En una
entrevista que la revista virtual Maleva
le hizo a Ignacio Gutierrez Zaldivar,
dueño y director de la galería Zurbarán de Buenos Aires, éste dice:
Reconozco
que jamás había asociado la “curaduría” de arte al cargo judicial de curador,
pero ciertamente es así: las personas declaradas incapaces conforme a la ley son representadas por
curadores. Sería inocente atribuir la
terminología a una casualidad. El
curador ejerce la representación legal, ostenta los derechos civiles y
administra el patrimonio de aquel que es incapaz de valerse por sí mismo. Siguiendo esta idea, los curadores culturales
consideran al artista un imbécil que no puede manejarse en el mercado y que, por
lo tanto, debe ser liberado de la responsabilidad de su carrera y de su
obra. Si hasta acá no me simpatizaban
los curadores, ahora los considero una afrenta personal. La confirmación de que sí, me toman por
estúpida.
Me saco
la rabia (innecesaria) releyendo la magnífica entrevista hecha al maestro
español Antonio López publicada por
el periódico web La Tribuna de Albacete, España:
Los
tiempos propios. La identidad
individual. No hay reglas
preestablecidas ni plazos perentorios.
El arte no es compatible con manuales de uso. ¿Cómo no desconfiar, entonces, de esos críticos que
cobran por su consulting para insertarte
en el mercado, el couching que
promete posicionamiento estratégico, los publicistas y su marketing, los
relacionistas que te venden que “llegar”
es “conocer a…”?
En Valladolid, España, en estos momentos
se desarrolla un proyecto donde (también)
se preguntan: ¿Esto es arte?
Venus del portulano
mixtura sobre papel artesanal y tela - 2006
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