Sigo rondando el Tratado de la Pintura de Leonardo Da Vinci, y en la Regla 15 encuentro la respuesta a mi
conflicto con los pies (masculinos):
“Del engaño que se produce al considerar los miembros de una figura. El Pintor
que tenga las manos groseras las hará del mismo modo cuando le venga la
ocasión, sucediéndole igualmente en cualquier otro miembro, si no va dirigido
con un largo y reflexivo estudio. Por lo
cual todo Pintor debe advertir la parte
más fea que se halle en su persona para procurar con todo cuidado no imitarla
cuando vaya a hacer su semejante.” (pág. 39)
Es un hecho: ¡tengo
los pies MUY FEOS! De ahí mi
tendencia a hacer los pies masculinos desproporcionados y deformes. Se ve que con los pies femeninos –por la
mayor práctica- logré la reflexión necesaria para superar el mandato inconsciente
de mis pies anchos, símil empanada. Debo seguir reflexionando (observando, estudiando, midiendo) los pies masculinos. Lo que sospecho va a convertirme en una compañía muy molesta y extraña (más aun de lo habitual).
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