sábado, 5 de marzo de 2016



     ¿Cómo no deprimirse?  ¿Cómo no confirmar que hemos estado equivocados desde el principio?  Repaso por la web la última edición de Arco Madrid y me quedo entre cajas de cartón enmarcadas, dípticos con pedacitos de telas a lunares o “instalaciones” como Esperando a George Clooney…  estoy tan errada…  todo lo estoy haciendo mal…  lo sensato es retirarse y dedicarse a otra cosa.












    Como mecanismo automático de defensa me refugio en mis cachivaches.  Si mi concepción del arte no puede estar más equivocada, bueno, ¿qué importancia tiene?  ¿Me gusta componer máscaras venecianas con basura? (basura real, no altos presupuestos para convertir insumos originales y valiosos en desperdicios “conceptuales”, presunto arte, que no tendrá otro futuro que el basural, la compresión o la quema), bueno, ¿por qué no hacerlas?, si total mi destino no son las galerías ni las ferias, ni el mercado de un arte que evidentemente es otra cosa de lo que yo creo que es.

   Qué importa ya si en vez de tirar al cesto un destartalado portavelas de alambre que fuera un arreglo en una boda decido componer una máscara con pie y bonete cuya imagen conservo de protector de pantalla (boda, por cierto, cuyos protagonistas ya han pasado por el divorcio pero que su memorabilia guardo porque fui testigo oficial de la ceremonia y me empeño en el sentimentalismo -y en no tirar nada-).  Una mascarita de plástico de Guy Fawkes de diez pesos (hoy, menos que un dólar) y un fascículo de recetas que conservé en la ficción de que alguna vez iba  cocinar.






     Después viene más bonete, y tratar de borrarle la cara a la máscara para darle una expresión más próxima a mi modelo.  Y el resultado es altamente decepcionante.  O sea: una porquería.




     Intento mejorarla un poco con una capa liviana de enduído plástico, y si bien emprolija sigue filando el abismo del descarte.  Espantoso.  No logro convencerme que voy camino a la estética que busco –aunque sea un poquitito similar a mi protector de pantalla-.  Me doy la última chance de usar el color para mejorar el conjunto.









     Es un hecho: el color nunca me decepciona.  Todo lo demás está muy bien, es muy divertido; pero siempre es un pincel el que nos salva la vida (a mí, a mi psiquis y al cachivache del bonete).  Seguimos...



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