sábado, 14 de marzo de 2015

     El auto- maltrato.


     Uno analiza cuidadosamente las técnicas empleadas por amigos y enemigos para maltratarnos, a veces logra encontrar defensas eficaces para aplicar con ellos y se reserva lo aprendido para el momento de auto-maltratarse.  Porque hacerlo es el deporte favorito en el que coincidimos todos.

     Auto-maltratarse es una conducta atávica.  Actúa como equilibrante de nuestra confianza cuando se viste de ego.  Es el nivelante emocional.  La pesa en la balanza. Y un vicio secreto que genera rápida adicción.

    Auto-maltratarse es patearse los tobillos cuando estamos haciendo equilibrio en la cuerda floja.  Sabemos exactamente cuándo llegamos al momento crítico, cuando ya no nos queda margen de negociación, y entonces, alegremente, comenzamos la acción corrosiva. El pajarito carpintero parado en la testuz, pica-pica-pica.  Taladrando hasta el cerebro, repitiéndose con eco hasta la médula.

     Voy con una experiencia de laboratorio.  El ratón experimental: yo.  Circunstancia: esta mañana encontrando un mail de ayer tarde-noche.  La organizadora de Arte La Plata me confirma lugar y fecha para la cuelga.  Perfecto, todo dentro de lo previamente hablado y acordado.  Me acota que como voy a estar en la parte central, queda una pared exterior que puedo usar también para colgar.  Dos metros extras.  Puedo colgar si quiero, y si no quiero no.  Yo elijo. No es técnicamente -y para cualquier análisis racional- un “problema”.  La rata de laboratorio (yo) entró en pánico.  ¿Por qué?  Despliegue de auto-maltrato de la mejor calidad.


    Tenía todas las decisiones tomadas.  Stand 17: tres obras de Cartográfica, dos de Plagiaria, mis dos bandejas con odaliscas, dos de mis mesitas fetiche.  Algunas postales con imágenes de lo exhibido, mis tarjetas ojo de gato, unos display de acrílico para colocar los carteles identificatorios.  Sobriedad y elegancia.  Profesionalidad y buen gusto. Todo listo.  De pronto, es el stand 18 (en frente del 17, sólo que en el corredor central) y la chance opcional de contar con una pared más (exterior).  Puedo no salirme del plan original y no colgar nada en esa pared extra.  Entonces una voz viene y me grita. -¡¿Y perder la oportunidad?¡!  Concuerdo, es una posibilidad de mostrar algo más, ¿por qué no aprovecharla?  Viene la segunda voz: -Claro, aprovecha para arruinar toda la puesta.  Sobrecargá, que eso te sale fácil.  Saturá todo para que la gente salga huyendo hacia otros espacios menos asfixiantes.  Es cierto, había planeado que las obras tuvieran aire, que armonizaran entre sí, que se complementaran y potenciaran.  Mejor dejo todo como está. –Perfecto- se burla otra voz o la misma o todas a la vez. -Deja el lugar libre para que lo ocupe otro.  Nadie nunca dirá que tuvo que sacarte del camino: vos te corriste solita.  No estorbas jamás a los que se toman el arte en serio.


     Paso horas torturándome con ires y venires.  ¿Qué hacer?  -Mantenete en el plan original.  Llevás meses convencida de que es la mejor propuesta que podés  hacer.  No se cambia de caballo a mitad del río.- Esa es la voz de los refranes. –Claro, el mundo es de los conservadores, ¿no?  De los que se conservan en formol, duran pero están muertos.  Sos algo para guardar en el freezzer y usar cuando no queda nada más para comer- replica la voz de los ejemplos sarcásticos. –Menos es más- dice la de los cliché.  –La nada es lo tuyo- acota la lapidante. -¿Y qué vas a llevar?  No hay tiempo ni para preparar algo que combine ni para enmarcar dignamente algo que tengas en carpeta.  ¡No hay tiempo!  Aunque quieras elegir ¡ya no podés hacerlo!- acaba la fatalista depresiva.

     Las oportunidades pueden lucir a veces como auténticas  maldiciones. 


      La voz rubia (la que suele sacarme del borde del abismo cuando el suicidio es la acción más saludable) me recuerda que en un rincón de mi biblioteca está arrumbado El Portal, que lució bien en el Borges, que es algo divertido para una pared exterior, como una convocatoria a entrar y conocer más de mi trabajo.  Las otras voces me salen al paso señalando un detalle que me disgustó cuando lo vi exhibido en la Bienal de Buenos Aires: el interior de las máscaras inferiores lucía desatendido, inconcluso, como un desliz.  Tengo un semana, puedo intentar solucionar ese punto y llevar conmigo El Portal.  Lo monto y si no me convence…  –Lo sacás y te lo traés de vuelta.  Siempre te queda la opción de volver al plan original.-  Esa es la voz amiga.  Pero desconfío.  Espero más réplicas.  Probablemente se callan porque volví a trabajar, a bajar las obras al taller para prepararlas.  Estoy a la defensiva, ellas al acecho.  En cualquier momento vuelven.  En cualquier momento siguen.  Auto-maltratarse es una actividad que reniega de los recreos.




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