domingo, 8 de febrero de 2015

Sobre el arte, el feminismo y “la importancia de llamarse Ernesto”.

IV.  Llamarse Ernesto.



   “A los libros de historia siempre les ha resultado difícil hablar de las mujeres que no respetan la frontera que existe entre los sexos.  Y en ningún otro momento esa frontera es tan nítida como cuando se trata de la guerra y del empleo de las armas.

  No obstante, desde la antigüedad hasta la época moderna, la historia ofrece una gran cantidad de casos de mujeres guerreras, esto es, amazonas.  Los ejemplos más conocidos ocupan un lugar en los libros de historia porque esas mujeres aparecen como “reinas”, es decir, representantes de la clase reinante. (…) Sin embargo, los libros de historia se muestran por lo general muy reservados con respecto a las mujeres guerreras que aparecen bajo la forma de soldados normales y corrientes, esas que se entrenaban en el manejo de las armas, formaban parte de los regimientos y participaban en igualdad de condiciones con los hombres en las batallas que se libraban  contra los ejércitos enemigos. (…)

  Una ley irlandesa del año 697 prohíbe que las mujeres sean militares, lo que da a entender que, antes de ese año, las mujeres fueron militares.  Los pueblos que en distintos momentos de la historia han tenido mujeres soldado son, entre otros, los árabes, los bereberes, los kurdos, los rajputas, los chinos, los filipinos, los maoríes, los papúas, los aborígenes australianos y los micronesios, así como los indios americanos.

 Hay una rica flora de leyendas sobre las temibles guerreras de la Grecia antigua: historias que hablan de mujeres que, desde su más tierna infancia, fueron entrenadas en el arte de la guerra y el manejo de las armas, así como adiestradas para soportar todo tipo de sufrimientos físicos. Vivían separadas de los hombres y fueron a la guerra con sus propios regimientos.  Los relatos contienen a menudo pasajes en los que se insinúa que vencieron a los hombres en el campo de batalla.  Las amazonas son mencionadas en la literatura griega en obras como la Ilíada de Homero, escritas más de setecientos años antes de Cristo. (…)

  En el siglo I a.C., el escritor Diodoro de Sicilia (considerado por otros historiadores como fuente poco fiable) describió a unas amazonas que vivían en Libia, nombre con el que se conocía en la época a la zona de África del norte que quedaba al oeste de Egipto. (…)  Cuenta la leyenda que aquel territorio fue gobernado por una reina llamada Myrina que, acompañada de treinta mil mujeres soldados de infantería y tres mil de caballería, arrasó Egipto y Siria y llegó hasta el mar Egeo venciendo a un buen número de ejércitos de hombres que le salieron al paso.  Cuando la reina Myrina fue finalmente derrotada en la batalla su ejército se dispersó. (…)

  A pesar de la rica flora de leyendas que circula sobre las amazonas de Grecia antigua, de América del sur, de África y de otros lugares, tan sólo existe un único ejemplo histórico de mujeres guerreras que esté documentado.  Se trata del ejército del pueblo fon, en Dahomey, al oeste de África, la actual Benín. (…)  No ha quedado del todo claro cuándo se creó el ejército femenino del pueblo fon, pero ciertas fuentes lo fechan en el siglo XVII.  En un principio era una guardia real, pero evolucionó hasta convertirse en un colectivo militar compuesto por seis mil soldados mujeres que tenían un estatus semi-divino.  Su objetivo no era decorativo.  Durante más de doscientos años constituyeron la punta de lanza que los fon utilizaron contra los colonizadores europeos que los invadieron.  Eran temidas por los militares franceses, que fueron derrotados en varias batallas campales.  El ejército femenino no pudo ser vencido hasta 1892, cuando Francia envió por mar tropas modernas compuestas por artilleros, legionarios, un regimiento de la infantería de marina y la caballería.  Se desconoce cuántas de esas guerreras cayeron en el campo de batalla.  Durante varios años las supervivientes continuaron haciendo su particular guerrilla y algunas veteranas de ese ejército fueron entrevistadas y fotografiadas en una década tan reciente como la de los años cuarenta.”


Stieg Larsson, La reina en el palacio de las corrientes de aire, Ediciones Destino S.A. Barcelona 2011, páginas 7/8, 233/234, 455/456 y 651/652.










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