Somos todos iguales… Nos martillan desde nuestra niñez con semejante mentira. Que sea culpa de las religiones mayoritarias, o de la mediocridad imperante derivada de lo “políticamente correcto”, o del simplismo hipócrita de lo que “debe decirse” y de lo que no, “por las dudas”… vaya uno a saber. El punto es que nos obligan a vivir bajo esa falsa e injuriosa MENTIRA.
NO somos todos iguales (al dios que sea gracias por ello). Hay montones de variables posibles y sus respectivas combinaciones. Y muchos (entre los que se encuentran los artistas) trabajamos duros para definir y decantar esa diferencia que, precisamente, nos defina. Está bien la diversidad, el premio al esfuerzo y al mérito, el reconocimiento al talento. Nadie se escandaliza cuando se acepta sin pudor que Messi es DIFERENTE al gordito pata dura que intenta jugar al fútbol los domingos antes del asado en el tradicional match de solteros contra casados. Pero sí ES REPUGNANTE cualquier juicio sobre la diferencia entre los distintos integrantes de la sociedad. Es cosa de nazis y gorilas. Mejor callate.
A los políticos y a los curas (y los pastores, los rabinos, y los cómo se llamen del islam y las variantes orientales que por mi neto occidentalismo ignoro) les encanta ese asunto de que “todos somos iguales a los ojos del Señor”, aunque semejante afirmación se choque de lleno, por ejemplo para los cristianos, con la mentada parábola de los talentos o esa injuriosa historia del “hijo pródigo”.
Y a la politequería barata de estos (y de otros) lados le queda muy bien la letanía progre de la “inclusión social” mientras a los pobres se los incluya en las villas “miseria” (“asentamientos precarios” “villas de emergencia” “barrios emergentes”) y no en sus mansiones multimillonarias con ejércitos de seguridad privada y autos –importados- convenientemente blindados.
Así llegamos a que uno enciende la radio un lunes feriado de carnaval (¡feriado de carnaval en una ciudad como Buenos Aires QUE NO FESTEJA EL CARNAVAL!) y escucha sobre la toma de otro predio bajo el argumento de que “tengo hijos y necesito una casa donde vivir”. Y allá va el demagogo opositor al bando que sea a recoger agua para su molino al argumento pueril del derecho del reclamo social y a la “justicia” de meter a una familia de doce en una prefabricada de 16 metros cuadrados, con gente sin trabajo pero planes sociales sin moral y sin futuro, y darle a niños y jovencitos una educación deficiente (sin maestros mal pagos pero con comedores comunitarios en las escuelas, que alimentan -mal- pero ya no educan) y mucho tiempo de ocio para que apliquen a las bailantas, a la droga de baja calidad (paco) y a la justificación de un futuro de delito porque fueron “excluidos” por el sistema.
Pero no nos engañemos, los políticos no ignoran el resultado de su asistencialismo mercenario. Saben que éste es precisamente el que les asegura los clientes para arriar al acto que lo requiera por el costo de un par de billetes, un sandwich y una coca. Claro, somos todos iguales. La manada. Una oveja es igual a otra oveja. Sirven para dar lana. No se necesita más. ¿A dónde vas Vicente? A dónde va la gente. Pan y circo.
Sí, estoy enojada. Y realmente no concibo en mi cabeza como opción –bajo ninguna argumentación- el “irse del país”. Irse, en mi idioma, es huir, y si uno es una persona honesta que ama su tierra no tiene que huir de nada. Pero miro mi entorno y veo a las generaciones que están por debajo de la mía que quedarse ni siquiera es una opción que consideran en sus cabezas.
¿Qué pasó? ¿Cómo llegamos a esto?
Ha sido la política, probablemente. Ha sido la destrucción de la educación pública, seguramente. Ha sido el cansancio de los que tenían buenas intenciones y se dejaron vencer por los que tenían el poder (corrupto) y el dinero (mal habido). Es, a que negarlo, decepcionante.
¿Es un fin de ciclo? ¿Un recambio generacional? ¿El fin del mundo? No sé, pero si uno se sienta y considera la realidad argentina el día de hoy dan ganas de llorar.
Ayer visité Villa Ocampo, en Beccar.
Apenas llegar oí a un eventual acompañante exclamar –con dejo de peronista reciclado K para ahora ir abandonando la nave rumbo a Tigre- “¡Cómo vivía esta gente!”
¿Qué gente? Todavía la sorpresa me tiene muda. ¿Cómo vivían? ¿Criando a una familia a fuerza de trabajo? ¿Tratando de dar una buena educación a sus hijos? ¿Amando los libros? ¿Deseando dar al país una incidencia cultural internacional de respeto y progreso real?
