Me
deshago, me desdigo,
me desclaso, me desnudo,
me distancio, me despido,
me discuto, me desahucio,
me diluyo, me doy cuenta,
desespero y…
yo hago de todo por volverte a ver
yo hago de todo por volverte a ver
me desclaso, me desnudo,
me distancio, me despido,
me discuto, me desahucio,
me diluyo, me doy cuenta,
desespero y…
yo hago de todo por volverte a ver
yo hago de todo por volverte a ver
Hay
días, hay días que
nacen sin tu luz.
Hay días, hay días…
yo hago de todo por volverte a ver
yo hago de todo por volverte a ver...
nacen sin tu luz.
Hay días, hay días…
yo hago de todo por volverte a ver
yo hago de todo por volverte a ver...
Miguel
Bosé,
Hay días…
Hay días
–sobre todo si uno es un pseudo-porteño
como yo- que arrancan con una melancolía grisácea tiñéndonos la vida desde el
interior del cráneo. Y aun saliendo a la
calle con toda la energía nerviosa que requiere un intenso día de trabajo -trabajando a destajo en algo que no nos
gusta ni nos interesa ni nos motiva pero que igual hacemos a pura voluntad porque somos ¡tan serios y responsables!-,
todo a nuestro alrededor se pone de ese pesado gris de tango irrespirable que
nos agobia y nos vuelve la viva imagen de la derrota y la sinrazón.
Alguna
vez sostuve, frente a un detractor feroz, que el tango me gustaba. La poesía de sus letras, su entramada
musicalización. El tango me ha sabido
siempre a alta literatura. Pero me es
ajeno, claro, no habla de mis vivencias y por eso, suponía, no me afecta en lo personal. Aquel detractor -¡sabio!- sostenía que el tango es un karma. Que apenas bajamos la guardia y le damos chance, se nos cae encima como un
piano.
A mí,
reconozco, me gustan los que hablan de Buenos
Aires como de una amante añorada y esquiva:
“Tirao por la vida de errante bohemio/ estoy, Buenos Aires, anclao en
París./(…) Lejano Buenos Aires ¡qué lindo que has de estar!(…)/¡Cómo habrá
cambiado tu calle Corrientes..!/ ¡Suipacha, Esmeralda, tu mismo arrabal...!/ Alguien
me ha contado que estás floreciente/ y un juego de calles se da en diagonal.../
¡No sabes las ganas que tengo de verte!/ Aquí estoy varado, sin plata y sin
fe... / ¡Quién sabe una noche me encare la muerte/ y, chau Buenos Aires, no te
vuelva a ver!”
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