Promesas rotas
Me había
prometido (muy seriamente, por cierto)
no engancharme con la edición de arteBA de este año. Ya sé de qué se trata, ya sé que mi indignación
es infructuosa (para ellos, para mí es
productiva: me agranda la úlcera), que no está a mi alcance ni siquiera rasguñar
levemente su esfera de absoluta inimputabilidad. Allá ellos, desacreditando el arte nacional y
el nivel de sensatez del mercado local; acá yo, plañiendo de frustrada e inútil
ira y observando ¡otra vez! su patético
circo vergonzante.
Pero
acabo de encender la computadora y por ritual imprudente reviso mi correo y me
llegan las malvadas capturas de pantalla de mis más malvadas mal llamadas
amistades.
Y leo:
Cuento
hasta diez, recuerdo cuando le prestaba atención a ese asunto de la meditación,
ver violeta, la imperturbabilidad a lo David
Carradine en Kung Fu. Está bien, me
digo, respirando lento y pausado. Van a psicoanalizar los cuadros. Qué bonito.
Se ve que está de moda la arteterapia;
es sabido que muchos que dejan de fumar, para no entrar a darle a la comida,
se compran la cajita de témperas. En toda
clínica psiquiátrica encuentra primer empleo el maestro de dibujo y pintura recién
egresado de la Prilidiano. Está bien.
Los artistas están un poco chiflados, así que el diván es
decoración necesaria en una feria de arte que se precie de tal. Sigo.
Mejor ve
voy a conseguir un Valium y un Pepto Bismol.
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