domingo, 16 de agosto de 2015

Parroquiales (apropiadamente, en domingo)




     Ayer me comporté como persona responsable y previsora (en contra de mis instintos y preferencias), y con sobrado tiempo dejé a Paris en mi marquero para que la aliste para Conectarte baires.  Por una vez desoí a mi sentido del timing y aproveché un sábado que sería como viernes por el feriado del lunes y perdí la mañana ocupándome de menesteres organizativos.  Sí, reconozco, sería lindo tener a alguien que se ocupe de esos detalles.  Pero sólo somos yo así que debemos dividirnos y ser todas las personas necesarias (bendita esquizofrenia libre de haloperidol que lo hace más fácil.  Es cierto: no hay que preocuparse y ser como los lirios del campo… estoy muy católica esta mañana).







    Finalmente, tras un momento de duda por la posibilidad de un  tal vez…, cutter en mano, obsesión en gala, arremetí contra la fallida #11.  Con un grito desesperado de fe inconmovible en la calidad por sobre los afectos, desligué lo salvable de las máscaras y recuperé la bandeja base para la #12.-  Enterrados los muertos, asumidas las culpas, seguimos adelante, ¿qué más queda?






     La nueva versión de la #11 será una Marylin más lograda (¡por favor!), y la #12, como estaba en los planes, será un juego de espejos con muchas puntas, para aquí y para allá, todo para todos lados. 





     Hago todo a la vez, compulsivamente, como en un ataque de energía creativa derivada de la forzosa abstención.  Es un poco desquiciado, lo asumo, pero responde a la pura necesidad de hacer tras la pausa obligada de un viaje que me significó, como único consuelo, ver la utilería perpetuada de la Psicosis de Hitchcock que marcó mi infancia (Norman Bates es como un pariente, ¡un hermano!, alguien más real y cercano que todos los que se mueven cotidianamente a mi alrededor que no pasan de sobras de decorado de rigor). 









     


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