Avances (aéreos)
de mi Caballito.
“-Ha llegado la hora -dijo la Morsa-
de que hablemos de otras cosas:
de barcos... lacres... y zapatos;
de reyes... y repollos...
y de por qué hierve el mar tan caliente
y de si los cerdos tienen alas.”
de que hablemos de otras cosas:
de barcos... lacres... y zapatos;
de reyes... y repollos...
y de por qué hierve el mar tan caliente
y de si los cerdos tienen alas.”
Lewis Carroll, Alice
in Wonderland
Ha
llegado la hora de que mi Caballito se suba a su poste. Es necesario. Tengo hecha la mitad superior y para
realizar la mitad inferior es imprescindible solucionar el posicionamiento de
la barra/poste/palo en el que estará suspendido. Es un Caballito de Carrusel: fin de la
discusión.
Si supiera
algo de escultura, sabría que siempre se inicia la estructura desde el centro de
equilibrio hacia afuera, desde corazón central de la composición. Un escultor de verdad hubiera arrancado del
poste de suspensión, y alrededor de éste habría armado el esqueleto del caballo, para luego ir cubriendo capas externas. Pero yo no soy escultora, no he tenido
ninguna formación al respecto y como buena y empeñosa autodidacta voy haciendo
las cosas como me van saliendo.
Así que
para comenzar con el poste sobre el que se sostendrá el Caballito tomé –pura lógica farnelliana- una botella de
agua saborizada y una lata de papas Pringles.
Una dentro de la otra me suenan suficiente encastre.
Con algo
de pánico vertiginoso, volqué de lado a mi medio caballo para poder posicionar mi
botella/lata donde encajaría la punta de un caño de plástico duro de los que se
usan para las instalaciones de agua corriente.
Para
sujetar al caño de agua lo metí en un canasto donde acumulo corchos (¿para qué acumulo corchos?; no sé, para algo, nunca se sabe para que pueden servir). Pero como no quedaba suficientemente estable, lo afirmé con un pote de helado de telgopor, caracoles y piedritas pintadas
que andaban también deambulando por mi taller (¿por qué guardo tanta
porquería?; porque resulta útil para
sujetar un caño en un canasto de corchos).
Y ahora, ¡a
poner mi medio caballito arriba del caño! Como no mantiene el equilibrio voluntariamente (la cabeza pesa más que el resto del cuerpo), lo apoyo también en
una silla y un par de cajas mientras aseguro con una gruesa cartapesta el caño al cuerpo y empiezo a cerrar la parte inferior.
Supongo que si trabajo con el Caballito ya en el aire forzosamente
lograré que quede firme arriba del caño mientras voy cuidando los contrapesos
que sí aseguren su equilibrio definitivo.
Otra bolsa
de cartón y la media esfera de telgopor que me quedó fueron para la panza y las
caderas. Ahora a asegurar todo y
completar huecos con servilletas de papel.
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