sábado, 1 de marzo de 2014

Sobre la autonomía del delirio o de como el subconsciente se mete en todo.



 


     Se suponía que era una chica. Yo sé que mi modelo era femenino (el cabello, la estructura ósea de la mandíbula, los ojos maquillados, labios llenos…), pero la rosa de los vientos cubrió el cráneo y entonces sólo quedó el cuerpo. Y cuando lo miro veo un cuerpo masculino. Ahí la dejé, en el limbo de las inconclusas.

     Pero con suma curiosidad: si yo estaba pintando a una mujer ¿por qué sobre el papel se plasmó un hombre?  Abandoné este trabajo para dedicarme a la meditación de esa “liberación” de mi obra de mi propia intencionalidad. Y como mi otro proyecto en circulación es mi La Santa Inquisición en América, me puse a buscar entre mis revistas un altar indiano, con el claro recuerdo unas imágenes soberbias de diversos altares de iglesias coloniales del Ecuador. Mi propia herencia –ya que por línea paterna toda la parientería ha nacido en Quito o en Guayaquil- me insta a incluir algo de la mano de obra aborigen en talla y orfebrería de las suntuosas y barrocas iglesias quiteñas. 

      Diré que al final no di con un altar sino que me perdí en una graciosa imagen de La Virgen de Quito, pero el punto es que en mi búsqueda me topé con un texto, viejo, pero que parecía aplicarse a la perfección al conflicto de género suscitado con mi último indefinido falso demonio-presunto ángel.






Cuando empiezo a escribir estas líneas, Calvin Klein… lleva un par de semanas mostrando por la ciudad el reclamo de sus nuevos slips en todas las gamas. Antes –no hace mucho- la ropa interior masculina no se anunciaba, o el anuncio era la prenda misma… Ahora dudamos si lo que se anuncia (oh, sabio Klein) es el calzoncillo o el chico joven, guapo y aparentemente bien dotado. (…) La imagen masculina –juvenil, generalmente- se ha vuelto (o ha retornado a ser) arte e industria. Arte lo fue en muchas ocasiones –tampoco hay que remontarse a Caravaggio, aunque esté cerca-; y quizá el cine ha marcado la pauta de la industria… (…) La imagen masculina –muy esencialmente, joven- ha roto invetebrados y homófobos tabúes. Un hombre puede ser atractivo, exhibirse, coqueto, y hasta jugar o practicar la ambigüedad, los matices de la androginia, mejor que las mujeres. (…) …lo que es para mí el rasgo más visible de la nueva imagen masculina, más plural y menos machista, o más machista con mayor pluralidad: la extrema belleza juvenil que vence en coquetería a lo femenino (desde lo visiblemente masculino), y más recientemente la imagen del joven hermoso, perdido o melancólico –nada potente pese a la potencia del cuerpo- quizá retornando, consciente o inconscientemente, a la imagen romántica del beltenebroso. De nuevo la moda, los modistos o diseñadores, se vuelven vanguardistas –peculiares vanguardistas- en este terreno. ¿Héroes caídos u Otros héroes? La más reiterada de las imágenes de la publicidad de Calvin Klein muestra a un muy hermoso muchacho rubio, en calzoncillos que insinúan cantidad genital, cuerpo delicado, depilado y pleno, pero un aire indolente, lánguido, entre melancólico y cansado… ¿Y este anuncio, además, no va destinado inevitablemente a un público principalmente masculino? ¿La languidez es “femenina” o acentúa la belleza del joven, marcadamente sexual, pero en realidad más allá de cualquier sexo tópico, porque ese ser no puede ni debe dejar indiferente a nadie, mujeres u hombres? ¿Debe el “hombre nuevo” –sugiere Klein- ser hermoso y plurisexual y a la vez delicado, huidizo, un tanto angélico (bien dotado) porque en este mundo hay demasiada sordidez y ceniza?” 

 Luis Antonio de Villena La imagen masculina hoy: adorno y alegato. Descubrir el Arte nro. 39, Mayo 2002, pág. 54/57.






     Un ser "hermoso y plurisexual". Me quedo con eso.





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