al Mediterráneo aunque llueva y haga un frío que no quiero mencionar?) y luego todo el Gaudí que podamos soportar sin empezar a cuestionarnos la razonabilidad de su arquitectura orgánica.








     Pero Barcelona es más,  Barcelona es su gente.  Una manera cordial, una cadencia presta pero cuidada, un ritmo propio.  Un saber jerarquizar las cuestiones. Tomarse todo el tiempo necesario para el disfrute de esas tapas y esa cervecita helada.   La última vez que estuve por estos lados me detuve a hurtar algún que otro cartel callejero de los postes de luz de las Ramblas -que se plasmaron después en Imagen barcelonesa-.  Hoy estoy más canchera y tengo la memoria más entrenada así que me llevo todas las imágenes queribles adheridas al alma. Nada de exceso de equipaje para mí.












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