lunes, 10 de agosto de 2015

La  auténtica intervención artística versus la mera impresión publicitaria masiva de objetos utilitarios (léase: merchandising).


     Dice Milo Lockett:

     “Hay gente que nunca compraría un cuadro, pero sí colecciona almohadones y por ahí entra a la obra, empieza un diálogo. Muchos compradores de primeros cuadros entraron en contacto por una taza, por un estuche.
P -¿Es una estrategia de mercado?
R –No tiene que ver con el marketing ni con una estrategia.  Tiene que ver con que hay mucha más gente que le interesa un objeto que un cuadro.  Hay un fenómeno que se empezó a discutir hace unos años acerca del objeto cotidiano intervenido artísticamente.  A mí me parece una genialidad que el arte haya entrado a nuestras vidas desde otro lugar.  Que hoy esté en un sillón, en una juguera, en una cafetera, en una botella, es sinónimo de que nos empezamos a amigar con el arte y eso sucede en las grandes urbes de las capitales del mundo.  Hay artistas y personas que se resisten a esta idea.
P -¿Quiénes se resisten?
R –Los del establishment, ellos dicen que el arte tiene que estar en el museo y que no cualquiera puede estar en el museo.  Tampoco que cualquiera puede exponer.  No todos pueden pintar y eso, se contradice con lo que pasa actualmente en el mundo.  El arte siempre tuvo un lugar de solemnidad y de elite.  Y eso es pensar que unos pocos pueden acceder  El arte es universal y tiene que ser para todos, no tiene que ser sólo un refugio para los que tienen cultura. Por eso creo que puede estar incorporado a una mesa, a una servilleta, a una sábana, a una remera.”  

Milo Lockett “Me corro del lugar donde el arte se pone solemne”, Texto Fabiana Scherer, La Nación Revista domingo 9 de agosto 2015 páginas 38.




    Tanta mezcolanza de conceptos obliga a desentrañar lentamente el ovillo.  Pero lo primero es lo primero: “El arte es universal y tiene que ser para todos, no tiene que ser sólo un refugio para los que tienen cultura.” ¿Dónde está el error en esta afirmación?  En que sería deseable (¿moralmente obligatorio?) que a esta altura de la humanidad la “cultura” no resulte un privilegio de pocos sino un derecho humano natural a todo ciudadano.  Entonces, cultura y arte irían juntos integrando la cotidianidad de todos.  Pero como acá se nivela para abajo, quitemos de la ecuación la cultura (que es sinónimo en este caso de educación) y dejemos el arte como figurita vacía de mera decoración alienante. 

     Segundo error de concepto: confundir la “intervención artística” con una matriz de diseño masivo.  No es lo mismo (¡no es lo mismo!) un objeto individual, el que sea, tomado por un artista y re-elaborado desde una visión creativa,  intervenido personalmente y mutado en consecuencia por la acción directa de ese artista.  Estoy por completo a favor de la intervención, como forma de puesta en valor desde un lugar personalísimo, original, individual y único.  Yo, que me considero artista, he intervenido mesas:








Cajas:








Y  bandejas, entre otras cosas:






     Pero son todas ellas intervenciones sobre un objeto único, que cambia a partir de esa acción y que si bien no pierde el carácter utilitario inicial e intrínseco del objeto  implica el compromiso y la visión personal de quién lo interviene.  El objeto pasa a integrar la concepción artística de su interviniente.  Eso no tiene nada que ver con diseñar un garabato que será impreso de modo mecánico-industrial  indistintamente en tazas, platos y servilletas.  Eso no es intervenir es producir en serie.  NO ES LA MISMA COSA.

     "Los del establishment, ellos dicen que el arte tiene que estar en el museo y que no cualquiera puede estar en el museo.  Tampoco que cualquiera puede exponer.  No todos pueden pintar y eso, se contradice con lo que pasa actualmente en el mundo."

     El Arte tiene que estar en los museos.  Las grandes obras de  los grandes Maestros tienen que estar, indiscutiblemente, en los museos porque esas obras son patrimonio de la humanidad.  Los Leonardo, los Velazquez, los Goyas  y siguen (¡afortunadamente!) las firmas,  no pueden estar en colecciones privadas, sino que tienen que ser de libre acceso a todos y estar debidamente protegidos y resguardado por la comunidad de naciones (previniendo el expolio y asegurando el ingreso gratuito del público aunque sea en días determinados mediante la aportación de fondos públicos suficientes).  El Arte es patrimonio común de la humanidad y los museos los debidos guardianes que preservan ese patrimonio para las generaciones venideras. 
 

     “…no cualquiera puede estar en el museo…”  

     Obviamente.  Hay criterios de selección por calidad y prioridad ante la escasés de espacio.  Acceder al museo es una cuestión de méritos, y merecer no está en contra de ningún criterio racional ni del mínimo sentido común.  Sólo el populismo rastrero e hipócrita está en contra de los méritos.  No todo es lo mismo, nunca lo ha sido y nunca lo será.  Nadie se escandaliza porque un Messi cobra fortunas mientras nadie contrata al patadura chambón y excedido de peso que juega al papi fútbol con los compañeros de oficina los viernes a la noche.  En el fútbol el mérito (talento, dedicación, temperamento) pesa, pero en el arte no.  ¿De qué estamos hablando?
 

     “Tampoco que cualquiera puede exponer.  No todos pueden pintar y eso, se contradice con lo que pasa actualmente en el mundo.” 
 
     El hecho de que algo que está mal se haga igualmente no lo legitima, no lo convierte en algo que está bienEl que cualquiera con dinero, contactos y la suficiente caradurez no sólo pinte sino que exponga no significa que esté bien, que eso sea “arte”.  No es todo lo mismo, NO LO ES, aunque pretenda negarse hay escalas de valores, hay criterios de calidad.  Este “todo da lo mismo” que se pretende imponer es una forma de dar poder a los mediocres, de dejar ganar a los turbios y  a los impostores.  Y frente a esa trampa sólo nos queda la indignación y el elevar la voz para declarar que nos negamos a aceptar que nos traten de estúpidos, que nos crean borregos propensos a adherir a la manada.  Todavía podemos notar la diferencia y optar por lo real y lo auténticamente valedero.  Sin marketing ni discurso tramposo de por medio.


 





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