miércoles, 16 de marzo de 2016




 Girad, girad, caballos de madera,
Girad, girad, cien vueltas y otras mil,

Paul Verlaine, Caballos de madera


Pegasos, lindos pegasos,
caballitos de madera.
...................................
Yo conocí, siendo niño,
la alegría de dar vueltas
sobre un corcel colorado,
en una noche de fiesta.
En el aire polvoriento
chispeaban las candelas,
y la noche azul ardía
toda sembrada de estrellas.
¡Alegrías infantiles
que cuestan una moneda
de cobre, lindos pegasos, 
caballitos de madera! 

Antonio Machado, Pegasos, lindos pegasos



     Parece –con lógica, por cierto- que la buena literatura adhiere a los caballitos de madera.  ¿Cómo vas a montarte, y muchos menos dar una vuelta, en un caballito de papel?  Pero es lo que hay, conseguir madera para tallar era poco viable (¡imagínate el tiempo que me llevaría con mis ritmos!), y dado que lo que originariamente quería era pintar un caballito, hacerlo es sólo el paso previo obligado para cumplir mi intención.

    Así que sigo con mi estructura de cartapesta.  Como la cabeza ha quedado un poco grande, la caja que tomé de base para el cuerpo necesita “crecer” un poco.  Agrego una caja de cervezas…





Y redondeo la grupa con media esfera de telgopor…





Posicionamos la base de la cola, para después desarrollarla en mechones como las crines.






    Coloco -partido- un pote de helados para estructurar la silla y recortes de cartón para marcar las zonas de todo el faldón.








    Hay momentos que lo miro y veo un cachivache sin recupero.  Otras veces, me parece que va…  que tiene potencial…  En estos días, medio enferma, con algunas líneas de fiebre, pegar servilletas de papel no me requiere demasiada precisión ni esfuerzo,  y hacerlo es un consuelo a la inactividad forzosa.  Puede que cuando me sienta bien renuncie a este disparate y vuelva “a las cosas”…







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