Sobre
el arte, el feminismo y “la importancia
de llamarse Ernesto”.
IV. Llamarse Ernesto.
“A los
libros de historia siempre les ha resultado difícil hablar de las mujeres que
no respetan la frontera que existe entre los sexos. Y en ningún otro momento esa frontera es tan
nítida como cuando se trata de la guerra y del empleo de las armas.
No obstante, desde la antigüedad hasta la
época moderna, la historia ofrece una gran cantidad de casos de mujeres
guerreras, esto es, amazonas. Los
ejemplos más conocidos ocupan un lugar en los libros de historia porque esas
mujeres aparecen como “reinas”, es decir, representantes de la clase reinante.
(…) Sin embargo, los libros de historia se muestran por lo general muy
reservados con respecto a las mujeres guerreras que aparecen bajo la forma de
soldados normales y corrientes, esas que se entrenaban en el manejo de las
armas, formaban parte de los regimientos y participaban en igualdad de
condiciones con los hombres en las batallas que se libraban contra los ejércitos enemigos. (…)
Una ley irlandesa del año 697 prohíbe que las
mujeres sean militares, lo que da a entender que, antes de ese año, las mujeres
fueron militares. Los pueblos que en
distintos momentos de la historia han tenido mujeres soldado son, entre otros,
los árabes, los bereberes, los kurdos, los rajputas, los chinos, los filipinos,
los maoríes, los papúas, los aborígenes australianos y los micronesios, así
como los indios americanos.
Hay una rica flora de leyendas sobre las
temibles guerreras de la Grecia antigua: historias que hablan de mujeres que,
desde su más tierna infancia, fueron entrenadas en el arte de la guerra y el
manejo de las armas, así como adiestradas para soportar todo tipo de
sufrimientos físicos. Vivían separadas de los hombres y fueron a la guerra con
sus propios regimientos. Los relatos
contienen a menudo pasajes en los que se insinúa que vencieron a los hombres en
el campo de batalla. Las amazonas son
mencionadas en la literatura griega en obras como la Ilíada de Homero, escritas
más de setecientos años antes de Cristo. (…)
En el siglo I a.C., el escritor Diodoro de
Sicilia (considerado por otros historiadores como fuente poco fiable) describió
a unas amazonas que vivían en Libia, nombre con el que se conocía en la época a
la zona de África del norte que quedaba al oeste de Egipto. (…) Cuenta la leyenda que aquel territorio fue
gobernado por una reina llamada Myrina que, acompañada de treinta mil mujeres
soldados de infantería y tres mil de caballería, arrasó Egipto y Siria y llegó
hasta el mar Egeo venciendo a un buen número de ejércitos de hombres que le
salieron al paso. Cuando la reina Myrina
fue finalmente derrotada en la batalla su ejército se dispersó. (…)
A pesar de la rica flora de leyendas que
circula sobre las amazonas de Grecia antigua, de América del sur, de África y
de otros lugares, tan sólo existe un único ejemplo histórico de mujeres
guerreras que esté documentado. Se trata
del ejército del pueblo fon, en Dahomey, al oeste de África, la actual Benín. (…) No ha quedado del todo claro cuándo se creó
el ejército femenino del pueblo fon, pero ciertas fuentes lo fechan en el siglo
XVII. En un principio era una guardia
real, pero evolucionó hasta convertirse en un colectivo militar compuesto por
seis mil soldados mujeres que tenían un estatus semi-divino. Su objetivo no era decorativo. Durante más de doscientos años constituyeron
la punta de lanza que los fon utilizaron contra los colonizadores europeos que
los invadieron. Eran temidas por los
militares franceses, que fueron derrotados en varias batallas campales. El ejército femenino no pudo ser vencido
hasta 1892, cuando Francia envió por mar tropas modernas compuestas por
artilleros, legionarios, un regimiento de la infantería de marina y la
caballería. Se desconoce cuántas de esas
guerreras cayeron en el campo de batalla.
Durante varios años las supervivientes continuaron haciendo su
particular guerrilla y algunas veteranas de ese ejército fueron entrevistadas y
fotografiadas en una década tan reciente como la de los años cuarenta.”
Stieg
Larsson, La reina en el palacio de las
corrientes de aire, Ediciones Destino S.A. Barcelona
2011, páginas 7/8, 233/234, 455/456 y 651/652.
No hay comentarios:
Publicar un comentario