Cuando
uno da por terminado un proyecto más que la satisfacción por lo hecho el
sentimiento que prima es la alegría de poder dedicarse -¡sin culpas!- a otra
cosa. Como que la concentración en una
idea satura y al liberarse uno corre feliz rumbo a lo diferente o nuevo. ¿Será una forma de psicosis? Probablemente; para mí es una maña del oficio
que despeja la cabeza.
Acabadas las
seis obras y montadas en sendos passpartouts
a guisa de sobres protectores, ahí quedaran descansando hasta el momento de entregarlas
para que sigan su camino a la Affordable Art Fair New York. Si en este impasse de espera se deterioran de
algún modo (mi desconfianza hacia el
acetato perdura inconmovible) me detendré al retoque antes del envío; si
no, no volverán a ser centro de mi atención hasta fines de marzo (y desde lejos). Es así, la vida sigue, y lo divertido de esto
es el “hacer”.
Cierro la
cuestión bautizándolas en conjunto como “La Serie de Hondius”, en homenaje al
mapa que fue modelo común de todas: El Mapamundi de Hondius, Jacobo Hondius Amsterdam 1608, actualmente conservado
en la Royal Geographical Sovciety –Londres.
Cada
pequeña obrita de 30 X 30 cms. lleva por título el sector del mapamundi que reproduce: América
Mar
del Nort
Mare
Tartaryum
Insula
Salomonis
Oceanus
Atlanticus
Oceanus
Orientalis
Ante cierta
crítica (¿despiadada?, ¿injusta?, diré
que lógica) a mi obsesión con los mapas, me defiendo: no es a la cartografía sino a las palabras a lo que sucumbo. Me enamoré el día que
en un viejo texto medieval me encontré con las “cartas de marear” y con
los “portulanos”. Desde entonces quedé bajo el embrujo de las
estilizadas rosas de los vientos trazadas a pulso con pluma y tinta.
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