jueves, 12 de febrero de 2015


     Sobre cómo identificar el “arte femenino”.
 
     Uno de los antológicos afiches de las Guerrilla Girls señala, entre las ventajas de ser artista mujer, la de “tener la seguridad de que cualquier tipo de arte que se intente será etiquetado como femenino” (being reassured that whatever kind of art you make it will be labeled feminine).
 
 
     De mi personal experiencia, resultante de deambular por el circuito de arte “de las afueras”, de salones y concursos barriales, muestras de semi-aficionados y eventos sencillos de escasos presupuestos municipales o provinciales, podría decir –generalizando, y como toda generalización probablemente errónea- que a simple vista uno podía determinar que si se trataba de una obra de pequeñas dimensiones, de esmerada factura (aun de fallida o chapucera técnica) y prolijo enmarcado, era de autoría femenina.  Una obra desmesuradamente grande, en tela sobre bastidor con los bordes así nomás, sin pintar, sucios o manchados, con un trabajo de pinceladas rápidas y furiosas,  era de autoría masculina.  Una expresión de arte naif,  un bucólico paisaje o  las consabidas flores y mariposas, es que estamos ante una obra de mujer;  un desnudo sórdido, unas figuras enredadas en exagerada carga erótica, es que estamos ante la obra de un hombre.

     Obviamente: ERROR.  Soy el ejemplo más próximo que derrumba todo mi articulado teórico.  Pero algo de este manual básico de generalidades prejuiciosas en el arte puede defenderse desde el plano racional.  Las mujeres pintan con más tiempo para hacerlo (ellas tienen un marido que las mantenga, no tienen que trabajar); la  mujer es por estructura psíquica más propensa a las obsesiones y a caer en detallismos extremos y absurdos; la mujer tiende al orden y a la limpieza por mandato ancestral.  O sea…

     Los hombres, emocionalmente más toscos (¡con perdón!), de impulsos primitivos, propensos a la impaciencia y al avasallamiento, se exponen en obras  menos cuidadas, sin tanta elaboración, apresuradas, claramente impulsivas.  Los hombres son acción en bruto. (Nuevamente, y para rebatirme con fundamento, me vienen múltiples imágenes de obras de arte que entrarían en mi clasificación de arte femenino aunque todos sabemos que sus autores fueron  El Bosco, Veermer, Dalí, Klimt….)

     Hablar de “arte femenino” es tan estúpido como hablar de “literatura femenina”, “música femenina” o “cine femenino”, definiéndolos sólo por el género de su autor.  Más allá de las características biológicas que diferencian los sexos (órganos reproductivos y hormonas consecuentes), cultural e intelectualmente no hay diferencias entre hombres y mujeres que sean más significativas que las que hay entre dos personas entre sí,  independientemente de su género. 

     Sí perdura, reconoceré,  en las esferas más altas del mercado del arte, el prejuicio de que el artista varón se juega por su obra (se arriesga, se hunde en la miseria, pero jamás negocia) mientras que la artista mujer sólo “juega” a hacer arte,  no compromete nada (porque es madre, y su realización ya está cerrada con su cría)  De ahí que los grandes premios nacionales, las fastuosas cuelgas en los museos y las grandes retrospectivas sean invariablemente para artistas varones.  Por eso los grados académicos se los guardan sólo para ellos.
 
     ¿A quién puede extrañarle esta conducta masculina?  Si cuando alardean de virilidad y salen de cacería lo hacen en un “coto de caza”, asegurándose el éxito encerrando a los animales indefensos en un sector libre de peligros para humanos y de donde las bestias no tienen la más mínima chance de escape.  En el ámbito del arte hacen igual:  se aseguran su coto y se convencen y proclaman de que corren riesgos y los vencen con valor.

     Las mujeres –artistas o no-  presenciamos este circo con apacible condescendencia.  Son como criaturas.  Ponerlos en evidencia implicaría una excesiva cuota de crueldad de nuestra parte, cuota que nos negamos a desplegar.  Histórica negativa femenina a la crueldad innecesaria que resulta ser la única razón de por qué la humanidad ha perdurado hasta aquí.
 
 

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