BRINDIS DEFINITIVO (Y MULTIPLE CHOICE)
Esta noche el brindis es obligatorio, aunque uno sienta –honestamente- que poco hay para festejar salvo la irrealidad de un “final” que ansiamos y no tendremos en lo inmediato, ya que mañana con la primera luz del día los problemas de hoy serán también los del 1ro. de Enero. Falta entonces letra para sostener el brindis.
Apelando a mi memoria (lo único que tengo aun no afectado por el calor y la falta de luz) propongo, entonces, brindar citando un tango como justificación. Las opciones –para quién sea aficionado al rubro pueden ser miles y a cada una más poética o trágica o patética- son:
a) Vocación beoda: “Che mozo! / sirva un trago más de caña, / yo tomo sin motivo y sin razón,/ no lo hago por amor / que es vieja maña, / tampoco pa` engañar al corazón./ No tengo un mal recuerdo que me aturda,/ni tengo que olvidar una traición,/ yo tomo porque sí, de puro curda/ pa`mi siempre es buena la ocasión.” (De puro curda, Carlos Olmedo & Abel Aznar).
b) Para evadirse de la realidad: “Nunca soñé que la vería/ en un "requiscat in pace"/ tan cruel como el de hoy./ ¡Mire, si no es pa' suicidarse / que por ese cachivache /sea lo que soy!.../ Fiera venganza la del tiempo, / que le hace ver deshecho / lo que uno amó.../ Este encuentro me ha hecho tanto mal, / que si lo pienso más termino envenenao. / Esta noche me emborracho bien, / me mamo, ¡bien mamao!, /
pa' no pensar.” (Esta noche me emborracho, Enrique Santos Discepolo). Nota: quién sea públicamente gorila o esté dolorosamente desilucionado por su pretérita ingenuidad o quien ya esté harto de estar harto ya me cansé puede considerar que el “ella” al que refiere Discepolo es nuestra vigente Ella.
c) Para cumplir una alegoría de suicidio (ahogarse en alcohol) desesperado: “Rara../ como encendida/ te hallé bebiendo/ linda y fatal.../Bebías/ y en el fragor del champán,/
loca, reías por no llorar.../ (…) Esta noche, amiga mía,/el alcohol nos ha embriagado.../ ¡Qué importa que se rían/y nos llamen los mareados!/ Cada cual tiene sus penas/ y nosotros las tenemos.../ Esta noche beberemos/ porque ya no volveremos/ a vernos más...” (Los Mareados, Juan Carlos Cobian & Enrique Cadícamo).
Para quién prefiera lucir frente a sus allegados como más intelectual y decadente, dando evidencia así de su desprecio por una realidad demasiado populista (nac&pop), puede optar por la clásica cita de Baudelaire:
"¡Es hora de emborracharse! Para no ser esclavos martirizados por el Tiempo, emborrachaos, emborrachaos constantemente! De vino, de poesía o de virtud, a vuestro antojo". Charles Baudelaire, Los paraísos artificiales.
Para quienes, a pesar de todo, sigan persistiendo en un espíritu rebeldes, sugiero un brindis transgresor como si se fuera uno de “Los invitados de la Princesa”:
“Llamó a la puerta de la 316 muy discretamente y le abrió Nirbano en mangas de camisa y sin corbata… (…) Después sacó una botella de las profundidades más recónditas del mismo armario.-¡Talisker!- suspiró satisfecho-. Ni Glenlivet, ni Cardhu, ni nada por el estilo. En cuestión de whisky de malta, no debe nunca apearse del Talisker, Mendia, hágame caso. Espero que no le importe demasiado beberlo en estos vasos de papel, ya sabe cómo son los hoteles. Nada de hielo, claro, aunque le aconsejo añadirle un poco de agua mineral.- Sirvió los tragos y después anunció solemnemente: -Y ahora, vamos a fumar. -¿Qué… qué fumaremos, don Nicolás?- inquirió Mendia, casi sobrecogido. –Pues tabaco, hombre de Dios, qué va a ser. Mire, le tengo reservados estos robustos Partagás. Deleitan y no cansan, ya verá. Yo me dedicaré a mi pipa, siempre que puedo vuelvo a ella. El tabaco holandés no le molesta, ¿verdad? Demasiado aromático, ya lo sé, pero no me acostumbro a ningún otro. Xabi cogió un puro y lo encendió despacio. –Vaya, a mí me han dado una habitación de no fumador. –Supongo que ésta también será… oficialmente. Pero todas las habitaciones que yo ocupo son de fumador, porque yo fumo. Les guste o no. Por si acaso, abriremos un poco la ventana, ya que el tiempo lo permite. ¡A su salud!”
