domingo, 9 de agosto de 2015
























     Decía la titular de la cátedra de Filosofía de la que llegué a ser ayudante por un brevísimo tiempo (abandoné porque perdía una hora de la cátedra de Teología, y siempre se me ha dado más aprender que enseñar) que cualquier análisis serio requiere distancia, tanto temporal como pasional.  Trato en general de aplicar esa premisa, pero no siempre es posible.  Como hoy.

     Hace poco tiempo renegaba sobre eso de “crear mitología”, pero evidentemente a otros artistas no les molesta en lo absoluto tergiversar su propia historia en beneficio de una aceitada campaña de marketing.  Dice Milo Lockett en la entrevista que le realiza Fabiana Scherer y se publica en la Revista de La Nación de hoy domingo 9 de agosto 2015 a páginas 34/42:

“Una mañana de 2002, se sentó en la cama y le dijo a su esposa, psiquiatra, que no pensaba trabajar más en la industria textil y que se iba a dedicar a pintar.  Cerró su fábrica estampadora y los tres locales de ropa.  Todos pensaron que estaba loco, menos su mujer, que fue el pilar fundamental de su carrera.  Sin formación académica y con los valores  y la sensibilidad que el maestro Mario Banegas despertó en él cuando tenía 6, 7 años, Milo tomó el pincel.  La galerista Teresa Anchorena descubrió sus dibujos en un bar de Chaco tres años después.  Su carrera comenzó a definirse en aquel momento. En el 2006 debutó en arteBA y se convirtió  en un éxito.  Fue el artista revelación.  En el 2007 fue el que más vendió.  Dos años después dijo basta.  Quiso salir de la elite.
“Siguen con esa idea de que el arte tiene que ser caro, para mí no, tiene que ser accesible, o por lo menos tiene que haber una parte de tu arte que sea accesible dice totalmente convencido.  Su obra se vende entre los mil pesos y los 80 mil.”


     Ahora bien, si algo me caracteriza es tener la memoria del Funes de Borges y de estar casi exclusivamente obsesionada con este asunto del arte y consumir toda la data que llega a mi alcance sobre la cuestión.  Y mis registros personales cuentan de que en el 2002 Lockett quebró, esto es, no pudo mantener sus empresas textiles por deudas laborales con la AFIP, la ANSES y algún que otro juicio laboral pendiente.  En el 2001/2002 era moneda corriente que las empresas pequeñas y medianas no pudieran capear el temporal de la crisis económica que nos arreciaba.   Lo de “decidir” abandonar la actividad empresarial para dedicarse al “arte” es  pura mitología de ocasión para complacer al publicista y dedicada a los que han olvidado en defensa de su salud mental lo que vivimos por aquellos años aciagos.

    Por otra parte, lo que se sabía en el medio local por esos tiempos era que la “galeristaTeresa Anchorena vio sus remeras estampadas manualmente con sus precarios dibujitos, las que usaba para canjear (2002 fue el año de los nodos de canje porque no teníamos moneda) por mercaderías diversas imprescindibles para la mínima subsistencia.  Ella lo convenció de convertir esos estampados en “obras de arte”, asegurándole un mercado de amigos que podrían blanquear y descargar impuestos con el cuento de la compra de arte original.  De ahí el mentado éxito en arteBA, que ya nadie duda que sirve de plafón a un dudoso mercado secundario de aun más dudosas obras de arte.

     Si después Lockett no quiso prestarse a ese juego poco limpio o vio la ampliación del negocio por otros lados, no lo sé.  Le dejo el beneficio de la duda. Pero hasta donde he oído su vínculo con la Anchorena continúa y su manejo en el medio es el de empresario y no el de un creativo.  En su taller tiene empleados, sus obras salen por línea de producción, abre factorías en cada feria o evento de arte que existe. O sea.




     Punto y aparte.  La cronista habla de “arte bru (aquel que no está contaminado por las convenciones académicas)”. NO.  NO.  NO.  ¿Es que los diarios ya no tienen correctores?  Es  art brut, arte bruto,  arte marginal, de autodidactas, arte de artistas sin formación.  No arte “contaminado”, sino arte sin educación formal.  Arte de artistas que han carecido de formación académica pero no necesariamente que renieguen de ella.  Yo hago arte bruto (soy autodidacta) pero no niego ni ignoro la proporción y la perspectiva.  ¿Cuesta tanto un poco de investigación (aunque sea vía Wikipedia) antes de escribir una nota?  Por favor, nivelemos para arriba, ¡para arriba!, por favor…  Cito textual de la publicación:

     “P -Tus obras  responden al arte más primitivo, al llamado arte bru (aquel no contaminado por las convenciones académicas), lo que genera una invitación permanente.
R –El yo puedo hacer mejor está presente todo el tiempo.  Me corro de ese lugar donde el arte se pone solemne y te da como única opción la observación.  Este tipo pinta, yo también puedo hacerlo.  ¿Por qué no?  Es pintura.  Agarrá un pincel y hacelo.”

     Contuve la calma hasta acá.  Es pintura.  Agarrá un pincel y hacelo.  O.K.  Todo es lo mismo, no hay diferencia, cualquiera hace cualquier cosa, todo da igual.  No hay mérito ni jerarquías.  Querido Milo Lockett, cuando te tengan que extirpar un tumor cerebral me ofrezco a ser tu cirujana.  Es neurocirugía, agarrá un bisturí y hacelo. Valga la diferencia.  Lo de él es tan irrespetuoso como lo mío.


     ¿Sigo?  

    “Tiene fascinación por los bares, amor que comenzó a los 15 cuando pasabva tiempo en La Estrella, un tradicional bolichito ubicado en una esquina de Resistencia.  “Tuve varios bares de los que fui dueño.  Me gustan.  Los siento como el patio de mi casa.  Me gusta ir a tomar café por la mañana temprano.  En algún momento tengo que pasar, no es ajeno a mi vida, no falto nunca.  También disfruto del bar que tengo en casa”
P –Tanto te gustan que ya estás trabajando en lo que será la cadena Milo Lockett Bar.
R – En Chaco tengo un bar con el Zurdo y Adrián, dos amigos.  Abrimos el primer Milo Lockett Bar en Córdoba (fusión creativa del artista con el chef José Tizado, Riki Giglioli, ejecutivo de Unilever y el ojo arquitectónico de Willy Fernández Christe) y más adelante lo haremos en Buenos Aires.  Yo sigo pintando, pasaré a tomar  un whisky nomás (En los bares se podrán adquirir obras del artista y merchandising exclusivo que incluye vajillas, remeras, libros, esculturas, entre otros objetos de diseño.)”


     ¡Y apareció la madre del borrego!  Así que por ahí venía la cosa:  la nota es parte de la campaña de lanzamiento de una cadena de bares…  Señores de La Nación (¿Dolores Mitre, me dicen?, no sé, no me consta), ¿cuánto sale tapa y nota de sietes páginas interiores?  Pregunto, por si algún día cambio de parecer y decido que el valor de mi obra lo determinará la (falsa) mitología publicitaria que la proyecte y sostenga.






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