En un momento
de la concurrida tarde de ayer, cuando dos mujeres jóvenes se habían detenido
durante varios minutos en mi stand y debatían sobre la técnica utilizada en mis
obras, me acerqué a ofrecer respuesta a sus dudas. Tras el cruce de un par de palabras, una de
ellas me preguntó si hacía unos años no había expuesto yo en el Centro de Convenciones de Monte Hermoso. Sí, claro; ella le calculó unos tres años
atrás, a mí me pareció que un poco más pero no quise contradecirla. Ahora corroboro que fue en el 2006, ¡hace nueve años!
Aun en la
creencia de que fueran sólo tres años, me sorprendió sobremanera que ella
hubiera reconocido el estilo –no eran obviamente las mismas obras- y se lo dije,
admirada de su buena memoria. Su repuesta fue
el halago más grande que he recibido durante la Feria y que me justifica todo (la
inversión en este evento, el dolor de espalda, la hinchazón de pies, el llevar invertido tanto dinero, tiempo
y salud en una actividad que la mayoría tilda de vana e inútil): dijo que
lo que yo hacía era original y único, que no había visto nada parecido en otro
lado. Después seguimos hablando y supe
que era ella también artista plástica, lo que hizo sus conceptos aún más valiosos
para mí (es alguien que observa y analiza
la técnica a más del valor estético en una obra).
Quedamos
en contactarnos vía web, y espero que así sea.
Quiero reiterarle mi gratitud por darme uno de esos momentos que se
conservan para siempre y que en las horas oscuras nos devuelven la fe en lo que
hacemos y que nos convence de que marchamos por el camino correcto.
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