Fernando Savater, Los invitados de la Princesa, Grupo Editorial Planeta SA, Buenos Aires 2012, pág. 100/101.
En lo personal, escojo dar a mi último brindis del 13 un poco de descontrol, malos entendidos, juegos de palabras intelectualoides y mucho buen alcohol, con un resabio catalán a lo Carvalho (el “hombre de aspecto entre la severidad congénita y el desencanto histórico” del texto que sigue):
“…Los camareros aparecieron en formación de ejército de ocupación de opereta vienesa y tras desfilar con las bandejas voladoras sobre sus cabezas, divididos en piquetes de gala se cernieron sobre las mesas, para dejar unos los platos de entremeses sutiles ´nouvelle cuisine´ marcada por el art decó, y llenar los otros las copas con el cava catalán que acompañaba según el menú, el entrante.
-¿Catalán?- preguntó Mudarra Daoiz, un académico especializado en el uso del diminutivo en la prosa femenina española del siglo XVII, al tiempo que sus ojos enrojecidos y duros detenían el movimiento escanciador del camarero, tanto como sus venosas manos cruzadas sobre la boca de la copa flauta, mientras sus labios se endurecían como piedras para preguntar acusadoramente al camarero:
-¿Catalán?
–No, señor, soy de Alcázar de San Juan.
–Me refiero al champán.
–Es cava, bueno, champán catalán, sí, señor.
–Me niego a tomar nada catalán mientras persista en Cataluña el genocidio contra la lengua española.- La mirada recolectora de solidaridades del académico recibió apatía y deseos de tomar champán, viniera de donde viniese, con excepción de la traductora de Sir Orfeo, que se puso un antebrazo sobre los ojos al tiempo que echaba el cuerpo bruscamente hacia atrás poniendo en peligro la estabilidad de la sólida silla eléctrica.
-¡No!- Había evidente curiosidad común por el destino del no. ¿No al cava catalán? ¿No al genocidio contra el español en Cataluña? ¿No a la actitud numantina y patriótica del académico? (…)
Fernández Tutor puso cara de bibliófilo… mientras Ariel Remesal lanzaba una mirada mandoble al mejor poeta gay de Cuenca, quien trataba de utilizar sus ojos y su nariz para concitar atención hacia el plato de salmón y como no lo consiguiera quiso ayudar a sus desganados interlocutores con alguna pista.
–Odio los animales de granja que conservan el aura de lo que ya no son.- Remesal y Fernández Tuto empezaban a estar gravemente desconcertados.
-¿Tal vez alguna metáfora postorwelliana?
-¿Acaso el Gran Hermano dirige el paladar universal del universal supermercado?- Mas como considerara corto el interés de sus desconcertados oyentes o corta su capacidad descodificadora, se levantó y arrojó ostensiblemente la servilleta sobre el plato de salmón sin respetar su almidonada condición inmaculada. –Me voy a saludar a Sagalés (…) y sin presentarse ni dar tiempo de asumir su nueva situación señalarle el contenido del plato.
-Salmón. El pollo de la posmodernidad. Y pronto la langosta será el pollo del siglo XX, para vergüenza del inventor de la Langosta al Thermidor. O, ¿acaso no estamos asistiendo a un Thermidor alimentario? Desde que han llegado los socialistas al poder sólo sirven salmón en estas verbenas. Con el pastón que tiene el Conesal y nos ofrece un menú de congreso de editores llorones o de reunión de editores supuestamente exquisitos que no van más allá del pollo de granja y de la Coca-Cola descafeinada.
-¡Salmón!- exclamó Sagalés soñadoramente y añadió-: ¡Salmón Rushdie, el gran escritor perseguido!- Carraspeó la señora Puig.
-¿Se refiere usted a Salman, Salman Rushdie?
–Salman es Salmón en español. Lo sé bien porque es un escritor que admiro.
-¿Le gusta a usted como escritor?
–Nada. Me da vómitos y sobre todo detesto su novela Versos Satánicos que parece un premio Planeta.
–Cierto, muy cierto.
