André
Breton llamaba al excéntrico Salvador
Dalí el “Avida Dollars”, el
anagrama del nombre del catalán que Breton
acuñó en 1939 para referirse al apego por el dinero que Dalí hacía evidente en su forma de vida y para con su producción
artística.
(…) Es bien sabido que el matrimonio Gala-Dalí firmaba sin reparo contratos con escultores y talleres de
grabado a los que daba carta abierta para realizar reproducciones de sus obras
avaladas con la firma del artista. Del mismo modo firmaba papeles en blanco
(hallados en su taller de grabado en París),
otro de los motivos por los que su obra gráfica resulta difícil de valorar como
auténtica; esta libertad derivada de la fuerza de su nombre resultó en la
producción desmedida de obras atribuidas a Dalí,
muchas veces sólo una atinada falsificación realizada a partir de algunos de
sus dibujos o sus cuadros pero presentada como pieza original. Más allá del
problema que esto representa para las casas de subastas y los coleccionistas
quienes desean “hacerse de un Dalí”, es esto el resultado de la sed por el
dinero que sufría el pintor, quien desde entonces sabía que su nombre era ya
una marca.
En la década de los 70, la entonces todavía más popular revista para
adultos: Playboy, que ya contaba con 20 años de experiencia en el
mercado, convocó a Dalí para ser el
responsable de la dirección de arte de una sesión fotográfica al más puro
estilo surrealista. Playboy, fundada por Hugh
Hefner en 1953, es reconocida en el mundo por sus portadas y sus páginas
ilustradas con bellezas al desnudo, pero además de la fotografía de glamour, el
contenido se completa con entrevistas y colaboraciones de reconocidas figuras
en el cine, la literatura, el deporte, la política y, por supuesto, el arte.
En 1974, el fotógrafo Pompeo
Posar y el controversial Dalí unieron
esfuerzos para llevar a cabo El mundo erótico de Salvador Dalí,
la representación a cámara de una serie de bocetos que el artista había
proyectado tiempo atrás. Motivado por sus intereses en la sexualidad y lo
erótico, resultado de sus estudios de las teorías sobre la pulsión sexual
acuñadas por Freud, Dalí propuso un shooting en el que las chicas desnudas y la composición del
escenario fueran la manifestación del deseo sexual.
Con sus reconocibles rasgos entre la locura y la fantasía, las
fotografías dirigidas por Dalí para Playboy integran
otro de los trabajos que cuestionaría aún más la reputación profesional del
artista entre quienes lo señalaban por someter el arte al valor del dinero. A
la distancia todavía se discute la colaboración entre Dalí y la revista sobre si éste decidió participar por la
remuneración económica que esto le traería o verdaderamente se vio motivado por
este nuevo medio para la expresión de su imaginería, pese a lo dicho por Dalí sobre su trabajo con Playboy:
“The
meaning of my work is the motivation that is of the purest – money. What I did
for Playboy is very good and your payment is equal to the task” (El significado de mi trabajo es la
motivación de lo más puro – el dinero. Lo que hice para Playboy es
muy bueno y la paga es igual a la tarea), e incluso sobre quienes se
empeñan en hacer una lectura artística y simbólica de las fotografías.
A la vuelta de esta declaración, los años han hecho de esta sesión un
tesoro para los aficionados del maestro Dalí
y un registro visual de lo que el artista podía hacer con personas reales: un
festín de la sexualidad en la imagen fotográfica.
Fuente: Cultura Colectiva – Mónica Careaga
mayo 23,2014
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