miércoles, 5 de agosto de 2015



     No es que yo sea monotemática (que, de hecho, lo soy), ni que me empecine con una cosa y gire sobre el punto hasta el hartazgo (que lo hago), pero al abrir mi correo hoy en el escaso margen de tiempo que pude conseguirme para ello me encuentro con dos mails que son más de lo mismo.  El primero, de un remitente desconocido hasta ahora, me propone una serie de servicios para potenciar mi carrera artística que viene a confirmar la premisa de que en el arte todos viven del artista, porque el artista paga de su bolsillo absolutamente todo.  Pego aquí el texto sin agregarle ni omitir ni una coma:




     ¿Es una broma?  ¿”Currículo en prosa”?  ¿En qué iba a ser si no?  ¿En versos alejandrinos o en prolijo soneto? ¿Y ciento noventa dólares una crítica?  El conceptual coaching (“Hoy en día una obra vale más que nada por su concepto”) me dejó boqueando como un pescado muda por la indignación.  Y arrancar citando como paradigmas a imitar a Hirst y a Koons … me reservo los comentarios (porque ya los he reiterado demasiado en este blog).



     Pero no alcanzaba con eso, no, aunque me hubieran dado material para la protesta constante durante un mes.  Un segundo mail cuyo remitente es Agora Gallery me ofrece por su parte Expert Advice for Artists



     E independientemente de que no discuto la propiedad intelectual (con lo que no estoy de acuerdo es con la propiedad comercial de los derechos intelectuales), que defiendo como cualquiera la protección ética de la obra, su integridad frente a terceros y la propiedad absoluta, perpetua e imprescriptible del autor material, no creo que deba tratarse al arte con las mismas reglas que se utilizan para patentes, productos u otros objetos con copyright.  Y, por sobre todas las cosas del mundo, estoy en contra de las marcas de agua en las imágenes.



     También escribí demasiadas veces sobre esto.  Este blog surgió en mitad de una discusión (abierta pelea) sobre mi incomprensible “capricho” de no colocar marcas de agua sobre mis obras ni de pleitar a cualquiera que tuviera la (amable y elogiosa según yo, la aprovechada e infame según mi entorno) idea de utilizar imágenes de mis obras sin mi conocimiento y expresa autorización. 


     Por supuesto que todo el mundo es libre de pensar lo que quiera,  de aplicar todos los mecanismos (legales) a su alcance para vivir a costa de los artistas, y de incluirme en listas de mails para mandar publicidades de sus servicios arancelados.  Y yo soy libre de indignarme otra vez y por lo mismo y volver a escribir sobre ello en este blog (ya monótono).  Mis disculpas si aburro.






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