viernes, 11 de julio de 2014


































  Es muy  difícil no dejarse influenciar por el actual  clima local.  Todo parece detenido desde el penal de Maxi Rodríguez y  hasta el próximo domingo a las cuatro de la tarde.  La histeria colectiva está conteniendo la respiración.  

  Sí, la vida sigue, el mundo se derrumba, el circo local llega a extremos inconcebibles, pero por más que querramos nos hemos quedado en éxtasis estático frente al televisor, a la espera del próximo, ¡el último!, la antesala tal vez de esa gloria esquiva desde aquel imborrable 86.

  Uno (o sea yo) trata de adoptar una actitud apática de seudo intelectualoide que no se mezcla en esas cosas, pero es imposible.  Uno (o sea yo) es argentino, mestizo y pasional,  y ante tanta decadencia y frustración cotidiana esta promesa de un instante de auténtico y honesto triunfo es demasiado tentadora como para -siquiera- intentar resistirse.

  Así que uno (o sea yo) es incapaz de otra cosa que quedarse expectante a la espera del domingo...


Post data:  El montaje del encabezamiento es un reconocimiento tácito de lo que vamos a necesitar frente a la contundente Alemania, a la que todos reconocemos haber sido el mejor equipo del Mundial.  Pero nos mueve el deseo de reivindicar a nuestros hermanos brasileños y, en su honor, hacerle 7 goles a los germanos.  Porque aunque sé que ellos no lo van a creer, todos queríamos por aquí que Brasil perdiera, ¡pero no por esa diferencia!  Tras el tercer gol no queríamos más y cuando acabó muchos compartimos la angustia y el llanto de los jugadores brasileños.  Los alemanes podrían haber tenido un poco de piedad.  Por eso seremos el domingo los vengadores de ese impiadoso proceder (¡¡¡OJALÁ!!!). 

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