miércoles, 3 de diciembre de 2014

   Ser artista en Buenos Aires (ser artista sin galería, ni art-dealer, ni representante bajo la denominación que esté de moda, ni nada de nada más que una obstinada buena voluntad de ser artista).

Capítulo III:  El desdoblamiento esquizoide del artista.
            III. b) El desdoblamiento como resguardo de identidad y seguro libertario.



     La dependencia económica condiciona al sometimiento.  Aún el más generoso e indulgente de los proveedores se sabrá con derecho a opinar y exigirá ser escuchado.  Y cuando están en juego implementos de la más básica raigambre –como el techo o la comida-  uno corre el riesgo de volverse mercenario.  Al dividirse, el artista organiza sus necesidades materiales y sus elecciones espirituales de modo que las unas no aten a las otras con un lastre incompatible con la plena libertad creativa.

    En esta vida todo tiene un precio.  Y si el precio lo paga otro siempre nos va a pasar la factura. Sólo se puede ser auténticamente libre y desarrollar nuestra obra sin interferencias ni condicionamientos cuando no le debemos nada a nadie.  

    Aun con buena voluntad, con la mejor de las intenciones, cuando el artista permite que alguien lo “proteja”, lo “ampare” o lo “auspicie” pagando sus gastos o solventando sus necesidades, por pura lealtad el artista estará atado a respetar el punto de vista de su benefactor.  ¿A qué me refiero con “punto de vista”?  A qué quien nos paga la cuenta del almacén considere que debemos pintar flores y mariposas en lugar de los desnudos procaces que marcan nuestro ideario, ya porque se venderán  mejor o, si no se venden,  al menos no serán tan ofensivos para las visitas.


    Pintar es caro, ¿ya lo dije?, y dedicarse al arte requiere una constante y considerable inversión económica.  La imagen del artista bohemio, que vive del aire y se alimenta del sol, es un cuento chino.  Aunque uno pueda vivir ocupando ilegalmente una casa abandonada, coma las sobras que rapiña de los cestos de basura de los Mac Donalds, se vista de harapos y omita cualquier tipo de medicación,  igual necesita de dinero contante y sonante para comprar telas, cartones, óleos, acuarelas, acrílicos, pinceles, lápices, lacas y siguen las firmas.  Para pagar enmarcados, vidrios o pies en las esculturas, embalajes y fletes para traslados, cubrir aranceles y derechos para muestras o exposiciones…  No se puede ser artista sin ingresos.  Cualquiera que afirme lo contrario no se dedica al arte o prefiere mentir con todos los dientes para mantener una ficción romántica.

    El artista que quiera conservar su absoluta independencia creativa y ser él sin condicionamientos, tiene que ser a la vez quién genere los fondos necesarios para solventar lo suyo.  Se divide el artista en esa persona que trabaja de cualquier cosa por un sueldo mínimo y conserva su identidad siendo quien realmente es en los ratos que la domesticidad le deja libre.  ¿Y la cabeza del artista?  Bien, gracias, no hay conflicto.  Hace lo que tiene que hacer, porque es la única forma de no malvender el alma.  Es preferible un trabajo de oficinista –lo que ocupa transitoriamente su yo externo y social pero sin compromisos de ningún tipo más allá de hacer bien el trabajo por el que le pagan- y reservar la pasión para esos ratos –breves sí, pero auténticos y exclusivos.- donde es él mismo sin rendir cuentas a nadie ni pedir permiso ni (¡faltaba más!) pedir disculpas jamás.

   Conservar la autonomía creativa es el primer mandato del artista.  Esa capacidad de hacer sólo lo que se quiere cómo, dónde, cuándo y hasta el punto que uno -sólo uno- considera que es necesario.  Sin explicar ni justificar nada.  Y sin tener que escuchar reproches cuando uno se empeña en algo que culmina desastrosamente.  También nuestros errores son libremente propios y tenemos nuestro inalienable derecho a ellos.


    En mi realidad real tengo un trabajo que me obliga a la negociación constante.  Soy mutable, amplia de criterio, honestamente puedo ver fragmentos de  verdad en todas las partes en conflicto. Soy tranquila y racional.  Me es fácil encontrar puntos intermedios donde aminorar pérdidas y ganancias para llegar a acuerdos que den mediana satisfacción a todos.  Soy una autentica productora de tibieza de estufa.  Nunca me enojo, nunca tomo nada en forma personal, nada me importa demasiado ni me parece extremadamente grave. Siempre negocio.  Siempre me adapto. Siempre tengo en claro que mi trabajo es un trabajo y no mi vida.    
  
    Pero en mi realidad personal, cuando se trata de mi obra y de mi carrera en el arte, estoy totalmente vedada a cualquier tipo de negociación.  Tengo un cúmulo de convicciones que no modifico, sólo juego con mis reglas y aun cuando muchas veces escucho a personas que seguramente me dan buenos consejos y tienen razón en sus dichos, si eso implica la más mínima incidencia sobre mi libertad creativa soy capaz de desaparecer para siempre de su área de influencia.  No me interesa ni la coherencia, ni la prudencia ni la excesiva racionalidad.  Como artista no negocio, ni cotejo conveniencias, ni me adapto a nada ni a nadie. No consulto, ni pido permisos ni doy explicaciones.  Actúo por pasión y capricho, priorizando sólo mi disfrute creativo.  Tengo en claro que me vendo de la piel para afuera, el alma es sólo mía.  Fin de la discusión.


    El 98% de las personas que me tratan cotidianamente en mi realidad real ignoran mi otra vida en el arte.  A la inversa, la mayoría de los que me conocen como artista saben (o sospechan) que trabajo de otra cosa pero eso nunca es un tema de conversación y se ha convertido en un detalle intrascendente.  Mi doble vida, hoy por completo escindidas una de otra, me ha asegurado desarrollarme como artista libre de toda influencia y manipulación.  Obviamente, no me ha servido esa libertad de nada en un plano material: no soy una artista que vive de ser artista ni mi obra tiene la difusión necesaria para que mi trabajo sea conocido fuera de las paredes de mi taller.  Pero he logrado sentirme muy a gusto conmigo misma y que el crear sea un goce diario que me justifica por completo la existencia. Y con eso, yo ya estoy hecha.




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