miércoles, 4 de diciembre de 2013

 


     Ciertamente estoy distraída. Pero será hasta el viernes próximo, cuando toda distracción culmine en la (reiterada) comprobación de qué nada vale tanto esfuerzo por que nadie valora más allá de la comodidad de su ombligo. De cualquier manera, a mí me resulta inevitable el ser yo. No soporto la vulgaridad pero tampoco la simpleza, y si voy a intervenir en la realización de lo que sea, eso habrá de tener indefectiblemente la neta impronta farnelliana. ¿Tiempo perdido, entonces? Tal vez, pero yo vivo sólo por el placer estético y un espacio alistado bajo mis reglas, aunque sólo sea por un rato una noche de viernes, es un goce personal autogenerado. Al fin y al cabo yo también tengo ombligo.
 


 
 
 
     Así, se supone, el sábado acabarán las distracciones domésticas y regresaré a mi Lista de los Ángeles. Argumentaré que éste fue un tiempo de análisis y reflexión. Que si he logrado antaño captar la sensualidad y el poder de la figura femenina fue porque como mujer puedo sensorialmente identificar las realidades involucradas en ese juego. Que para atrapar la esencia de la sensualidad masculina tengo que adentrarme en el código sensorial del varón emisor. ¿Cómo? Como hago todo: leyendo, hurgando bibliotecas, deambulando por la web que ha sabido resultarme tan provocativa como un viejo y polvoriento fichero de librería pública. Me faltaba “información”. He compilado bastante en este tiempo. Hombres, mujeres, híbridos de ambos bandos. Es cuestión de decodificar el núcleo más primitivo y común y, entonces, podré acceder de modo indistinto a mis Ángeles y a mis Demonios. Creo encontrarme en condiciones de volver a intentarlo mucho mejor pertrechada.
 
 
     La borrachera que me auguro con el contundente malbec que escogí para el evento del viernes (que lamentablemente pocos de los concurrentes merituarán en su debido valor) sea el exacerbante merecido para cerrar mi brote de domesticidad y pueda retornar definitivamente a RAGNARÖK.
 
 
 
 
 

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