Encuentro
esta mañana este mail en mi buzón de entradas:
Y dentro
de lo que me permite el limitado grado de lucidez que deriva de la resaca post
navideña y el abuso de comida innecesaria para la subsistencia pero imprescindible
en plan hedonista, me pregunto: ¿son esas muchas
visitas?, ¿son pocas?, ¿es indiferente?
Los
números son fríos, inalterables y tramposos.
Uno quiere aplicar toda su fe inexistente en el sobrio estoicismo inconmovible
de las ciencias duras y dar por cierto que los números no mienten. Pero lo hacen y uno confirma que no se puede
creer en nada, ni en el dos por dos.
“Supongo que su autor sostiene que la
altura de la pirámide de Keops es igual a la raíz cuadrada del número que expresa
la superficie de cada uno de los lados.
Desde luego, las medidas deben tomarse en pies, unidad más afín al codo
egipcio y hebraico, y no en codo egipcio equivalente a 1,728 pies. Por lo demás, si no conocemos las medidas
exactas, podemos remitirnos al pyramidion, que era la pequeña pirámide situada
en el ápice de la gran pirámide y que constituía su punta. Era de oro o de otro metal que brillase al
sol. Pues bien, coja usted la altura del
pyramidion, multiplíquela por la altura de toda la pirámide, multiplíquelo todo
por diez a la quinta potencia y tendrá la longitud de la circunferencia
ecuatorial. Eso no es todo, si coge el
perímetro de la base y lo multiplica por veinticuatro al cubo dividido por dos,
obtiene el radio media de la Tierra.
Además, la superficie cubierta por la base de la pirámide multiplicada
por 96 por diez a la octava da ciento noventa y seis millones ochocientas diez
mil millas cuadradas, que corresponden a la superficie de la Tierra. ¿Es Así? (…)
Para comenzar, si se divide la base exacta de la pirámide por el doble exacto
de la altura, calculando incluso los decimales, no se obtiene el número pi sino
3,1417245. La diferencia es pequeña,
pero importante. Además, un discípulo de
Piazzi Smyth, Flinders Petrie, que también fue quien midió Stonehenge, dice que
cierto día sorprendió al maestro limando los salientes graníticos de la
antecámara real, para que sus cálculos encajaran… (…) Con los números se puede hacer cualquier
cosa. Si tengo el número sagrado 9 y
quiero obtener 1.314, fecha en que quemaron a Jacques de Molay, una fecha
señalada para quien como yo se considera devoto de la tradición caballeresca
templaria, ¿qué hago? Multiplico por 146, fecha fatídica de la destrucción de
Cartago. ¿Cómo he llegado a ese resultado? He dividido 1.314 por dos, por tres,
etcétera, hasta encontrar una fecha satisfactoria. También hubiera podido dividir 1.314 por
6,28, el doble de 3,14, y habría obtenido 209. Que es el año en que ascendió al trono Atalo
I, rey de Pérgamo… ”
Umberto
Eco,
El
Péndulo de Foucault, Debolsillo - Sudamericana S.A. Buenos Aires 2004, pág.
372/374.
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