Ser artista en Buenos Aires (ser artista sin
galería, ni art-dealer, ni representante bajo la denominación que esté de moda,
ni nada de nada más que una obstinada buena voluntad de ser artista).
Capítulo
IV: Los depredadores de artistas: estafadores, aprovechados y otras hierbas.
IV. a) Caso Uno: A.P.I.A. y Armando
Ríos.
Voy a
reseñar aquí aquellos casos de los que he tenido conocimiento directo, es decir, de los que he
sido personalmente víctima, perdiendo en la aventura o dinero u obras o ambas cosas. He oído a lo largo de los años relatar muchos otros episodio de este tipo, más
graves aún, pero como no cuento con datos precisos ni documentación avalatoria como para poder contarlos con debida propiedad, me limito a estos. Pero valgan como ejemplo de
una realidad mucho mayor y común a todos los que se dedican -incautamente- al arte.
Año 1991,
la Asociación
de Artista Independientes de Argentina (A.P.I.A.), que tenía su
sede en la Av. Corrientes 4006 piso tercero oficina 31 de CABA, convocó a un
concurso para montar una exhibición en Estados Unidos. Actuaban como cabezas responsables de la Asociación Lydia D´Amico y Nestor
Maiolo, ambos artistas. Si no me engaña la memoria, la
propuesta original era exhibir en Miami, pero después por alguna razón se
cambió el contacto y pasó a ser Tucson, Arizona.
La
convocatoria era bastante compleja, se daba una lista de temas a los que se
podía postular obra (coincidían con períodos de la historia universal), había
que presentar un proyecto o boceto y si se aprobaba y seleccionaba,
realizar la obra sobre una tela sin bastidor de medidas específicas (un metro cincuenta por uno veinte, o algo así).
Y había que firmarlo agregándole a nuestro nombre “by Orisi” (u Orsini u
Osiris, la verdad ya no me acuerdo). Se suponía que era nuestro curador ad hoc para el evento.
Yo presenté
mi boceto (de hecho, lo único que me ha quedado al día de hoy de todo este chiste), y habiendo sido aceptado posteriormente realicé y presenté La
autonomía de lo bello.
El material que
iba llegando sobre el evento era por demás auspicioso, y uno no podía tomar la cuestión sino como sumamente
seria.
Cuando me
hicieron llegar las fotos de la vidriera de la galería y pude -pese al reflejo- distinguir mi obra, consideré todo el asunto un éxito.
Luego en una
reunión que se hizo en Buenos Aires
para informar de los pormenores de la muestra a todos los integrantes de APIA
y en especial a los expositores (en una casa maravillosa, en una cortada que
daba a la Av. Rivadavia, si no me equivoco taller del artista Ric Weigel por ese tiempo), se me dijo que mi obra había sido adquirida por un
basquetbolista de la troupe de los Harlem Globetrotters, y que a su
debido tiempo me llegaría el dinero.
También se
anunció que el dueño de la galería norteamericana, Armando Ríos, estaba interesado en representar nuestro trabajo en
todo los Estados Unidos, y que
viajaba a BAires para entrevistarse
personalmente con nosotros. Que dado el
crecimiento del evento y la expansión de las muestras, debíamos aportar mas
obra para enviar al Norte.
En mi caso,
por falta de mayor producción por esos años, solo envié cinco obras más, por
las que me labraron el correspondiente recibo.
Armando Ríos vino a Buenos Aires, me recibió en su suite de
un Apart Hotel de calle Viamonte
(creo, pero podría haber sido sobre Suipacha), descalzo (de eso estoy segura),
y los dedos gordos de sus pies me distrajeron de tal modo que todo lo que me
dijo me importó menos que querer salir huyendo raudamente de ahí.
Se hicieron
otras exhibiciones, o así nos informaron desde APIA en su Boletín Informativo Nro. 5 de Enero de 1993:
Luego todo se
diluyó. Yo perdí contacto e
interés. El dinero de la venta
confirmada nunca me llegó, el destino y paradero de las otras obras quedó en el
limbo. Supe -por otros artistas que se
movieron más e investigaron en su
momento- que la sede de APIA en calle
Corrientes se cerró, que los representantes
no pudieron ser ubicados, que la obra que salió jamás regresó al país y hasta
donde sé nadie cobró jamás nada de nada
ni recuperó cosa alguna.
Yo era muy
joven y crédula y probablemente me merecía la –mala- experiencia, pero el resto
de los artistas embaucados eran mayores que yo y enviaron más cantidad de
obra. Alguien debe haberse beneficiado
con esto, ya que hubo una inversión visible en toda la gestión de prensa, folletería
y envíos al exterior. Pero ciertamente,
esos beneficios no fueron para los artistas.
Hoy, con
el bendito Google a disposición, traté de rastrear a los involucrados en esta
historia. Rios aparece en Facebook pero
no vinculado al arte (creo que es él por cotejo de la foto de Arte al Día), de D´Amico y Maiolo no encontré nada. Del resto de las víctimas, muchos hemos
coincidido a lo largo de los años en distintos eventos culturales de Buenos Aires y casi por lealtad
a nuestra resignación no hemos vuelto a mencionar este asunto.
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