jueves, 5 de diciembre de 2013

 
 
 
A lo largo del tiempo, nuestra memoria va formando una biblioteca dispar, hecha de libros, o de páginas, cuya lectura fue una dicha para nosotros y que nos gustaría compartir. Los textos de esa íntima biblioteca no son forzosamente famosos. La razón es clara. Los profesores que son quienes dispensan la fama, se interesan menos en la belleza que en los vaivenes y en las fechas de la literatura y en el prolijo análisis de libros que se han escrito para ese análisis, no para el goce del lector. (…) Que otros se jacten de los libros que les ha sido dado escribir; yo me jacto de aquellos que me fue dado leer, dije alguna vez. No sé si soy un buen escritor; creo ser un excelente lector o, en todo caso, un sensible y agradecido lector. (…) Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos. Ocurre entonces la emoción singular llamada belleza, ese misterio hermoso que no descifran ni la psicología ni la retórica. La rosa es sin por qué, dijo Angelus Silesius; siglos después, Whistler declararía El arte sucede.”

Jorge Luis Borges, prólogo para la colección Biblioteca Personal Jorge Luis Borges, Hyspamérica Ediciones Argentinas, S.A. Buenos Aires 1985.
 
 
 
 
   Dedicado a cierto imbécil que afirma con su modo infalible de “única verdad valedera” que mi dedicación a escribir este blog es una estupidez y una rotunda pérdida de tiempo.
 
 
 
 
 

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