viernes, 26 de diciembre de 2014

     Encuentro esta mañana este mail en mi buzón de entradas:



     Y dentro de lo que me permite el limitado grado de lucidez que deriva de la resaca post navideña y el abuso de comida innecesaria para la subsistencia pero imprescindible en plan hedonista, me pregunto: ¿son esas muchas visitas?, ¿son pocas?, ¿es indiferente?

     Los números son fríos, inalterables y tramposos.  Uno quiere aplicar toda su fe inexistente en el sobrio estoicismo inconmovible de las ciencias duras y dar por cierto que los números no mienten.  Pero lo hacen y uno confirma que no se puede creer en nada, ni en el dos por dos. 

    “Supongo que su autor sostiene que la altura de la pirámide de Keops es igual a la raíz cuadrada del número que expresa la superficie de cada uno de los lados.  Desde luego, las medidas deben tomarse en pies, unidad más afín al codo egipcio y hebraico, y no en codo egipcio equivalente a 1,728 pies.  Por lo demás, si no conocemos las medidas exactas, podemos remitirnos al pyramidion, que era la pequeña pirámide situada en el ápice de la gran pirámide y que constituía su punta.  Era de oro o de otro metal que brillase al sol.  Pues bien, coja usted la altura del pyramidion, multiplíquela por la altura de toda la pirámide, multiplíquelo todo por diez a la quinta potencia y tendrá la longitud de la circunferencia ecuatorial.  Eso no es todo, si coge el perímetro de la base y lo multiplica por veinticuatro al cubo dividido por dos, obtiene el radio media de la Tierra.  Además, la superficie cubierta por la base de la pirámide multiplicada por 96 por diez a la octava da ciento noventa y seis millones ochocientas diez mil millas cuadradas, que corresponden a la superficie de la Tierra. ¿Es Así? (…) Para comenzar, si se divide la base exacta de la pirámide por el doble exacto de la altura, calculando incluso los decimales, no se obtiene el número pi sino 3,1417245.  La diferencia es pequeña, pero importante.  Además, un discípulo de Piazzi Smyth, Flinders Petrie, que también fue quien midió Stonehenge, dice que cierto día sorprendió al maestro limando los salientes graníticos de la antecámara real, para que sus cálculos encajaran… (…)  Con los números se puede hacer cualquier cosa.  Si tengo el número sagrado 9 y quiero obtener 1.314, fecha en que quemaron a Jacques de Molay, una fecha señalada para quien como yo se considera devoto de la tradición caballeresca templaria, ¿qué hago? Multiplico por 146, fecha fatídica de la destrucción de Cartago. ¿Cómo he llegado a ese resultado? He dividido 1.314 por dos, por tres, etcétera, hasta encontrar una fecha satisfactoria.  También hubiera podido dividir 1.314 por 6,28, el doble de 3,14, y habría obtenido 209.  Que es el año en que ascendió al trono Atalo I, rey de Pérgamo… ”

Umberto Eco, El Péndulo de Foucault, Debolsillo - Sudamericana S.A. Buenos Aires 2004, pág. 372/374.





No hay comentarios:

Publicar un comentario