¿Cómo no
deprimirse? ¿Cómo no confirmar que hemos
estado equivocados desde el principio?
Repaso por la web la última edición de Arco Madrid y me quedo
entre cajas de cartón enmarcadas, dípticos con pedacitos de telas a lunares o “instalaciones”
como Esperando
a George Clooney… estoy tan
errada… todo lo estoy haciendo mal… lo sensato es retirarse y dedicarse a otra cosa.
Como mecanismo
automático de defensa me refugio en mis cachivaches. Si mi concepción del arte no puede estar más
equivocada, bueno, ¿qué importancia tiene?
¿Me gusta componer máscaras venecianas con basura? (basura real, no altos presupuestos para convertir insumos originales y
valiosos en desperdicios “conceptuales”, presunto arte, que no tendrá otro futuro que el basural, la compresión o la quema), bueno, ¿por qué no
hacerlas?, si total mi destino no son las galerías ni las ferias, ni el mercado
de un arte que evidentemente es otra cosa de lo que yo creo que es.
Qué importa
ya si en vez de tirar al cesto un destartalado portavelas de alambre que fuera
un arreglo en una boda decido componer una máscara con pie y bonete cuya imagen
conservo de protector de pantalla (boda,
por cierto, cuyos protagonistas ya han pasado por el divorcio pero que su
memorabilia guardo porque fui testigo oficial de la ceremonia y me empeño en el
sentimentalismo -y en no tirar nada-).
Una mascarita de plástico de Guy
Fawkes de diez pesos (hoy, menos que un dólar) y un fascículo de recetas
que conservé en la ficción de que alguna vez iba cocinar.
Después
viene más bonete, y tratar de borrarle la cara a la máscara para darle una
expresión más próxima a mi modelo. Y el
resultado es altamente decepcionante. O
sea: una porquería.
Intento
mejorarla un poco con una capa liviana de enduído plástico, y si bien emprolija
sigue filando el abismo del descarte.
Espantoso. No logro convencerme
que voy camino a la estética que busco –aunque sea un poquitito similar a mi
protector de pantalla-. Me doy la última
chance de usar el color para mejorar el conjunto.
Es un hecho: el color
nunca me decepciona. Todo lo demás está
muy bien, es muy divertido; pero siempre es un pincel el que nos salva la vida
(a mí, a mi psiquis y al cachivache del
bonete). Seguimos...
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