Transcribo
tres fragmentos; el primero data de agosto de 1957, el segundo de un libro
editado en 2012 y el tercero de diciembre de 1960. Quizá el error esté en mi lectura, pero yo
encuentro que dicen exactamente lo mismo.
Diferencias de estilo literario, nada más.
“¿Desde
hace cuánto tiempo está la Argentina en crisis?
¿Desde su comienzo? (…) Los planteos políticos son, entonces, radicalmente
falsos. Los planteos políticos no son
capaces de aportar ninguna solución a la crisis. Quod erat
demostrandum. Pero los políticos subsisten.
Seguirán vociferando, contribuyendo al error general, títeres de la
crisis que de pronto se creen titiriteros.
Cuando no me irritan con su vanidad y su estrépito, los políticos
argentinos me dan pena. Claro que la
mayoría de ellos no pasan de ser una máquina de distribución de puestos
públicos. Pero incluso así, son como gentes obligadas a volar a quienes sólo
les han dado una bicicleta para hacerlo.
Pues, si se me mira a fondo, ¿qué quiere este país? Un rey, una monarquía, un poder absoluto que
represente al bando al que se pertenece y aplaste a los contrarios. La otra mitad del país fomentará la anarquía
hasta que logre deponer a ese rey y montar en el trono al que ella
sostiene. Y así. Monárquico-anarquistas:
eso somos, por darle un nombre. Todo el caudillismo público y privado de nuestra
existencia apunta a lo mismo. Frente a
ese monstruo, los pobres políticos, encargados de reducirlo, de domesticarlo,
de presentarlo en el salón mundial de la democracia, para que haga alguna de
las piruetas de moda. Forzados desde hace un siglo y medio a hablar de
democracia, cuando su auditorio no tienen nada que ver con la democracia, no
quiere saber nada de ella. (…)
…Los
políticos subsisten. Y los políticos
tratan de adormecer nuestra conciencia de la crisis, intentan
escamoteárnosla. Cada partido dice a sus
partidarios que ellos son inocentes, que los culpables son los otros. Cada partido, incapaz de hallar una solución
radical para la crisis, busca paliarla, sin sacarnos la enfermedad,
hundiéndonos más en ella. (…) La política perturba, desquicia y altera el
trabajo: en la cantidad y en la calidad. (…) …Es necesaria una resistencia a la
política. Suena a antipatriótico, a
anticívico. Sí. Sin embargo, es imprescindible esa resistencia
a la política. Desoírla, darle la
espalda: que se coloque en su lugar. (…)
Cuando el fracaso sin precedentes de las escusas que la política
proporciona haga que todo se torne angustiosamente inseguro, cuando en el fondo
de nosotros mismos la falsedad de nuestras posiciones se nos abra como una
trampa, entonces es posible que nos volvamos hacia nuestro quehacer cotidiano
para buscar allí un refugio y un nuevo punto de partida. El trabajo personal: será preciso que
empecemos desde allí a conocer lo que es la realidad y lo que somos nosotros
mismos.”
H.
A. Murena, Agosto 1957 Revista Sur Nro.
248 – Septiembre Octubre 1957, páginas 1/16.
“…Fernando de la Rúa. El radical preferido por Menem para que le
cuidara la residencia. Como si la
presidencia de De la Rúa fuera una pausa preparatoria de su regreso con
gloria. Pero el proyecto de Menem iba a
estrellarse contra el paredón de dos obstáculos. La sociedad, que le daba mayoritariamente la
espalda. Y Duhalde, que lo sabía. Y le armaba, con inteligente perversidad, la
jaula envenenada. (…)
De la Rúa también vestía de gris. Pero se había asociado a un conglomerado de
progresistas de pizzería que procuraba sobrevivir con la conquista de un empleo
para emitir lecciones de catadura moral.
Zurditos tiernamente hipersensibles, de decepción fácil. Pronto iban a tomar distancia del estadista,
en cuanto sintieran que De la Rúa los decepcionaba. Y que la política real distaba de equipararse
a las inocentadas que se pontificaban idealmente para la televisión.
Debe aceptarse que al pobre De la Rúa lo
hostigaban más sus propios correligionarios, los radicales pragmáticos, que los
progresistas de decepción fácil y digestión tardía. Lo indigno era que radicales y progresistas
formaban fila para burlarse del presidente.
Degradarlo y –por qué no- traicionarlo. (…) El colapso de De la Rúa purificaba
precipitadamente los horrores anteriores del peronismo. Se reinstalaba, ante la resignación de la
sociedad, otra de las gansadas antológicamente fundamentales.
Que la Argentina sólo puede ser gobernada desde el peronismo. Verdad en que necesitaban creer, sobre todo,
los radicales que se diferenciaban atropelladamente de su presidente. Y los zurditos de decepción fácil. Confabulación de progresistas susceptibles
que procedían en gran parte, del peronismo, y se disponían a cuidar, como
fuera, los celulares, las secretarias, los choferes. La conquista del empleo. Del que abominó sólo Chacho Álvarez, el
vicepresidente del artificio que se derretía.