Evidentemente, esa gente vivía como no se vive ahora, que somos todos iguales aunque no todos cobremos planes ni sueldos esplendidos de camporistas descerebrados. Ayer iba a ser un buen día, un tiempo para dedicar a mi vicio insano de amar a la literatura y rendir pleitesía a aquellos que la amaron antes y la honraron con actos concretos. Un día donde “atraparía” algún ejemplar más para mi reconstrucción de SUR (algún día tendré la colección completa de la revista y será la primera que este en una biblioteca precisamente del SUR). Un día para rememorar esas tertulias literarias en la casona de las Ocampo donde pareciera que estaba todo el mundo: Borges, Bioy, Silvina Ocampo, Manucho Mujica Láinez, Bianco, Mallea, Sábato… y Victoria, como anfitriona tenaz dispuesta a generar cultura pese a todo (pese a los políticos de turno durante más de cuarenta años).
Pero, como somos todos iguales apenas poner un pie en la Villa hoy de la UNESCO tuve que escuchar el comentario políticamente correcto, muy progre y definitivamente peronista de “¡Cómo vivía esta gente!”.
Me reconforto extrayendo de dos de los ejemplares de Sur que traje conmigo de mi malogrado paseo de domingo:
“Por publicarse SUR cada dos meses, y a veces con atraso (…) no estamos a menudo al día con los aconteceres públicos que merecen comentarios. Incluso, a veces pasa la oportunidad de hacerlos. Pero hay temas que son eternos y cosas que se repiten en la historia. Por eso, (…) queremos –con atraso y todo- referirnos a una noticia sorprendente: por disposición de las actuales autoridades, han sido secuestrados y quemados en dependencias del correo más de 1.500 volúmenes importados por libreros argentinos. La medida se justificó como aplicación de la Ley de Correo y la ley 16.984 del 18 de octubre de 1966. Esta actitud corrobora, por parte de las autoridades, una serie de censuras ya establecidas anteriormente para espectáculos y publicaciones. Entre los libros secuestrados o incinerados se encuentran La sagrada familia y los Estudios Económicos de Karl Marx, a Dialéctica de la naturaleza, de Engels y la Estética de Lukacs. Estos títulos figuran entre las lecturas de cualquier estudioso o intelectual; es absurdo reducir únicamente a motivos de proselitismo político el interés que despiertan estas obras. Sabemos por la desdichada experiencia histórica de la humanidad, a través de los regímenes más opuestos, que “la razón del más fuerte es siempre la mejor” y tiene tendencia a expresarse en términos de violencia material. Lo que nos consterna es que tales medidas se adopten en nombre de la democracia y la pacificación, que suponen plena conciencia de los problemas humanos y, sobre todo, espíritu de diálogo. Como dicen nuestros colegas de Criterio “del mismo modo, también, podrían actualizarse las hogueras purificadoras de la Inquisición o repetir la fútil pirotecnia emprendida por los adictos a regímenes purificadores y prometeicos como los de Hitler y Mussolini”. SUR se ha manifestado, una y otra vez, contra las formas de opresión del pensamiento. En esta materia tenemos por lo menos tanto derecho a opinar, a disentir, a aprobar, a censurar como cualquier miembro del gobierno. Estamos en nuestro territorio y si lo amenazan o lo invaden nos consideramos obligados a dar la voz de alarma. LA REDACCIÓN.”
Revista Sur Nro. 307, Julio –Agosto 1967, pág. 1-2.
Nota 1: En 1967 gobernaba la Argentina la llamada “Revolución Argentina” que había derrocado al presidente constitucional Arturo Illia (en 1966), tomando el poder el general Juan Carlos Onganía. Este régimen militar de facto (con Levingston reemplazando a Onganía del 70 al 71- y Lanusse del 71 al 73) continúo hasta el retorno del peronismo al poder en 1973.
Nota 2: Yo nací en septiembre de 1967 bajo el gobierno de facto de Onganía.
“Y ya que hablamos de Sur, ya que Victoria Ocampo nos ha congregado, quiero repetir, para terminar, una vindicación de Sur del espíritu de Sur, del espíritu de Victoria, que he debido hacer otras veces. Y es la absurda acusación de falta de argentinidad. La hacen quienes se llaman nacionalistas, es decir, quienes por un lado ponderan lo nacional, lo argentino y al mismo tiempo tienen tan pobre idea de lo argentino, que creen que los argentinos estamos condenados a lo meramente vernáculo y somos indignos de tratar de considerar el universo. Ahora bien, es difícil definir lo argentino, precisamente porque lo argentino es algo elemental y lo elemental es de difícil o de imposible definición. Pero si ya existe en el cielo platónico un arquetipo de lo argentino, y creo que existe, uno de los atributos de ese arquetipo es la hospitalidad, la curiosidad, el hecho de que de algún modo somos menos provincianos que europeos, es decir nos interesan todas las variedades del ser, todas las variedades de lo humano; nos interesan todas las variedades de la geografía y de la historia , del espacio y del tiempo. Y esa tendencia argentina a ver el universo y a ver no sólo lo que ocurre aquí ahora, sino lo que ocurrió en otras partes, lo que ocurrirá en todas partes. Todo eso ha sido estimulado generosamente, admirablemente y eficazmente por nuestra admirable amiga Victoria Ocampo. Estas son las cosas que yo quería decir.”
Jorge Luis Borges, Crónicas – Los Premios Nacionales de Poesía, Revista Sur Nro. 291, noviembre y diciembre de 1964, pág. 74-75
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