-¿No me pregunta usted por qué lo admito si lo detesto como escritor?
-¿Cómo luchador?
–Como luchador es un idiota. A quién se le ocurre meterse con el Corán, un librito seudosagrado de una religión herética.
–Pues no sé.
–Le admiro porque es un atracador de lectores con el cuento de que le persiguen los integristas islámicos y le ha sacado dinero hasta a Margaret Thatcher, a la que jamás se la había conocido una obra de beneficencia, ni personal ni de estado. (…)
Sagalés reparó no sólo en que aún seguía allí el joven interpelador, sino que insistía en la interpelación y le concedió una mirada de curiosidad.
-¿Puede justificar su odio a los salmones?
–Todos los salmones de granja son asquerosos. (…)
–Cuando seamos mayores nos sentarán en mesas donde no habrá derecho a la mala leche, donde nadie estará dispuesto a matar a su padre por una frase brillante y donde nos servirán los mejores pedazos de salmón, de Salmón Rushdie.
-¿De qué vas por la literatura, tío? Cualquiera diría que tu eres García Marquez.- El mejor novelista gay de las dos Castillas parecía a punto de llorar y Sagalés de reír.
-¡Qué horror! ¡García Márquez! ¡Ese fabricante de bestsellers! Lo lee todo el mundo.- Manzaneque sobrevoló una mano pálida, delgada, alada sobre la copa de vino, la pinzó con los dedos, la despegó de su aeropuerto blanco, la empuñó como si su apasionada mano fuera a romperla y lanzó el contenido tan blandamente a Sagalés que el líquido se quedó a medio camino sobre el escote cuarteado de la señor Puig.
–Collons!- dijo el señor Puig lanzando la servilleta sobre la mesa, disponiéndose a levantarse, pero a la espera de que su mujer le contuviera el gesto.
–Pepitu, no t´emboliquis. Son escriptors. Ja se sap. (…)
Sagalés y la señora Puig partieron hacia los lavabos para curarse las manchas (…) En el lavabo masculino se encontró a… un coloreado bebedor de una petaca de plata. No contuvo el gesto el achispado, pero quiso justificarse.
-Justo Jorge Sagazarraz. Naviero especializado en la fabricación de pesqueros dedicados a la pesca del calamar. Es mucho mejor este whisky que el que te ofrecen aquí. Mucho postín y mucha beautiful people, pero no pasan del JB y eso ya es estándar. Eso ya lo bebía hasta Ceaucescu y lo beben los parados. Todos los obreros que yo despido beben JB, porque cuando les despido les regalo una caja. Pagando de mi bolsillo. Soy empresario, una vieja joven promesa de empresario y me jode despedir trabajadores. (…)
La puerta de la toilette se había abierto y… se cruzó con un hombre de aspecto entre la severidad congénita y el desencanto histórico. El hombre desencantado se limpió las manos mientras escuchaba de reoído la continuada disquisición de Sagazarraz sobre el whisky y los empresarios.
-…Acabo de descubrir un Single Malt de las islas Orcadas, Scapa, se llama y de él me lleno las petacas. ¿Quiere probarlo? Llevo encima tres petacas llenas. – Sagalés aceptó la botellita de plata y paladeó el trago y cuando iba a emitir un comentario el recién llegado le solicitó la botella.
-¿Permite?- Sagalés arqueó la ceja para solicitar permiso al propietario de la bebida quién cedió de mil amores la posibilidad de que otro secundara su vicio. Tragueó el hombre, comprobando a cada sorbo la bondad del líquido. –Tiene aroma y un sabor duradero. Pero no se haga ilusiones sobre la distinción de este Single Malt, amigo. (…) El Scapa es el whisky predilecto de la Royal Navy, porque tiene una base acantonada en la isla de Scapa.
-¿Y cómo sabe usted esto?
–Porque soy James Bond.
–Yo a usted le he visto en alguna parte.
–En la barra de un bar, sí señor.”
Manuel Vazquez Montalban, El Premio Editorial Planeta S.A. Barcelona 2005, pág. 31/49
A quién corresponda:
Salud! Salute! Salut! Saúde! Na zdorovje! Cheers! Santé! Prost!, Skål!
Selamat minum! Osasuna! L’Chaim! ! Mogba! Shereve! ! Salam ati! Kanpai! Mubarik!
Como se diga y se entienda. ¡SALUD!
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