lunes, 23 de diciembre de 2013

AUTÉNTICO MINESTRONE: mi festejo del solsticio de verano como si fuera el de invierno y saludáramos a Mitra.






     Corroborando mi teoría de que la causa de todos los males del mundo deviene del exceso de libros (Gutenberg es el verdadero Satanás), cual monje copista medieval elaboro y divulgo mi versión personal del festejo del 25 que es en realidad del 24. 

   Comemos y bebemos abundantemente en solemne ceremonia de salutación a la cosecha que recogemos en el Solsticio de Verano, que viene a ser el final del año donde compilamos el fruto de nuestro trabajo y lo despachurramos en vulgares pero carísimos regalos a parientes que no soportamos y en el pago de más carísimas vacaciones con personas que soportamos aún menos, percatándonos en un instante de iluminación que trabajamos tantas horas al día en la calle porque no podemos convivir con los que habitan nuestra misma casa. 

     Rememoramos los festejos del Nacimiento del Invencible Sol Natalia Solis Invicti- o sea al Mitra persa, primera versión de “El Salvador”, el “Hijo de Dios”, el “Redentor”, el “Cordero”, devenido en nuestra memoria cultural -gracias al buen publicista que fue Pablo de Tarso- en el plagiario Jesús. Todo muy lindo, no me armes el pesebre a mitad de camino que vivo pateando al Niñito Jesús y me da mal augurio; ¿para qué le pones más lucecitas al árbol si seguimos con el servicio eléctrico cortado? 

     Claro que el Sol Invicto era el del invierno, pero esto de la globalización y del sentido común exige una misma fecha de nacimiento de los hijos primogénitos del dios oficial para toda la orbe y bueno, acá hace calor así que festejamos el invencible sol de verano que nos calcina y nos obliga a mirar al mar y a soportar la arena y a la familia en vacaciones.






     Pero pese a tener muy en claro que NO HAY NADA PARA FESTEJAR, yo adhiero de buena gana a las saturnalias de ocasión, con el mismo entusiasmo con el que emprendo los festejos de todos los ritos y credos que caigan a mi alcance. Y como cada año, soy la que se empeña en una cena de celebración de la nada misma con auténtico y honesto animus jolgorio. La pregunta del millón es: ¿por qué? 

     Por qué me tomo tamaño trabajo si sé -por experiencia- que habrá a mi alrededor mujeres de gesto adusto que a todo le van a encontrar un pero, que van a quejarse pormenorizadamente de cada circunstancias: que hace calor, que no hay aire, que se levantó viento, que va a llover, que está lloviendo, que este año hace frío, que la pirotecnia, que los perros que ladran, que los vecinos que están y los vecinos que se fueron, que los ladrones que se meten a las casas, que los ladrones de los comercios, que lo caro que está todo, que no hay nada para comprar, que la importación cerrada, que es todo chino, que para qué otra vez le compramos lo mismo, que nadie valora, que los chicos son chicos para eso o ya son grandes, que nada de lo que le compraste le va, que está gorda, que está flaca, que la ropa no la cambia, que las vendedoras la miran con mala cara, que para qué por lo que le queda por vivir, que no come porque lo tiene prohibido, que no bebe por la presión, que no tomó el remedio antes de salir, que tomes el remedio vos que vas a reventar, que no sigas tomando tanto alcohol… Pero QUERIDA, ¿cómo te soporto si no estoy borracha? 

      Y ellos, un montón pero intercambiables, todos más que parecidos iguales, colorados y sudados, se sacan la camisa para estar atentos al fuego de la parrilla, donde se aíslan entre sí a fin de debatir el pase de ese futbolista pata dura que la rompió en las últimas fechas. Y mañana hacemos un picadito, que YA alquilá la canchita, ¿qué cuantos somos? ¿Los hijos de tu hermano van a venir? Porque esos sí la tienen clara. Qué si, para las cinco de la tarde, que mañana comemos pasta o lechón, pero igual, vamos corremos un poco y seguimos comiendo. Total las mujeres lavan los platos mientras tanto y acomodan y no se dan cuenta de que nos fuimos. Volvemos para el pan dulce. ¿Y quién trajo los tres tiros y los busca pies? Juntá las botellas que a las doce las ponemos en el portón de al lado que la vieja se fue a lo del hijo y no hay nadie. Me gasté dos sueldos en pirotecnia, ya vas a ver el quilombo que armamos. Y siguen sudando, medios desnudos, desprolijos y desagradables, comiendo carne al rescoldo disminuyendo sin pausa las reservas de tinto, que después la seguimos con la sidra y el champán bien frío. ¿Ya están sirviendo el matambre con rusa? Que le sirvan a los chicos primero así se van a jugar por ahí y no molestan, que se sienten las mujeres, nosotros vamos después cuando sale el vacío. Y dale que son más de las once y no saqué ni un chorizo, que todos los años estamos empezando a comer cuando dan las doce… 

      Sí, ya sé. Yo tengo una marcada afición a perder el tiempo y a gastar energía en cosas –y gente- que no lo merece. Pero me es imposible evitarlo. Siempre he tenido un gusto deplorable para elegir compañía y al cabo de los años esas malas elecciones han degenerado en ESTO. Qué se le va a hacer… Los festejos en familia y la reverendísima puta que los parió (y no doy nombres sólo por mi buena educación).









     Para evitar el suicidio, que desentona con la decoración navideña que con tanto cuidado escojo cada año para no repetirme, arranco la lista de mis brindis que habré de culminar el 31. Así de corrido, sin solución de continuidad. Que los solsticios no compatibilizan con la sobriedad. 

    BRINDIS POLITICAMENTE CORRECTOS. Brindo por mí, por haber sobrevivido a otro año de “la década ganada”, por seguir al pie del cañón pese a todos los disparates que el régimen de turno supone que uno no ve y si lo ve no lo entiende y si lo entiende cree la explicación que ellos dan desde su atrio de impunidad. Brindo por haber resistido con estoicismo el deseo de emprenderla con una ametralladora contra las rústicas hordas camporistas abiertamente iletradas que me han salido al choque, sin dejar de discutirles (me temo que a los gritos por lo general) donde fuera que me los cruzara y aun siendo minoría. Brindo por mi irrebatible pero generoso consejo de “¡Agarrá un libro alguna vez, por piedad, antes de salir a decir tantas burradas!¡ME DAS VERGÜENZA AJENA!” que hasta ahora ninguno de los camporistas de mi entorno ha sabido sensatamente aceptar. Brindo porque el tiempo es sencillamente justo y corre igual para todos pese a la omnipotencia de varios. Brindo por el inicio de los últimos dos años de esta gente. Brindo porque para ellos vienen los malos tiempos y yo puedo seguir imperturbable porque para mí y gracias a ellos ha sido una década de malos tiempos que me ha inmunizado. Brindo porque todo lo que empieza termina y todo lo que sube baja. Brindo porque aunque la faraona diga ser una “abogada exitosa” las leyes de la naturaleza te alcanzan a la larga: después del esplendor viene la decadencia, palabra del I Ching 64. Como dice el Cambalache de Discépolo: "¡Dale nomás!/ ¡Dale que va!/ ¡Que allá en el horno/ nos vamo a encontrar!"





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