martes, 3 de febrero de 2015

     Cuando uno da por terminado un proyecto más que la satisfacción por lo hecho el sentimiento que prima es la alegría de poder dedicarse -¡sin culpas!- a otra cosa.  Como que la concentración en una idea satura y al liberarse uno corre feliz rumbo a lo diferente o nuevo.  ¿Será una forma de psicosis?  Probablemente; para mí es una maña del oficio que despeja la cabeza.


     Acabadas las seis obras y montadas en sendos passpartouts a guisa de sobres protectores, ahí quedaran descansando hasta el momento de entregarlas para que sigan su camino a la Affordable Art Fair New York.  Si en este impasse de espera se deterioran de algún modo (mi desconfianza hacia el acetato perdura inconmovible) me detendré al retoque antes del envío; si no, no volverán a ser centro de mi atención hasta fines de marzo (y desde lejos).  Es así, la vida sigue, y lo divertido de esto es el “hacer”. 



     Cierro la cuestión bautizándolas en conjunto como “La Serie de Hondius”, en homenaje al mapa que fue modelo común de todas: El Mapamundi de Hondius,  Jacobo Hondius Amsterdam 1608, actualmente conservado en la Royal Geographical Sovciety –Londres.


     Cada pequeña obrita de 30 X 30 cms. lleva por título el sector del mapamundi que reproduce:  América



Mar del Nort


Mare Tartaryum


Insula Salomonis


Oceanus Atlanticus


Oceanus Orientalis



     Ante cierta crítica (¿despiadada?,  ¿injusta?, diré que lógica) a mi obsesión con los mapas, me defiendo:  no es a la cartografía sino a las palabras a lo que sucumbo.  Me enamoré el día que en un viejo texto medieval me encontré con las “cartas de marear” y con los “portulanos”.  Desde entonces quedé bajo el embrujo de las estilizadas rosas de los vientos trazadas a pulso con pluma y tinta.


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