Decía la titular de la cátedra de Filosofía de la
que llegué a ser ayudante por un brevísimo tiempo (abandoné porque perdía una
hora de la cátedra de Teología, y siempre se me ha dado más aprender que
enseñar) que cualquier análisis serio requiere distancia, tanto temporal como
pasional. Trato en general de aplicar
esa premisa, pero no siempre es posible.
Como hoy.
Hace
poco tiempo renegaba sobre eso de “crear mitología”, pero evidentemente a
otros artistas no les molesta en lo absoluto tergiversar su propia historia en
beneficio de una aceitada campaña de marketing.
Dice Milo Lockett en la
entrevista que le realiza Fabiana
Scherer y se publica en la Revista de La Nación de hoy domingo
9 de agosto 2015 a páginas 34/42:
“Una
mañana de 2002, se sentó en la cama y le dijo a su esposa, psiquiatra, que no
pensaba trabajar más en la industria textil y que se iba a dedicar a
pintar. Cerró su fábrica estampadora y
los tres locales de ropa. Todos pensaron
que estaba loco, menos su mujer, que fue el pilar fundamental de su
carrera. Sin formación académica y con
los valores y la sensibilidad que el
maestro Mario Banegas despertó en él cuando tenía 6, 7 años, Milo tomó el pincel. La galerista Teresa Anchorena descubrió sus
dibujos en un bar de Chaco tres años después.
Su carrera comenzó a definirse en aquel momento. En el 2006 debutó en
arteBA y se convirtió en un éxito. Fue el artista revelación. En el 2007 fue el que más vendió. Dos años después dijo basta. Quiso salir de la elite.
“Siguen
con esa idea de que el arte tiene que ser caro, para mí no, tiene que ser
accesible, o por lo menos tiene que haber una parte de tu arte que sea
accesible dice totalmente convencido. Su
obra se vende entre los mil pesos y los 80 mil.”
Ahora
bien, si algo me caracteriza es tener la memoria del Funes de Borges y de estar casi exclusivamente
obsesionada con este asunto del arte y consumir toda la data que llega a mi
alcance sobre la cuestión. Y mis
registros personales cuentan de que en el 2002 Lockett quebró, esto es, no pudo mantener sus empresas textiles por
deudas laborales con la AFIP, la ANSES y algún que otro juicio laboral pendiente. En el 2001/2002 era moneda corriente que las
empresas pequeñas y medianas no pudieran capear el temporal de la crisis
económica que nos arreciaba. Lo de “decidir”
abandonar la actividad empresarial para dedicarse al “arte” es pura mitología de
ocasión para complacer al publicista y dedicada a los que han olvidado en defensa de su salud mental lo que
vivimos por aquellos años aciagos.
Por otra
parte, lo que se sabía en el medio local por esos tiempos era que la “galerista” Teresa Anchorena vio sus remeras estampadas manualmente con sus precarios
dibujitos, las que usaba para canjear (2002
fue el año de los nodos de canje porque no teníamos moneda) por mercaderías
diversas imprescindibles para la mínima subsistencia. Ella lo convenció de convertir
esos estampados en “obras de arte”, asegurándole
un mercado de amigos que podrían blanquear y descargar impuestos con el cuento
de la compra de arte original. De ahí el
mentado éxito en arteBA, que ya nadie duda
que sirve de plafón a un dudoso mercado secundario de aun más dudosas obras de arte.
Si
después Lockett no quiso prestarse a
ese juego poco limpio o vio la ampliación del negocio por otros lados, no lo
sé. Le dejo el beneficio de la duda. Pero
hasta donde he oído su vínculo con la Anchorena continúa y su manejo en el medio
es el de empresario y no el de un creativo. En
su taller tiene empleados, sus obras salen por línea de producción, abre factorías
en cada feria o evento de arte que existe. O sea.
Punto y aparte. La cronista habla de “arte bru (aquel que no está
contaminado por las convenciones académicas)”. NO. NO.
NO. ¿Es que los diarios ya no
tienen correctores? Es art
brut, arte bruto, arte marginal, de
autodidactas, arte de artistas sin formación.
No arte “contaminado”, sino arte sin educación formal. Arte de artistas que han carecido de
formación académica pero no necesariamente que renieguen de ella. Yo hago arte bruto (soy autodidacta) pero no niego ni ignoro la proporción y la perspectiva. ¿Cuesta tanto un poco de investigación (aunque sea vía Wikipedia) antes de escribir una nota? Por favor, nivelemos para arriba, ¡para
arriba!, por favor… Cito textual de la
publicación:
“P -Tus
obras responden al arte más primitivo,
al llamado arte bru (aquel no contaminado por las convenciones académicas), lo
que genera una invitación permanente.
R
–El yo puedo hacer mejor está presente todo el tiempo. Me corro de ese lugar donde el arte se pone
solemne y te da como única opción la observación. Este tipo pinta, yo también puedo
hacerlo. ¿Por qué no? Es pintura.
Agarrá un pincel y hacelo.”
Contuve
la calma hasta acá. Es pintura. Agarrá un pincel y hacelo. O.K.
Todo es lo mismo, no hay diferencia, cualquiera hace cualquier cosa,
todo da igual. No hay mérito ni
jerarquías. Querido Milo Lockett, cuando te tengan que extirpar un tumor cerebral me
ofrezco a ser tu cirujana. Es neurocirugía,
agarrá un bisturí y hacelo. Valga la diferencia. Lo de él es tan irrespetuoso como lo mío.
¿Sigo?
“Tiene
fascinación por los bares, amor que comenzó a los 15 cuando pasabva tiempo en
La Estrella, un tradicional bolichito ubicado en una esquina de
Resistencia. “Tuve varios bares de los
que fui dueño. Me gustan. Los siento como el patio de mi casa. Me gusta ir a tomar café por la mañana
temprano. En algún momento tengo que pasar,
no es ajeno a mi vida, no falto nunca.
También disfruto del bar que tengo en casa”
P
–Tanto te gustan que ya estás trabajando en lo que será la cadena Milo Lockett
Bar.
R
– En Chaco tengo un bar con el Zurdo y Adrián, dos amigos. Abrimos el primer Milo Lockett Bar en Córdoba
(fusión creativa del artista con el chef José Tizado, Riki Giglioli, ejecutivo
de Unilever y el ojo arquitectónico de Willy Fernández Christe) y más adelante
lo haremos en Buenos Aires. Yo sigo
pintando, pasaré a tomar un whisky nomás
(En los bares se podrán adquirir obras del artista y merchandising exclusivo que
incluye vajillas, remeras, libros, esculturas, entre otros objetos de diseño.)”
¡Y apareció la madre del borrego! Así que por ahí venía la cosa: la nota es parte de la campaña de lanzamiento
de una cadena de bares… Señores de La
Nación (¿Dolores Mitre, me
dicen?, no sé, no me consta), ¿cuánto sale tapa y nota de sietes páginas
interiores? Pregunto, por si algún día
cambio de parecer y decido que el valor de mi obra lo determinará la (falsa)
mitología publicitaria que la proyecte y sostenga.
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