jueves, 14 de mayo de 2015


     Experiencia tienderil.  Determinación del proyecto.  Esbozo de hipótesis y desarrollo etapas de comprobación. Tesis buscada.
 
     Si vamos a hacer algo (aun cuando sea una estupidez) vamos a hacerlo bien.  Con orden y método, Hecules Poirot dixit.

     Se supone que si uno hace mucho de algo y lo pone en venta muy barato la gente se desespera, chilla de excitación y compra compulsivamente.  Obviamente, en lo personal, no lo comparto.  Ni la gente actúa como manada de ovejas ni un precio paupérrimo genera la codicia si el objeto carece del más mínimo interés.  Pero parece ser que es sólo cuestión de poner las cosas a muy bajos precios para tornar el arte "accesible a las masas”.  Yo sospecho que a las masas, por ser precisamente masa, le es indiferente el arte (no sienten la necesidad estética cuando se encuentran obligados a la supervivencia más elemental; que el arte es un bien  suntuario al que sólo se puede acceder cuando la necesidades básicas están sobradamente satisfechas).  Pero que sabré yo, y para demostrar mi ignorancia acepto esta experimentación fáctica.

     Entonces, decía, si la premisa de inicio es poner supuestas obras de arte a la venta a un precio pre-determinado (ya acordamos mil pesos, un poco menos de cien dólares), lo que sigue es hacernos de los objetos a vender.

     Y cual artista conceptual, que elabora el argumento y luego amontona basura (con perdón de la basura, que alguna vez tuvo algún sentido), armo una teoría de lo que voy a hacer.
 
 

Uno: obras pequeñas y todas del mismo tamaño, ya que se supone iguales en valor y no vamos a complicar al comprador en su elección.  Debería recurrir a pequeños bastidores de 25X25, pero como no tengo artística cerca y me veo enclaustrada en la oficina hasta la noche, opto por comprar en la maderera de bricolaje de enfrente (a la que accedo con la excusa de bajar al kiosco a buscar una barrita de cereal) unas bandejas de fibro-fácil, “planas para azulejos”, según la vendedora.  Para que conste en el inventario contable de la experiencia: $ 46.- cada una de ellas.
 
 

Dos: las obritas no tienen que generarme mucho trabajo, ya que el plan es sacarlas como línea de producción fabril. Entonces vuelvo a mis fuentes.  Serán retratos femeninos en tinta china.  Ya en la escuela primaria llenaba las hojas de los cuadernos haciendo los retratos de mis compañeras de colegio, desarrollando la habilidad de dibujarlas durante los recreos. Aprendí a ser rápida y eficaz.  Sigo siendo práctica para eso, aunque por comodidad elegiré los quietos rostros de las lánguidas modelos de una revista de modas.  Claro que el riesgo en esto es caer en un soberano aburrimiento.  Y si me aburro probablemente abandone.  Tengo que darme algún aliciente.  Voy a meter alguna máscara en el retrato, para poder aplicar cartapesta y estampillas y cartas de tarot y las manijas de cordón de las bolsas de compras, y tener fundamento para lentejuelas y dorados y cosas por estilo que, por lo general, me entretienen bastante.  Entonces, serán Retratos Enmascarados en Bandeja. Me gusta.  Suena lógico a mi lógica.  A media cuadra de oficina hay un cotillón.  La supuesta tos causada por atorarme con la barrita de cereal me justificó volver a bajar por una gaseosa diet.  Compre media docena de mascaritas de plástico endeble y tres de plástico duro.  $ 90.- en total para conocimiento del señor contable.  Mañana a la tarde –momento en que me libero de las obligaciones mundanas- voy a jugar con todo y empezar la producción en serie.
 
 
 
 
 
 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario