domingo, 22 de febrero de 2015




























   “Hemos oído varias veces…  un curioso neologismo que fue forjado hará unos dos mil quinientos años por los estoicos, y ese neologismo que sigue siendo asombroso, ambicioso y generoso es la palabra “cosmopolita”.  Pensemos en lo que significa aquello, pensemos que los griegos se definían por la ciudad en que habían nacido: Zenón de Elea, Tales de Mileto, después Apolonio de Rodas y pensemos en lo extraño de que algunos de los estoicos quisieran modificar aquello y llamarse no ciudadanos de un país, como todavía mezquinamente decimos, sino ciudadanos del cosmos, ciudadanos del orbe, del universo, si es que este universo es un cosmos y no un caos como parece ser muchas veces.  

     Pues bien, recuerdo también un gran escritor americano, Herman Melville, que dijo en alguna página de “The White Whale” que un hombre tenía que ser a patriot to haven, es decir tenía que ser leal al cielo y creo que es buena esa ambición de ser cosmopolita, esa idea de ser ciudadanos no de una pequeña parcela del mundo que cambia según las convenciones de la política, según las guerras, con lo que ocurra, si no de sentir todo el mundo como nuestra patria.  (…) Ahora al decir cosmopolita podemos pensar en turistas, en algo  tan borroso como internacional, pero yo creo que el verdadero sentido es éste: somos ciudadanos del mundo o debemos tratar de serlo y que en esa palabra está cifrado de algún modo el destino de Victoria Ocampo. Ser cosmopolita no significa ser indiferente a un país, y ser sensible a otros.  Significa la generosa ambición de querer ser sensibles a todos los países y a todas las épocas, al deseo de eternidad, al deseo de haber sido muchos…  (…)

   …Victoria… indudablemente fue una buena argentina: padeció una honrosa prisión durante la época de la dictadura y luego uno de sus últimos actos fue firmar, éramos pocos, realmente, una protesta contra cierta absurda guerra que se planeaba entonces.  Es decir, ella sentía la patria y sentía también las otras patrias… (…)  Nosotros, desde esa vida nostálgica que llevamos, podemos sentir Europa y eso más allá de lo étnico, más allá de las aventuras de la sangre, eso no importa.  Podemos pensar en la cultura occidental…  (…) …¿cuántas sangres se juntan en nosotros?  En mí, que yo sepa, sangre portuguesa, sangre española, sangre inglesa, quizás alguna muy lejana e hipotética sangre normanda y sin duda sangre judía. (…)  ¿Y qué seríamos nosotros sin Grecia, ya que Virgilio es inconcebible sin Homero y Homero sin duda es inconcebible sin otros griegos, si es que hubo alguien que se llamó Homero? (…)

     Yo creo, yo diría que debemos tratar de atenuar nuestras diferencias y de sentir nuestras afinidades, pero ese es un error.  Yo creo que lo más exacto sería lo que hizo Victoria Ocampo, sentir que el mundo era una fiesta y que esa fiesta le ofrecía muchos sabores y querer gustarlos a todos y hacer que los otros gustaran de ellos. (…)

     La historia de Victoria Ocampo es un ejemplo, un ejemplo de hospitalidad.  Esa hospitalidad la llevó a recibir tantas culturas, tantos países a  través de su memoria llena de versos en diversos idiomas.  No siempre estábamos de acuerdo.  Ella cometía para mí la herejía de preferir Baudelaire a Hugo y yo cometía para ella la herejía de preferir Hugo a Baudelaire.  Pero nuestras discusiones eran discusiones gratas.  Yo no recuerdo que ella cometiera el error común, que yo suelo cometer, de admirar a alguien contra alguien.  No, era fundamentalmente generosa.  Si admiraba a un escritor no lo admiraba contra los demás escritores.  Ella no admiraba a Baudelaire contra Hugo o contra Verlaine, no, era mucho más sabia que yo.  Yo suelo tender al fanatismo y ella no lo tenía.  El recuerdo de Victoria Ocampo me acompañará siempre.  Yo no era nadie, yo era un muchacho desconocido en Buenos Aires, Victoria Ocampo fundó la revista Sur y me llamó, para mi gran sorpresa, a ser uno de os socios fundadores.  En aquel tiempo yo no existía, la gente no me veía a mí como Jorge Luis Borges, me veía como hijo de Leonor Acevedo, como hijo del Dr. Borges, como nieto del coronel, etc.  Pero ella me vio a mí, ella me distinguió cuándo casi no era nadie, cuando yo empezaba a ser  el que soy… (…)

     Si me piden un recuerdo de Victoria, es curioso, yo recuerdo que nunca estábamos de acuerdo y que siempre nos queríamos mucho, y no nos poníamos de acuerdo, pero este es un rasgo grato, el hecho de poder estar en desacuerdo con alguien es mucho… (…) Y ahora sólo me resta decir que es importante honrar a Victoria, pero que es más importante ser dignos de aquella alta memoria de Victoria Ocampo.  Debemos tratar  de continuar su labor, debemos tratar de interesarnos no en un solo país, en un solo proceso histórico, sino iniciar esa aventura imposible y generosa de la humanidad, debemos interesarnos en el universo.”


Jorge Luis Borges,  Homenaje a Victoria Ocampo -  Discurso pronunciado en la sede central de la Unesco el 15 de Mayo de 1979.  Borges en Sur 1931-1980   Emecé Editores S.A.  Buenos Aires 1999 pág. 326/331.


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