sábado, 6 de diciembre de 2014

   Ser artista en Buenos Aires (ser artista sin galería, ni art-dealer, ni representante bajo la denominación que esté de moda, ni nada de nada más que una obstinada buena voluntad de ser artista).

Capítulo IV:  Los depredadores de artistas:  estafadores, aprovechados y otras hierbas.
                IV. a) Caso Uno: A.P.I.A. y Armando Ríos.


    Voy a reseñar  aquí aquellos casos de los que he tenido conocimiento directo, es decir, de los que he sido personalmente víctima, perdiendo en la aventura o dinero u obras o ambas cosas.  He oído a lo largo de los años relatar muchos otros episodio de este tipo, más graves aún, pero como no cuento con datos precisos ni documentación avalatoria como para poder contarlos con debida propiedad, me limito a estos.  Pero valgan como ejemplo de una realidad mucho mayor y común a todos los que se dedican -incautamente- al arte.

   Año 1991, la Asociación de Artista Independientes de Argentina (A.P.I.A.), que tenía su sede en la Av. Corrientes 4006 piso tercero oficina 31 de CABA, convocó a un concurso para montar una exhibición en Estados Unidos.  Actuaban como cabezas responsables de la Asociación  Lydia D´Amico y Nestor Maiolo, ambos artistas.  Si no me engaña la memoria, la propuesta original era exhibir en Miami, pero después por alguna razón se cambió el contacto y pasó a ser TucsonArizona.





   La convocatoria era bastante compleja, se daba una lista de temas a los que se podía postular obra (coincidían con períodos de la historia universal), había que presentar un proyecto o boceto y si se aprobaba y seleccionaba, realizar la obra sobre una tela sin bastidor de medidas específicas (un metro cincuenta por uno veinte, o algo así).  Y había que firmarlo agregándole a nuestro nombre “by Orisi” (u Orsini u Osiris, la verdad ya no me acuerdo).  Se suponía que era nuestro curador ad hoc para el evento.

   Yo presenté mi boceto (de hecho, lo único que me ha quedado al día de hoy de todo este chiste), y  habiendo sido aceptado posteriormente realicé y presenté La autonomía de lo bello.


    El material que iba llegando sobre el evento era por demás auspicioso, y uno no podía tomar la cuestión sino como sumamente seria.










   Cuando me hicieron llegar las fotos de la vidriera de la galería y pude -pese al reflejo- distinguir mi obra, consideré todo el asunto un éxito.




     Luego en una reunión que se hizo en Buenos Aires para informar de los pormenores de la muestra a todos los integrantes de APIA y en especial a los expositores (en una casa maravillosa, en una cortada que daba a la Av. Rivadavia, si no me equivoco taller del artista Ric Weigel por ese tiempo), se me dijo que mi obra había sido adquirida por un basquetbolista de la troupe de los Harlem Globetrotters, y que a su debido tiempo me llegaría el dinero. 

   También se anunció que el dueño de la galería norteamericana, Armando Ríos, estaba interesado en representar nuestro trabajo en todo los Estados Unidos, y que viajaba a BAires para entrevistarse personalmente con nosotros.  Que dado el crecimiento del evento y la expansión de las muestras, debíamos aportar mas obra para enviar al Norte.

   En mi caso, por falta de mayor producción por esos años, solo envié cinco obras más, por las que me labraron el correspondiente recibo. 



   Armando Ríos vino a Buenos Aires, me recibió en su suite de un Apart Hotel de calle Viamonte (creo, pero podría haber sido sobre Suipacha), descalzo (de eso estoy segura), y los dedos gordos de sus pies me distrajeron de tal modo que todo lo que me dijo me importó menos que querer salir huyendo raudamente de ahí. 


   Se hicieron otras exhibiciones, o así nos informaron desde APIA en su Boletín Informativo Nro. 5 de Enero de 1993:  



    Luego todo se diluyó.  Yo perdí contacto e interés.  El dinero de la venta confirmada nunca me llegó, el destino y paradero de las otras obras quedó en el limbo.  Supe -por otros artistas que se movieron más  e investigaron en su momento-  que la sede de APIA en calle Corrientes se cerró, que los representantes no pudieron ser ubicados, que la obra que salió jamás regresó al país y hasta donde sé nadie cobró jamás nada de nada  ni recuperó cosa alguna.

    Yo era muy joven y crédula y probablemente me merecía la –mala- experiencia, pero el resto de los artistas embaucados eran mayores que yo y enviaron más cantidad de obra.  Alguien debe haberse beneficiado con esto, ya que hubo una inversión visible en toda la gestión de prensa, folletería y envíos al exterior.  Pero ciertamente, esos beneficios no fueron para los artistas.

    Hoy, con el bendito Google a disposición, traté de rastrear a los involucrados en esta historia.  Rios aparece en Facebook pero no vinculado al arte (creo que es él por cotejo de la foto de Arte al Día), de D´Amico y Maiolo no encontré nada.  Del resto de las víctimas, muchos hemos coincidido a lo largo de los años en distintos eventos culturales de Buenos Aires y casi por lealtad a nuestra resignación no hemos vuelto a mencionar este asunto.





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