martes, 29 de julio de 2014



















  Ayer me di la placentera licencia de ir a El Ateneo Grand Splendid, la librería más bonita de Buenos Aires.  Si bien los precios no son convenientes (sobre las de Calle Corrientes, sabiendo buscar, se consiguen precios diametralmente más convenientes), vale la pena de vez en cuando permitirse revolver por  sus pasillos circulares  bajo los amables frescos del techo abovedado.


Si bien me abstuve de sucumbir a dos joyas deslumbrantes por ser demasiado caras para mí presupuesto (el Diario de Mircea Eliade y Borges por Sara Facio, un librito precioso, muy bien impreso, con fotos soberbias y fragmentos borgianos escogidos con exactitud, que ya me lo voy a comprar), encontré muy barato el Tratado de Pintura de Leonardo Da Vinci, Agebe Buenos Aires 2004 (a sesenta y cinco pesos lo que –a como están las cosas por acá en la realidad  real- es algo así como cinco dólares).

  Y como si fuera lógico que justo ayer (que subí a este blog un par de artículos sobre la crítica) me encuentre en el Tratado…  con la Regla 15: “Del propio dictamen.  No hay cosa que engañe tanto como nuestro propio dictamen al juzgar de una obra maestra; y en este caso más aprovechan las críticas de los enemigos, que las alabanzas de los amigos; porque éstos como son lo mismo que nosotros,  nos pueden alucinar tanto como nuestro propio dictamen.” (pág. 29)

  En la Regla 19 agrega: “El Pintor debe procurar oír el dictamen de cada uno.  Nunca debe el Pintor desdeñarse de escuchar el parecer de cualquiera, mientras dibuja o pinta; porque es evidente que el hombre, aunque no sea Pintor, tiene noticia de las formas del hombre, y conoce cuando es jorobado, si tiene la pierna demasiado gruesa, o muy grande la mano, si es cojo, o tiene cualquier otro defecto personal: y pues que el hombre puede por sí juzgar de las obras de la naturaleza, ¡cuánto más bien podrá juzgar de nuestros errores!” (pág. 31)

  Venía fascinada masticando las diversas Reglas, coincidiendo con lo que a primera vista uno diría puro sentido común, sintiendo que si en mi quehacer cotidiano compartía criterios con semejante Maestro (¡Leonardo!) no debería estar haciendo las cosas tan mal.

  Entonces llegué a la Regla 64 “Cómo se dibujarán  las mujeres.  Las mujeres se representarán  siempre con actitudes vergonzosas, juntas las piernas, recogidos los brazos, la cabeza baja y vuelta hacia un lado.” (pág.48)  Y ahí comprendí que  yo vengo haciendo las cosas MUY MAL.


Dice Leonardo: “...juntas las piernas...”

















“...recogidos los brazos...”





“...la cabeza baja...”


















  Lo de “...siempre con actitudes vergonzosas...” creo que sí lo cumplo a rajatabla (según como se mire).




1 comentario:

  1. excelentes tus obras y muy divertido tu escrito.
    Abrazo
    Teresa Rojas
    www.mostorojasarte.com

    ResponderEliminar