Su espíritu innovador no pudo soportar la devastación de una portada de
revista. Para disponerse, patrióticamente,
a huir. (…)
La implosión de finales de 2001,
discutiblemente incentivada, signó el final de la Alianza presentable de los
radicales aburridos con los progresistas de pizzería. Derivó en el episodio grotescamente trágico,
con la vorágine de los cuatro presidentes peronistas. Con juramentos que duraron
menos que las traiciones. …Puerta, presidente provisional del Senado… se
limitara a destrabar, después de cincuenta horas de violencias y rupturas, el
laberinto institucional para atenuar el vacío de poder con la entrega de la
banda, y la sortija, al Adolfo…
Adolfo Rodríguez Saá vivió,
aquella semana, entregado vertiginosamente hacia la trascendencia. Movilizado por la gloria de haber alcanzado,
en el entrevero, la más alta envestidura. (…)
Adolfo supo caracterizarse por ser un productor de capitulaciones
memorables. Pronto iba a construir el
solemne renunciamiento. Con menos tendencia al dramatismo, la posteridad iba a
registrarlo con el manto sublime del ridículo. (…)
Probablemente, la ingratitud fría de la
historia va a registrar al Adolfo como el presidente efímero que declaró el
estado de bancarrota nacional. Al
anunciar la suspensión de pagos de la deuda externa, fue eufóricamente
aplaudido. De pie. Con vivas y loas del pleno irresponsable de
la Asamblea Legislativa que arrastraba al país, emotivamente, hacia el
territorio del delirio.
(…) …aquel tapado insólito. El muchachón de Santa Cruz, Néstor Kirchner,
quién después se rebelaría como el Furioso.
Beneficiario insospechado de las vacilaciones culturales de Eduardo
Duhalde, cuando tenía en sus manos, de carambola, la sortija del poder que le
quemaba y pretendía quitarse de encima.
Aunque sin entregársela nunca a Menem, el enemigo que había sido amigo,
y la reclamaba. Pero Duhalde se sacó de
encima el poder para dárselo al que menos la esperaba. El Putin patagónico. Kirchner se los iba a llevar puestos, paulatinamente,
a todos. Dispuesto, en defensa propia, a
terminar con la carrera política de los que no se le reportaban. Primero y principal, con Duhalde, el Boris
Berezovsky de Buenos Aires.
Kirchner, como Putin, mantenía el mérito
redituable de ser un desconocido en un momento de síntesis de desprecio. Cuando lo conocido era asociado al
fracaso. Tenía la suerte de ser un
desconocido hasta para los que tenían la obligación cívica de conocerlo. Como su justificada víctima. Duhalde.”
Jorge
Asís Hombre de gris Sudamericana S.A. Buenos Aires 2013, páginas
67/77.
“Cada
vez que me proponía responder al pedido de Victoria Ocampo, terminaba por
sumirme en un complejo y funesto desaliento. ¿Qué se puede decir en pocas
páginas sobe los festejos del sesquicentenario? (…) Aquí, únicamente diré que una vez más se ha
verificado el contraste que en este país al parecer maldito hay entre las
palabras grandiosas y los pobres hechos, entre el charlatanismo de feria de sus
políticos y la angustia del hombre de la calle.
Pocos países ha de haber en el mundo como éste en que todo empiece con mayúscula,
descienda luego a minúsculas y termine invariablemente entre sarcásticas
comillas…
(…) Nada me deprime tanto como leer un diario
argentino, de tal modo siento la falsedad, la mentira y la hipocresía que
llenan sus columnas; hasta que llego a la crónica policial, único lugar en que
tengo la sensación de estar frente a hombres auténticos y verdaderos. (…)
Las crisis no son cuestiones de palabras sino
de hechos, claro está. Pero se
manifiestan o se disfrazan mediante palabras.
Palabras que han sido falsificadas, ahuecadas o rellenadas con
semantemas tortuosos y hasta antitéticos. (…)
Aquí la tradición de la delincuencia semántica viene desde lejos, y no
hay que creer que Juan Perón la inauguró, como algunos imaginan. Ya en nombre de la Democracia se apaleaba
obreros en los frigoríficos, se esclavizaba a mensúes en los yerbatales y se
torturaban a opositores en la Sección Especial.
Pero es evidente que el fenómeno se ha perfeccionado en los últimos
años. Y casi no queda una sola palabra
en que podamos creer con tranquilidad…”
Ernesto
Sábato Palabras, palabras, palabras escrito para el
número especial de Homenaje a los 150 Años de la Revolución de Mayo de la
revista Sur Nro. 267 Noviembre Diciembre
1960 páginas 38/41.
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